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 domingo, 20 de marzo de 2005  
Interiores: Rutinas

Jorge Besso

Somos rutinarios por naturaleza y tal vez a imagen de la naturaleza en donde las alteraciones y los cambios por lo general no se perciben salvo en las catástrofes, muchas de las cuales también son rutinarias. Las rutinas humanas carecen de prestigio, al menos carecen del prestigio que tienen los cambios, y sobre todo las innovaciones.

Sin embargo las rutinas son más frecuentes y de algún modo están más extendidas que las innovaciones ya que la sucesión de horas y días no es más que la repetición de la secuencia con que va transcurriendo nuestra vida: esperamos el viernes, padecemos el lunes, deseamos un buen fin de semana a los que nos rodean (lo mismo hacen ellos con nosotros).

A la vuelta del fin de semana somos preguntados, o acaso somos los que preguntamos cómo fue el dichoso fin de semana y respondemos, o bien somos respondidos con un "bien" de ningún modo ostentoso sino con un sentido más bien de cierre de la cuestión ( algunas veces para no entrar en detalles) más que nada porque hay algunos fines de semana tan insoportables que el lunes resulta luminoso.

Es que entre la semana y el fin de semana no hay más que una diferencia de rutina, pero rutina al fin. La llamada semana transcurre con días rutinarios y sin prestigio: hay una rutina del trabajo, una del descanso y otra del amor con sexo incluido. En cierto sentido hay también una rutina de lo que decimos y de lo que escuchamos de los otros, en esto la televisión contribuye, a veces de un modo exasperante, en tanto y en cuanto la rutina televisiva muchas veces no es más que reiteración sobre todo de los anuncios bajo la forma del machaque cuyo ejemplo más logrado es el del ¡Compre ya! donde el espectador se queda sin aparato psíquico y además machacado.

De las tres rutinas básicas antes mencionadas, las del amor pueden ser tan rutinarias como las del trabajo ya que las repeticiones en el amor y en el sexo hacen a la reiteración de las posiciones y de las palabras, ya sea en el recorrido del cuerpo del otro como también con respecto al cuerpo propio, o con relación al escenario del amor. A veces a tal punto que las innovaciones en este terreno no se saludan con alegría, sino que por el contrario, despiertan los fantasmas más profundos puesto que ese gesto nuevo hasta ese momento desconocido, esas novedosas palabras o esa caricia inesperada no cabe la más mínima duda que fue aprendida de otra o de otro.

La naturaleza rutinaria del humano hace que prefiera y a la vez exija siempre el mismo lugar, ya sea en la mesa como en la cama, de forma que cualquier desplazamiento en ese sentido muchas veces derive en un conflicto. Al punto que las parejas cuando se encuentran en la cama, luego de los lances y de las danzas del amor, próximos al momento de dormir y luego de haber hecho un cálculo al respecto suelen distraídamente preguntar: "¿De qué lado te gusta dormir?"

De acuerdo a la respuesta recibida, y de acuerdo a la respuesta de la respuesta se pondrá en juego la capacidad de adaptación de los masculinos y femeninos en el lecho. De más está decir que las rutinas también son imprescindibles, como es el caso de la inmensa mayoría de los trabajos en los sanatorios, consultorios, laboratorios, oficinas, fábricas y demás, incluyendo los gimnasios que son particularmente rutinarios al respecto, además de los natatorios, auditorios y los innumerables lugares en donde se mezcla trabajo y placer y que vienen a agregarse a los dormitorios antes señalados.

Las rutinas, como se puede ver, son tanto individuales como sociales lo que viene a mostrar una vez más el acierto de C. Castoriadis cuando señala que no hay verdadera oposición entre individuo y sociedad lo que tiene que ver con el primer sentido de la palabra individuo, esto es indiviso que viene a querer decir lo que no puede ser dividido.

En este caso con referencia a ese ser que es el individuo, organizado socialmente con rutinas a la vez personales y sociales, es alguien quien tiene una psiquis que no siempre armoniza con la sociedad, o dicho de otra manera, la psiquis de cada cual en el fondo nunca compatibiliza del todo con la sociedad y con el vivir en sociedad ya que ésta la obliga a un gran esfuerzo de adaptación, en cambio de "pertenecer" a ese gigantesco club social que es el planeta con innumerables filiales en todos los rincones donde se organizan seres obedientes con rituales compartidos. Sin olvidar, claro está, a todos aquellos que no "pertenecen" y que son los que la sociedad destina a la indigencia. Seres bastante más sumisos de lo que se cree, en tanto circulan por las calles recolectando los que los normales descartan en una rutina diaria que los vuelve a ellos mismos descartables como los envases que juntan o apartan.

Las rutinas son los puentes que comunican a los individuos con la sociedad y viceversa conformando los distintos nudos que nos atan con lazos visibles e invisibles lo que hacen que como rutinarios somos más o menos previsibles, tanto los individuos como la propia sociedad aún en la mayoría de las transgresiones como puede ser el caso de la infidelidad, muchas veces tan rutinaria como la fidelidad.

Ahora bien, los nudos se desatan y cuando se desatan lo que se desata es la locura, social o individual lo que configura a la normalidad como algo inestable por definición conformándose un espacio entre lo previsible de la normalidad con sus rutinas, y lo imprevisible de la locura con sus rituales. En ese espacio circulan muchas gentes y muchas almas, y es en ese y desde ese espacio donde cada cual puede asomarse a sus rutinas en un asomarse reflexivo en tanto las dichosas rutinas son esencialmente conservadoras, pero así como conservan la dicha otras veces conservan la infelicidad.
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