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 domingo, 23 de enero de 2005  
Afirma que el fenómeno sólo llega a un sector
Carlos Comi: "Los rosarinos sabemos muy bien que el boom no es tan real"
El ex candidato del ARI y titular de La Comuna opina que Lifschitz es mejor intendente que Binner

Adrian Gerber / La Capital

Es un típico miembro de la clase media argentina. Abogado (se recibió el año pasado), 39 años, vive en el centro de Rosario y para tener otro ingreso consiguió la representación de los vinos de una bodega mendocina. "Siempre fui vendedor", se autodefine Carlos Comi, el tercer candidato a intendente más votado en la última elección, ex titular durante tres años de la Oficina Municipal de Defensa del Consumidor y fundador de la Asociación Civil La Comuna (que defiende los derechos ciudadanos).

Comi, que hoy es uno de los dirigentes más importantes del ARI santafesino, es políticamente hablando Generación 83. Su derrotero comenzó en la Franja Morada ("obnubilado por la aparición de Alfonsín", según él mismo describe hoy), se divorció del radicalismo con la llegada de Cavallo a la Alianza y terminó apoyando la candidatura a presidente de Elisa Carrió.

Le apasiona hablar de política y todavía recuerda las acaloradas e interminables tertulias en el bar Salamanca (Tucumán al 1000), del que fue propietario en la década del 80 y que se convirtió por aquellos años en el reducto nocturno de la militancia universitaria.

La sede central de La Comuna queda en 27 de Febrero 716. Comi recibe a La Capital en esta deslucida casona frente al parque Irigoyen, detrás de un escritorio que debe tener su larga historia y hablando por un aparato telefónico que recuerda a la vieja Entel. Como decorado sobresale una lata de arvejas que hace de lapicero y un termo emparchado con una cinta de embalar. Pero él luce un bronceado impecable, producto de unas vacaciones gasoleras. "Estuve en carpa con mi familia unos días en Mar Azul y después me fui a la casa de unos amigos en Bariloche", comenta.

-Tras las elecciones de 2003 el socialismo viene realizando permanentes gestos para tratar de hacer un acuerdo electoral con el ARI, ¿por qué ustedes se mantienen en la negativa?

-Porque la coalición que proponen sólo busca sumar para derrotar al peronismo. No son acuerdos que se sustenten en una identidad ideológica común. La política de alianzas del socialismo va desde el PDP, que tuvo participación en la dictadura, hasta la Federación Agraria Argentina y el Partido Comunista, y en el medio todo el radicalismo. Los acuerdos que haremos serán sobre la base de visiones y trayectorias comunes.

-Este año que pasó se habló del despegue de Rosario, que la ciudad está de moda... ¿Te plegás a la visión de que Rosario vive un boom?

-Si uno lo compara con el incidente del camión de ganado o el gato a la parrilla, es muy bueno que se hable sobre la ciudad como una especie de Barcelona argentina. Pero también es un poco producto de los medios, que un día hablan de la inseguridad de Rosario emparentándola con la del conurbano y otro día hablan de una ciudad floreciente. Los rosarinos sabemos muy bien que este boom no es tan real. Es importante que se hagan obras públicas que estaban atrasadas después de la devaluación. Puede ser importante la apertura de los shopping, pero también es discutible porque hay que ver los efectos que tienen sobre los pequeños y medianos comercios. La ciudad tiene nuevos espacios públicos, se embellecen algunos sectores, pero los problemas siguen: hay barrios que no tienen presión de agua, los cortes de energía son frecuentes, los problemas con el transporte de pasajeros son cotidianos... Hay todo otra ciudad que tiene los mismos problemas que hace seis meses. Es claro que el boom del que se habla sólo llega a una parte de la ciudad.

-¿A quién preferís como intendente, a Binner o Lifschitz?

-A Lifschitz, porque es más abierto. Binner se cerraba demasiado en los dictámenes que les daba a sus secretarios, asesores, el buró partidario, la nomenclatura que gobierna la ciudad desde hace tantos años, y era muy difícil que cambiara su opinión. En cambio, Lifschitz practica algo interesante que es escuchar a los demás. De todas maneras, ese buró se mantiene con este gobierno.

-¿Por qué las concesiones están siempre bajo un manto de sospecha?

-Sin duda porque debe haber un ingrediente de corrupción que se ha dado en los distintos gobiernos municipales y también hay mucho de capricho. Acá se hacen cosas que nadie las entiende. La concesión de Puerto España es un escándalo increíble, con una playa de estacionamiento para 200 autos, cuando en esa zona no hay problemas para estacionar. Decimos que ganamos un espacio al río, pero lo privatizamos para hacer un estacionamiento. Esta lógica de inspectores sospechados, planes caprichosos y algunos personajes que siempre están detrás de las concesiones, hacen un cóctel explosivo.

-¿Gran parte de tu representatividad la construiste trabajando sobre problemas relacionados con la defensa del usuario y consumidor. ¿En este tema la sociedad argentina está todavía en pañales?

-Sí, porque los tiempos de una sociedad son muy lentos. La ley del consumidor cumplió 10 años; pero para que las conductas y las prácticas que la ley se plantea se respeten y se hagan carne en los ciudadanos, se necesita mucho más tiempo. Igualmente hay un movimiento muy interesante no sólo en Rosario, sino en casi todas las ciudades grandes del país, donde se ven más los problemas de maltrato, falta de información y engaños de las empresas. Y cada vez hay más herramientas que se van probando. Nosotros somos muy amigos de los boicot de los consumidores, que en otros lugares del mundo funcionan bien.

-¿Realmente el consumidor tiene el poder suficiente como para cambiar las malas prácticas de las empresas?

-Seguro que sí. Si hay un servicio que no se cumple y los usuarios deciden masivamente no pagarlo, es una medida concreta que obligaría a modificar la prestación del servicio o a rescindirlo si es el Estado el que lo concesionó. Nos pasó a fin de año con el tema del pollo: sugerimos a la gente que no compre porque el precio era excesivo y ahora, quince días después, está claro que era un abuso y volvió al precio que debe tener.

-¿Cuál es la peor empresa de servicios públicos?

-Aguas Provinciales, sin duda. Presta un servicio desastroso y cobra una tarifa como si estuviéramos en el desierto del Sahara. Vivimos al lado de un río como el Paraná y pagamos el agua como si la trajéramos de un acueducto de 5 mil kilómetros.
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"La concesión de Puerto España es un escándalo increíble".

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