Opinión

Tengo miedo de que los clásicos no terminen, por Luis Alberto Yorlano

Luis Alberto Yorlano / Especial para La Capital

Hace un tiempo se señalaba en este espacio que no había rivalidad entre algunos hinchas de Newell's y de Central, sino odio. Hay hechos que han sucedido en los últimos meses y que los responsables del fútbol argentino y de la Confederación Sudamericana tendrían que saberlo. Estos grupos violentos que hoy crecen como hongos entre los simpatizantes de los clubes que participan en los distintos torneos de la AFA, muchas veces son alentados por miembros de las comisiones directivas y utilizados para tareas extorsivas y de aprietes para sufrimiento de los que intentan ser oposición en el club de sus amores.

Hace un tiempo unos cuantos violentos hinchas de Newell's intentaron pintar el gigante de Arroyito de rojo y negro. La rápida participación de la seguridad hizo que no terminara esta irresponsabilidad en una noche trágica, ya que en el balneario estaban agazapados los violentos de Central. La situación es grave. Muchos de estos guapos en algunos casos no son hinchas de los colores que muestran en sus trapos. Y los dirigentes que los subvencionan, muchas veces les pagan antes que a los jugadores y a los empleados. Y si no lo hacen, pueden recibir algunos golpes como le ocurrió a un secretario de Rosario Central.

No hay barrios en los que uno no encuentre pintadas de todo tenor. Desde "este barrio es canalla", "barrio sin aliento" o "aquí viven los pingüinos". Con estos antecedentes es imposible pensar que es correcto que en el primer partido por la Copa Sudamericana se juegue el clásico. Aquí no hay empate, el que pierde queda afuera. Y como en los últimos años en Rosario, se festejan más las derrotas del adversario que los triunfos propios, no me gustaría que en mi ciudad ocurra otro Cromañón sin que alguien antes haga algo.

Llamo a reflexión de los que tienen que ver con la seguridad en los espectáculos deportivos. En estos momentos hay una tensión social muy alta. Los violentos son más violentos y la policía cada vez tienen menos paciencia. Un movimiento en falso de cualquier lado puede provocar un desorden que será muy difícil de manejar.

Sé que no es correcto modificar lo reglamentado. Reconozco que lo establecido está para cumplirse. Pero este es un tema muy particular que merece un tratamiento que va más allá que una competencia futbolística. Están en juego más que la permanencia en una copa. Está en juego la vida de mucha gente.

No creo que se pueda aplicar en un clásico de estas características el proyecto presentado por el presidente de Vélez, Raúl Gamez, para que solamente vayan a la cancha los hinchas del club que es local. Se podrá aplicar en Buenos Aires, pero en esta ciudad, donde las hinchadas están polarizadas, es muy difícil. Además cómo se las arreglan los dirigentes que los alientan para decirles que no pueden ir a la cancha del rival en el clásico.

Pero lo más grave es que no solamente será lo que ocurra ese día en la cancha, sino en los días posteriores. La violencia puede estar en la vuelta de cada esquina. La policía deberá controlar lo que hoy provoca: más odio. Las pintadas y las luchas por la paredes vírgenes en el macrocentro y en los distintos barrios de la ciudad.

Si no hay solución por parte de la Confederación Sudamericana y se debe jugar como marca el reglamento, sólo le pido a los dirigentes del fútbol de los clubes de la ciudad que desactiven los mecanismo de ayuda a estos grupos violentos y colaboren con los funcionarios y con los buenos policías, para que las canchas vuelvan hacer un lugar de alegría y poder terminar para siempre con esos aburridos trapos agraviantes de "pechos fríos" y "sin aliento".