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 domingo, 04 de septiembre de 2005  
Educación familiar: comparaciones nocivas

Con intención o sin pensarlas, las comparaciones entre unos y otros son habituales y muy pocas veces se tiene en cuenta lo nocivas que pueden llegar a ser. Tales comparaciones parecen traer implícito la afirmación de que "uno es capaz, el otro, no"; como si todos debiéramos responder de igual forma y en único sentido a una situación.

Si se pensara taxativamente con este modelo de pensamiento se estaría no sólo recortando personalidades sino también se privarían de los aportes de otras miradas con distintas perspectivas.

Estas comparaciones suelen llegar a los mismos hijos, haciéndola extensiva a los primos y hasta a los amigos. Esto tiene su peso, porque no hay que olvidar que la opinión de los padres es de suma importancia para ellos. En el núcleo familiar es donde se construye la autoestima. Entonces está claro que estar comparándolos constantemente puede lastimar al punto tal de no encontrar fuerzas para superarse.

Ciertas veces, los padres comparan con el argumento de generar una "sana" competencia y no todos están preparados para ello. La competencia verdaderamente sana es la que una persona hace con sí misma.

¿Qué se puede hacer como educadores para orientar la autoestima sin caer en odiosas comparaciones?

u Destacar el logro de cada hijo en forma particular, sin nombrar la acción de otro, sólo la del que se está felicitando.

u Reflexionar sobre la propia postura ante las comparaciones y si necesita reajustes respecto a la educación de los hijos.

u Tener siempre presente que cada persona -por ende, cada hijo- es diferente a otra. No deberíamos exigir estereotipos.

u Ser conscientes que por la riqueza de la diversidad se potencia el trabajo cooperativo.

u Recordar que así como nos gusta que se nos respete nuestra individualidad, también debemos respetar la de los demás.


Si bien todos necesitamos aceptación, especialmente, los niños y jóvenes que están formándose deberían ser valorados con las características que les son propias. Si sólo observamos lo que no tienen o de los que no son capaces respecto de sus pares, lejos estaremos de ver y disfrutar sus cualidades.
La riqueza de un grupo o de una comunidad está en la diversidad. La creatividad suele ser un resultado gratificante cuando no se trabaja con mentes recortadas. Estar abiertos a la diversidad es estar dispuestos a escuchar el aporte de otros que tienen distinto punto de vista de una misma realidad.

Alicia Caporale

Licenciada en educación

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