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 miércoles, 07 de septiembre de 2005  
Convivir con la enfermerdad

"Para mí no es lo central en mi vida, lo tomo como algo más que me tocó. Todos tienen problemas, a mí me pasa esto", dijo a La Capital María, de 18 años, quien a los pocos minutos de nacer recibió el diagnóstico.

María terminó la escuela como todos sus compañeros y está en primer año de Comunicación Social. "La única diferencia con mis amigos es que me tengo que levantar un rato antes para hacerme las nebulizaciones y tomo una batería de medicamentos con el desayuno y las enzimas pancreáticas cada vez que como, pero el resto es igual", dice.

María, además de la facultad, va a inglés, danza clásica y baila jazz. Según su mamá es "el cascabel de la casa".

Ella dedica seis horas diarias al tratamiento, especialmente a las nebulizaciones para mantener flojo el catarro. Este año estuvo especialmente afectada por el humo del cigarrillo que respiraba en la facultad. "Por salir una noche a un bar donde había mucho humo tuve un mes y medio sin dormir por la tos, y tomando antibióticos".


Ingeniero industrial
Adrián, de 28 años, fue diagnosticado de FQ cuando tenía 11. Su vida antes fue un ir y venir de consultorio en consultorio. "Me decían que tenía enfermedades respiratorias y me hacían mal los análisis. Finalmente a los 11 años una doctora supo dar en la tecla". Luego del diagnóstico, en un año Adrián aumentó de peso y mejoró notablemente su aparato respiratorio. Pudo seguir sus estudios y hasta fue abanderado. Además jugó al tenis, básquet y fútbol. Hoy le faltan algunas materias para recibirse de ingeniero industrial, tiene novia y proyectos de formar una familia. Trabaja en una empresa y en sus ratos libres va al gimnasio. Entre otras cosas, no se perdió la oportunidad de ir a la cancha a ver el clásico rosarino.
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