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 miércoles, 07 de septiembre de 2005  
Un soplo de democracia entre engaños y nerviosismo

El Cairo.- Quien viaje estos días por Egipto podría llegar a creer que en el país árabe ha irrumpido de pronto la democracia. En vez de un referéndum sin candidatos rivales, el poder estatal ha organizado por primera vez elecciones presidenciales.

Nueve candidatos han sido admitidos para la carrera. Y Hosni Mubarak, de 77 años, ha atravesado valientemente todo el país, pese al calor, para conseguir que sus compatriotas le permitan gobernar por otros seis años.

Los medios estatales incluso informan de vez en cuando sobre las campañas electorales de los candidatos de la oposición, y en El Cairo apenas pasa un día sin que se celebre una manifestación en el centro de la ciudad. Unas veces son mujeres islamistas con la cara cubierta por un velo, que luchan por la liberación de sus maridos, y otras manifestantes de izquierda que gritan: "Mubarak, basta ya, no más corrupción".

Pero las apariencias engañan. Es cierto que en los últimos meses el gobierno abrió un poco la válvula de la olla a presión que es Egipto. Pero sólo lo suficiente para que los ciudadanos, que se quejan de la corrupción, del incremento de los precios y de la arbitrariedad policial, puedan desahogarse un poco. De hecho, aunque durante la campaña electoral Mubarak anunció su intención de poner fin a las controvertidas leyes del Estado de emergencia, a cambio se crearán nuevas normas antiterroristas. La oposición lo considera un mero cambio de etiquetas.

También hay polémica en torno a la cuestión de los observadores electorales. Y es que muchos egipcios consideran inútil acudir a las urnas, porque los resultados son falsificados por los trabajadores electorales del gobernante Partido Nacional Demócrata (PND) de Mubarak. Tras el último referéndum, muchos egipcios aseguraron que el día de la votación fueron rechazados. En otros casos, algunos votaron en varios centros electorales. El gobierno no quiere observadores internacionales.

Además, ni siquiera entre los seguidores de los candidatos de la oposición hay nadie que crea que los egipcios podrán sacar a Mubarak del gobierno tras 24 años. El motivo de esta convicción es una mezcla de fatalismo y creencia en el poder absoluto del PND.

Sólo desde hace unas semanas se sabe que Mubarak podrá tener competencia por primera vez. Por esto, los candidatos han tenido muy poco tiempo para incrementar su popularidad. Algunos ni siquiera son tomados en serio, como un sobrino del ex presidente Anwar al Sadat que resulta controvertido incluso dentro de su propio partido, o Ahmed al Sabahi, un hombre de avanzada edad que quiere obligar a los hombres egipcios a volver a llevar el fez, el tradicional gorrito rojo.

Con todo, un soplo de democracia atraviesa estos días Egipto. Atónitos, los ciudadanos escuchan cuando el candidato Nur denuncia sin tapujos la corrupción y la manipulación electoral. Algo que nunca antes habían vivido en un acto público.

A la par se siente entre las filas del PND un cierto nerviosismo. "El gobierno ha cedido a la presión desde abajo y de Washington y se ha metido en un experimento cuyo resultado teme", opina un diplomático occidental. "Sobre todo los cuadros más veteranos del partido están muy nerviosos por eso".(DPA)
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