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 domingo, 03 de julio de 2005  
Territorios
El exótico mundo homosexual
El antropólogo Horacio Sívori escribió "Locas, chongos y gays", una etnografía donde relevó la sociabilidad homosexual masculina en Rosario durante los primeros años de la década del 90

Lisy Smiles / La Capital

"Locas, chongos y gays" es el título del libro que Horacio Sívori se lanzó a escribir. No es una novela ni una guía para curiosos, es una etnografía sobre la sociabilidad homosexual masculina en Rosario. Si bien la observación de campo la realizó durante el cursado de una maestría, la información que logró y volcó en la publicación se torna especialmente interesante y no sólo para el campo académico. Hay dos ejes que Sívori impone en su libro y que respeta a rajatablas: dar cuenta de las complejidades y dejar en claro que no trabaja sobre la sexualidad como algo dado, sino como algo que tiene lugar en el ámbito de lo social, junto a otros, frente a otros o dramatizándola, actuándola, con disimulo o evidencia.

Y quizá por eso la etnografía. Según la Real Academia Española, su significado refiere a un "estudio descriptivo de las costumbres y tradiciones de los pueblos". Para Sívori, fue la tesina académica que eligió para poder registrar "cómo las personas se expresan no sólo en el habla sino en sus actitudes, en las prácticas sociales".

La etnografía en sus inicios estaba muy ligada al naturalismo, entonces se estudiaba a los pueblos exóticos, como una cultura diferente a la de las sociedades europeas. Pero a mediados del siglo XX la etnografía toma otras vertientes y se liga a la sociología. "Se empieza a trabajar con territorios marginales, sobre las zonas morales donde hay prostitución, son universos exóticos de la propia sociedad", explica Sívori y en ese terreno ubica su trabajo.

El antropólogo realizó las observaciones en bares, disco y lugares públicos de encuentro de homosexuales masculinos en Rosario, durante los primeros años de la década del 90. En su libro no sólo reproduce los modos de relacionarse, también detalla los ambientes, sus códigos y hasta incluye mapas donde ubica los lugares registrados.

-¿La identidad sexual en la homosexualidad masculina es particularmente compleja?

-Lo que se ve en el campo es que la gente se encuentra con tendencias homosexuales, "me gustan los chicos, me gustan los señores", y uno ve que cada uno hace cosas completamente diferentes con eso. Ves que se desarrolla una cultura, y esta cultura no tiene que ver necesariamente siempre con la misma tendencia psicológica u orgánica o como se quiera llamar, sino que tiene que ver con la creación de tradiciones, con la sociabilidad, con determinado espacio donde los individuos confluyen, se encuentran y que con mucha imaginación le ponen nombre a las cosas que hacen, a las otras personas, y le ponen nombre también a las situaciones de injusticia con las cuales se encuentran. En el trabajo que realicé yo me preocupé por tratar de no simplificar lo que es complejo. Si hay un pero, desarrollarlo.

-¿Por ejemplo?

-Uno se encuentra, por ejemplo, con gente muy feliz diciendo "yo soy gay", pero hay espacios gays donde se encuentra gente que dice "sos un pelotudo cómo vas a decir que sos gay". Esto se ve claramente en el caso de los "tapados", los homosexuales discretos que no tienen ninguna duda respecto de su homosexualidad pero no tienen ningún interés en que alguien se entere. Y bueno, en el ambiente homosexual eso es juzgado muy negativamente. Esa persona tiene que desarrollar un trabajo extra, un trabajo para mantener un secreto, pero por otro lado tiene que bancarse que digan "este tipo es un pelotudo", o "un cobarde", y hoy en día no sólo los gays sino también los heterosexuales. Estas identidades sexuales no son algo que emana ni de la biología ni de la psicología individual. Es algo construido en la interacción y que en ese sentido es absolutamente histórico porque hay una evolución histórica en el repertorio de categorías que tenemos disponible y esta imaginación de la que yo hablaba es un trabajo social, no emana de un genio individual, sino que tiene que ver con cómo se apropian los espacios, o con el lenguaje.

-¿Qué fue de las locas, chongos y gays observados durante el trabajo?

-Diez años después de haber escrito este trabajo, la cosa ha cambiado y bastante, y más en lo cuantitativo que en lo cualitativo. Algo muy importante que no ha cambiado en la sociabilidad homosexual masculina es el modelo machista, con diferencias de género. Hoy ese modelo está vigente cuando en realidad muchos esperaban que se diera un modelo de relación más igualitario, lo que es llamado como la modernidad en la relación homosexual masculina. Hoy uno puede ver que el modelo loca-chongo está muy vigente. Esto aparece claramente en el cortejo. Internet hoy en día es un espacio de cortejo y ahí se ve que cuando alguien se presenta, habla de sus preferencias, existe una búsqueda de hombre y la queja de que no hay hombres. Este modelo erótico que plantea la dicotomía macho-hembra, este modelo montado sobre esta diferencia de género está muy vigente.

-¿Cómo impacta Internet en la sociabilidad homosexual masculina? ¿Cómo juega la simulación?

-Yo diría que la construcción de ese espacio es mucho menos esotérica de lo que uno capta en un primer momento. Los usuarios desarrollan una habilidad muy fina para interpretar mensajes y para interpretar el juego de la simulación. Es verdad que hay gente que tiende a presentarse como heterosexual pero eso también pasa en el terreno de lo real, y justamente es uno de los valores que entran en juego como capital erótico: la masculinidad no contaminada por lo homosexual.

-En su libro usted marca como una clave el gerenciamiento del secreto y la discresión. ¿Eso sigue siendo así?

-Bueno, como yo digo al final del libro este gerenciamiento es estructurante no sólo de la experiencia homosexual, es una experiencia que trasciende ese marco, que tiene que ver con las sociedades tribales; los secretos son una parte constitutiva de las sociedades. En este caso se trata de prácticas estigmatizadas de diferentes formas a través de la historia, donde el secreto tiene que ver con ese estigma, pero también tiene que ver con los usos de ese secreto, con formas de la sociabilidad homosocial (relaciones dentro de un mismo género) y no con una identidad homosexual. Lo que en muchas sociedades tribales se ve en los ritos de iniciación, los varones tienen secretos que las mujeres supuestamente no saben, y bueno, una cosa constatable en el mundo homosexual es esta dimensión de complicidad.

-¿El ambiente homosexual masculino es tan machista como usted lo releva? ¿Hay tanto rechazo a lo femenino?

-Hay algunas paradojas en ese lugar. Desde el punto de vista del chongo, si lo hay, o de quien encarna afirmativamente esa identidad, la del hombre no contaminado por el ambiente homosexual, lo que puede observarse es que hay un trabajo muy grande para producir eso y esa construcción es bastante consistente. En realidad, se puede decir que aparece un misterio. Así como para algunos el misterio es qué le pasa a la mujer, acá sería qué le pasa al chongo, esto de intentar saber si es realmente homosexual o si tiene un deseo homosexual o no. Pero eso tiene que ver con esta necesidad de crear fronteras de deseos homosexuales y deseos no homosexuales. En todo caso si hay una paradoja, no es la paradoja del chongo, sino la paradoja del deseo. El lugar del chongo baliza llama la atención sobre esa paradoja. Tal vez, esta paradoja sea del deseo socializado o de la publicidad del deseo, que sobre eso es este libro. Este libro no es sobre el deseo homosexual, y sí es sobre las identidades sexuales vistas como una producción pública, como un hecho cultural.
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"Si hay una paradoja, es la del deseo", dice Sívori.

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