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 miércoles, 27 de abril de 2005  
Un policía mató a su ex mujer y ahora la provincia debe indemnizar a su hijo
Un oficial con tres denuncias por maltrato terminó pegándole seis tiros a su ex esposa. Le dieron perpetua, pero además el juez culpó al Estado por no supervisar la situación psíquica de su empleado, que siguió portando arma

Ariel Etcheverry-María Laura Cicerchia / La Capital

Un ex policía de la provincia fue condenado a reclusión perpetua por asesinar de múltiples balazos a su ex mujer, delante del hijo de ambos de entonces 4 años, en la Nochebuena del año 2000. Esa madrugada, según se desprende del fallo, el oficial Juan Ramón Farías baleó a la enfermera Carina Torres porque la mujer se negaba a recomponer una deteriorada relación de pareja que había terminado tres años antes. La joven había denunciado más de una vez al oficial por amenazas y malos tratos. No obstante, el hombre la perseguía y estas denuncias no le impidieron llegar a jefe interino de la seccional de Angélica. Por este motivo, el juez que sentenció a Farías les impuso a él y al Estado santafesino la obligación de pagar 60 mil pesos de resarcimiento al hijo de la pareja. Consideró que la provincia es responsable indirecta de esa muerte porque no cumplió con su obligación de controlar el estado psíquico de un empleado que tenía permiso para portar un arma.

El juez de Sentencia Julio Kesuani estableció que el 25 de diciembre de 2000 el oficial Juan Ramón Farías, de 28 años, ingresó a la fuerza a la casa donde su ex mujer vivía con el nene de ambos. Con el chiquito presente, asesinó de seis balazos a su ex esposa y escapó llevando a la criatura con él. En el camino a la seccional de Angélica, un pueblo ubicado a 200 kilómetros de Rosario, sufrió un accidente de tránsito que inutilizó su auto. Finalmente arribó a la comisaría, dejó a su hijo a cargo de un colega y escapó con municiones, comida y un móvil policial. A la noche lo encontraron, exhausto y desorientado, en un camino rural cercano a la localidad de San Antonio, 250 kilómetros al noroeste de Rosario.

Desde ese momento el ex oficial está preso. Tras ser sometido a un juicio en el juzgado de Sentencia Nº 4, Kesuani lo condenó el viernes pasado a la pena de reclusión perpetua por los delitos de homicidio calificado, amenazas coactivas y robo. Asimismo, le impuso la obligación de pagar un resarcimiento de 60 mil pesos por daños morales y patrimoniales a Blanca Obiedo, madre de la víctima, que a la vez es la tutora del nene de la pareja. Esa exigencia también alcanzó a la provincia de Santa Fe, como tercero civilmente demandado, por permitirle a un integrante de la fuerza portar arma cuando pesaban en su contra numerosas denuncias por maltrato (ver aparte).


Contínuos maltratos
Carina Torres era enfermera y tenía 24 años. Había conocido a Farías cuando era cadete en la Escuela de Policía de Rosario. Una vez graduado, el muchacho oriundo de Santiago del Estero obtuvo su primer puesto en la fuerza en Rafaela. Allí fue a vivir la pareja. Pero con el tiempo la relación se fue desgastando por los continuos maltratos que sufría Carina, según contaron sus familiares.

La joven decidió dejarlo y volvió con su hijo a Rosario. Sus familiares aseguraron que pese a la distancia "Farías la seguía acosando". Esos episodios violentos obligaban a la joven enfermera a cambiar constantemente su domicilio, para evitar que su ex pareja la encontrara.

Para la Nochebuena del 2000 llevaba sólo cuatro días viviendo en una casa de Cochabamba 364. En esa época ella trabajaba en el área de pediatría del Hospital Español y su ex marido, con 28 años, era el jefe interino de la subcomisaría 5ª de Angélica, dependiente de la Unidad Regional de Rafaela. El policía le había pedido a Carina que lo dejara pasar la Navidad con ella y su hijo en la humilde casa de los padres de la chica, de Uriburu y Ayacucho.

"Durante la noche estuvo bien. Le llevó un regalo al nene. Hasta bailó con mi hija, pero ella le dejó en claro que no quería tener nada con él", contó en Tribunales el padrastro de Carina. Esa noche, Farías acercó a su casa a Carina y al nene en su auto, un Chevette bordó. Fueron acompañados por el padrastro de la enfermera, quien luego fue dejado de regreso en su casa por el policía. Más tarde Farías volvió a la casa de Carina y se prendió del timbre, pero la joven no le abrió la puerta.


Una llegada inoportuna
Al rato, llegó a la casa un compañero de trabajo de Carina, Ariel Q., quien se encontró con Farías semidormido en la puerta. A las 2.30 el hombre tocó el timbre. "Andate Juan, no molestés más", gritó Carina desde la casa, pensando que se trataba de su ex esposo. Cuando la chica se asomó a la ventana y comprobó que se trataba de su amigo, abrió la puerta con el portero eléctrico. Entonces Farías aprovechó para entrar a la casa. El compañero de trabajo de Carina intentó impedírselo, pero él se presentó como policía, lo amenazó de muerte y le arrebató el celular.

Desde la puerta de calle, el visitante escuchó un golpe, varias detonaciones de arma de fuego y los gritos del nene que llamaba desesperado a su mamá. Tomó un taxi y fue a denunciar lo que había pasado. Cuando los policías llegaron a la casa encontraron el cuerpo de la enfermera atravesado por seis balazos, cuatro en el tórax y dos en el cuello.

Farías, en tanto, escapó con su pequeño hijo hasta la comisaría de Angélica. Allí dejó al nene al cuidado de un empleado y huyó en un móvil Renault 12. A la noche llamó por teléfono llorando a la seccional y dijo dónde se encontraba. A las 23.30 del 26 de diciembre lo apresaron y le quitaron al fin la pistola 9 milímetros con la que, según la Justicia, cometió lo que todos en el entorno de Carina temían que pasara. Un crimen anunciado por los castigos que había sufrido antes la muchacha.
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Carina y Juan. La familia se había separado por malos tratos del policía.

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