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 miércoles, 03 de agosto de 2005  
Homicidio de un suboficial. Resolución por el caso del empleado de la Patrulla Urbana baleado en fbrero en Ludueña
Procesan a un joven analfabeto como partícipe del crimen de un sargento
La medida se basa en dichos de tres policías testigos del hecho. La actuación del caso tiene notorias anomalías

María Laura Cicerchia / La Capital

Pablo Américo Figueroa, un joven de 21 años que está preso desde hace seis meses, fue procesado como partícipe primario del crimen del sargento de policía Orlando Martínez. Una jueza le atribuyó haberle entregado un arma a un menor que iba con él en bicicleta, para que éste disparara contra el uniformado. El balazo ingresó por la axila izquierda del policía, que conducía un móvil por barrio Ludueña con la presunta intención de identificar a los jóvenes. Pese a las abruptas contradicciones entre los colegas del suboficial que presenciaron el hecho, el dictamen se basó en esos dichos: los policías señalaron al imputado mayor de edad como quien dirigía la bicicleta y acompañaba al tirador el mediodía en que ocurrió el homicidio.

El suboficial fue asesinado el viernes 4 de febrero, cuando manejaba un móvil de la Patrulla Urbana acompañado por el agente Néstor Quiroz. Junto a ese vehículo iba otro patrullero con otros dos policías, Darío Cervasio y Adrián Hernández. Tras el impacto, Quiroz llevó a su compañero herido a un centro asistencial.

Entre tanto, Cervasio detuvo a Heraldo V., de entonces 16 años, a siete cuadras del lugar donde fue abatido el sargento. A este pibe los policías le adjudicaron ser el autor del disparo. Aunque él afirmó siempre lo contrario. Ante el juez que lo tutela, Juan Leandro Artigas, planteó que él era quien manejaba la bicicleta; que el tiro fue efectuado por un muchacho que viajaba en el portaequipaje. El 22 de julio pasado Heraldo escapó del Irar junto a otros cinco menores, tras limar los barrotes de un ventiluz.

El otro joven al que la policía buscaba por el crimen se entregó tres días después en Tribunales. Pablo Américo Figueroa, un joven analfabeto al que le dicen Pachi, está preso desde entonces. Ahora la jueza de Instrucción Raquel Cosgaya lo procesó como un actor clave en el asesinato. El defensor de Figueroa apeló la medida.

La jueza consideró probabilizado que Figueroa era quien manejaba la bicicleta, que llevaba a Heraldo tras él y que desde esa posición "le facilitó al menor el arma con la que éste efectúa el disparo". A criterio de Cosgaya, no fue el autor material del homicidio pero sí un partícipe primario. En ese carácter le imputó el delito de homicidio agravado por ser la víctima un funcionario público, por el uso de un arma de fuego y la participación de un menor.


Desfasaje y falta de coincidencia
Así, se dio un desfasaje temporal en el trámite de las causas del menor y el mayor imputados. Mientras que la situación de Heraldo aún no fue resuelta por el juez de Menores, la jueza que debe definir la responsabilidad de Figueroa ya lo consideró responsable. En tanto, la fiscal Adriana Camporini dictaminó un día antes de la feria judicial que debe instruirse una causa por presunta falsedad de instrumento público e incumplimiento de sus deberes contra los policías que acompañaban a Martínez aquel mediodía.

Es que los uniformados no coinciden en puntos esenciales como la ubicación de los móviles, la mecánica de la agresión y el lugar por donde los jóvenes huyeron. También se detectaron gruesas irregularidades en las actas policiales y testigos que niegan haber visto lo que se les atribuye.

Esto no fue desmenuzado por la jueza Cosgaya para no "anticipar opinión" sobre la causa que, a pedido de la fiscal, deberá instruir por esas irregularidades. De todos modos, consideró válida la prueba aportada por los policías y en base a esas evidencias se asentó el procesamiento. "Puede pensarse en cierta parcialidad de los testimonios policiales. Pero no se han producido pruebas que los desvirtúen", consignó.

Figueroa siempre negó haber tenido participación en el crimen. El menor, Heraldo, no lo reconoció como el joven que lo acompañaba en la bicicleta. Dijo que nunca lo había visto antes. Para la jueza, se trató de una argucia para favorecer a Pachi.

Entre las pruebas que acopió contra el joven fue clave el reconocimiento que hicieron de él los policías Quiroz, Cervasio y Hernández. En forma coincidente, los tres lo sindicaron como quien conducía la bicicleta y "le pasó un arma" al que iba atrás, al advertir que eran seguidos por la policía. Así, la jueza desacreditó el descargo de Figueroa, quien sostuvo que los policías lo señalaron porque lo habían visto antes en el penal de la seccional 5ª. Por el contrario, un vecino que vio escapar a los dos jóvenes tras oir disparos no lo reconoció en la rueda de personas. Cosgaya entendió que, a diferencia de los policías, ese testigo no tuvo tiempo de ver los rostros de los agresores.

A lo largo del proceso nunca quedó claro el lugar que ocupó cada uno de los dos jóvenes en la bicicleta. Esa cuestión sigue sin resolverse. El oficial subayudante Cervasio relató que el menor recibió el arma, se bajó de la bicicleta y, a unos 15 metros del auto, disparó contra Martínez. Luego, según el relato policial, escapó corriendo en dirección contraria a la de su cómplice que se alejaba en bicicleta. Lo que no queda claro es cómo hizo, si estaba a pie, para ser atrapado minutos después a bordo de la bicicleta. Tampoco se sabe por qué dispararon contra el sargento. El móvil del crimen es otro punto que la investigación dejó en penumbras.
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El sargento Orlando Martínez fue asesinado en un confuso procedimiento policial.

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