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 domingo, 03 de julio de 2005  
Lecturas
Una fulguración, un vértigo, una pérdida

Carlos Roberto Moran / La Capital

El fenómeno editorial que significó el español Javier Cercas con su novela "Soldados de Salamina" (2001), texto en el que dilucida un oscuro episodio registrado en la Guerra Civil de su país, parece repetirse ahora con "La velocidad de la luz", una compleja indagación sobre el Mal.

Escrita en la misma primera persona -que tanto confundió a los lectores de "Soldados de Salamina" por sus presuntos contactos con la "realidad"- la nueva novela arranca con un tono menor y casi zumbón que también contribuye a difuminar las intenciones del texto. En efecto, el relator (presunto "Javier Cercas") cuenta en una premeditadamente equívoca primera persona sus pesares de escritor joven y desconocido en una Barcelona indiferente en la que junto a su amigo Marcos, pintor, proyectaban sus personales obras que les darían éxito, dinero y cuanto acompaña al reconocimiento público.

Pero en tanto había que atender la subsistencia y fue entonces que por casualidad y gracias a una intermediación inesperada el relator termina como docente en una perdida universidad norteamericana ubicada en Urbana, una ciudad que realmente existe en el estado de Illinois. Allí conoce al veterano de guerra Rodney Falk, un enamorado de Hemingway que terminará volviéndose su mentor, especie de guía espiritual que mucho incidirá, en vida y obra del narrador.

Es en Urbana donde el protagonista acomete y concluye su primera novela, que Falk destruirá con pocas pero certeras palabras, y también en esa ciudad norteamericana tomará conocimiento, en parte, de las tormentas que acometen a su amigo, sobreviviente de la guerra de Vietnam.

La novela "va haciéndose" (works in progress) a medida que el narrador cuenta los avatares de su vida, que se verá sustancialmente transformada después del inesperado éxito de esa ficción sobre la Guerra Civil española, que lo volverá un ser público, famoso y pusilánime.

Pusilánime, porque se deja envolver por la facilidad del éxito y en patéticos episodios de mujeres ocasionales y alcohol, mientras desatiende a su esposa y su hijo pequeño que morirán en un accidente del que el personaje se sentirá indefectiblemente culpable.

Pese a todo lo anterior, no hemos llegado aún al eje de la novela que es, como se dijo, una reflexión sobre el Mal que anida en el personaje Rodney, quien integrando una fuerza especial del ejército norteamericano exterminó a toda una aldea vietnamita. Es la idea moral de cómo el hombre, el ser humano, puede cometer hechos terribles. "El horror", como diría el personaje de Conrad.

Se dijo ya que Cercas apela a una novela de tipo discursivo, en la que va y viene con sus búsquedas y sus obsesiones, la central de las cuales es dilucidar lo que de verdad hizo Rodney en Vietnam, verdad a la que alcanzará gracias al padre del veterano de guerra, quien le entregará la serie de cartas de su hijo enviadas desde el campo bélico.

Hay más, en una historia que aparenta simplicidad pero que tiene un arduo entramado. Al respecto, ha dicho: "A mí me gusta mucho aquella definición, que creo es de Kundera, lo de las novelas fáciles de leer y difíciles de entender; son las novelas que lees de un tirón y luego dices: ¿este tío de qué me ha hablado?, y vuelves para atrás. Eso es lo ideal". Con todo, el intento de utilizar la estrategia del desaliño aparente para disimular la potencia del texto (su intento de establecer una moral, de reflexionar sobre la misma condición humana), se debilita a causa de la desatención que Cercas presta a su escritura, en la que se registran reiteraciones innecesarias (vg. una "oración" laica y pesimista de Hemingway -"Nada nuestro que estás en la nada, Nada es tu nombre, tu reino es nada, tú serás nada en la nada como en la nada"-, repetida tres veces en el texto) y la caída en innecesarios lugares comunes.

No obstante, la ambición prevalece y es lo que termina justificando al texto: "Tenía la impresión de que todo se había acelerado, de que todo había empezado a correr más de prisa de lo usual, cada vez más de prisa, más deprisa, más de prisa, en algún momento había habido una fulguración, un vértigo y una pérdida, pensé que había viajado sin saberlo más de prisa que la luz y que lo que ahora estaba viendo era el futuro".
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Desde España. Javier Cercas.

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