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 domingo, 16 de enero de 2005  
Con las manos en la Tierra
Desequilibrios contra el planeta
El climatólogo Vicente Barros analiza los cambios en los regímenes de lluvias y sequías. Las adaptaciones para enfrentarlos

Paola Irurtia / La Capital

La adaptación del país a la "tropicalización" del clima - un fenómeno que conjuga tormentas fuertes, lluvias intensas y posteriores inundaciones- y el retroceso de los glaciares y hielos de montaña - única fuente de agua de zonas como Cuyo- son los dos temas que el climatólogo Vicente Barros, director de la maestría en Ciencias Ambientales de la Universidad de Buenos Aires, considera más urgentes en la Argentina. Barros participó en varios informes sobre cambio climático a nivel nacional e internacional.

Mantiene una mirada optimista de la situación actual del país ante los fenómenos climáticos que afronta, mientras reclama más medidas con firmeza. Considera que las obras y sistemas de prevención de inundaciones son buenos donde existen, aunque insuficientes en las áreas afectadas por las lluvias y tormentas. Asegura que el país siempre impulsó medidas de protección ambiental en foros internacionales y confía en el potencial de desarrollo de tecnologías más limpias y alternativas al uso de hidrocarburos -responsables de un gran porcentaje de las emisiones que provocan el efecto invernadero en el planeta- como la producción de hidrógeno y biocombustibles.

-¿Cuáles son los efectos más sensibles del cambio climático en Argentina? ¿Son más notorios que en otros países?

-Son más notorios que en otros países, aunque es difícil explicar si me preguntan por qué. En Sudamérica se está notando mucho un desplazamiento de los sistemas de presión en las zonas subtropicales, tanto Australia como en América del Sur. Esto trae como consecuencia que en el lado chileno tenenos menos precipitaciones, que bajaron hasta el 30 o 40 por ciento desde principio del siglo XX. Y del lado nuestro aumentaron un poquito más de 20 por ciento, tomado en conjunto. Las temperaturas máximas no aumentaron -en parte porque el aumento de lluvias hace que el cielo esté nublado y reduce la radiación del sol- y subieron las mínimas, que es un indicador del efecto invernadero que está pasando en todo el mundo.

-¿Y esos cambios en que se perciben?

-Con la lluvia aumentó notablemente la frecuencia de tormentas, algo que es esperado en el cambio climático. Y es lo que esta pasando en muchos lugares de Chile, Argentina, Australia y Brasil. Como lo que pasa en Corrientes y Chaco, donde la frecuencia de lluvias que superan los 100 milímetros son hasta 5 veces más frecuentes en los últimos 30 o 40 años.

-¿Qué medidas requieren estas modificaciones?

-Lo que hay que hacer es que la gente tome conciencia para que pueda proceder a la adaptación. Todo lo que le conté podría llamarse tropicalización del clima en la zona subtropical argentina: se hace más frecuente el tipo de lluvia intensa, fuerte, que es característica en los trópicos. Y para eso es necesario tener un sistema de alertas, de estaciones automáticas en cada cuenca o subcuenca, un modelo o modelos hidrológicos de la cuenca que prevea como se va a escurrir el agua en el suelo, cosas que la tecnología moderna hizo posible y está disponible.

El sistema de alerta en los ríos de litoral es bueno, es eficiente. Pero no tenemos sistemas de alertas para tormentas tropicales.

-¿Cree que esas preocupaciones se reflejan en medidas concretas?

-En la agricultura, todos estos cambios hicieron que la gente se adaptara rápidamente. Donde ve que tiene más agua hace más agricultura. Eso trae como correlato que a veces se deforesta monte y las condiciones cambian. Se pierde ecología y si las cosas volvieran para atrás, habría problemas. En el norte, además del aumento de lluvias intensas, es más frecuente encontrarse con un año seco y uno lluvioso. Antes el clima no era tan variable, con lo cual hacer agricultura allí entraña bastantes riesgos económicos.

-En Santa Fe, la última inundación fue una catástrofe, y de acuerdo a los pronósticos, el año próximo podría haber nuevas inundaciones. ¿Hasta dónde son adjudicables al clima y cuál es la responsabilidad de los gobernantes?

-El tema de la responsabilidad de los gobernantes en las inundaciones es muy complicado. En Santa Fe hubo una obra que no estaba terminada, no es necesario insistir en eso.

Entre los cambios observados en las inundaciones, las grandes crecidas de los ríos Paraná, Paraguay, Uruguay, encontramos que la primera se remonta a 1904. Luego hubo 70 años sin inundación y desde 1970 hubo una cada 10 años en promedio. Eso significa que hubo un cambio.

Allí no podemos decir que los gobernantes no hicieron nada. Se creó un sistema de alerta y se hicieron obras de defensa. En Santa Fe se hicieron del lado del Paraná, igual que en otras ciudades. El resultado de esas alertas se puede ver en el número de evacuados que hubo en el 98 y el 83. En el 83 hubo 300 mil evacuados y en el 98, 100 mil, con un tipo de inundación bastante parecida. Algún éxito tuvieron esas medidas. El mismo sistema que termina dando el alerta del agua en Santa Fe, el INA, no estaba antes de 1983. Y no es que tenga intención de excusar ninguna responsabilidad.

-¿Cuáles discusiones encuentra más urgentes en nuestro país?

-Hay dos temas: uno muy urgente es tratar de entender qué está pasando en glaciares de Mendoza, Cuyo, Comahue. Ahí están en retroceso los ríos y los hielos de la montaña, lo que puede llegar a comprometer incluso la actividad económica de esas provincias, porque el agua que ellos tienen no es proveniente de lluvias, sino de esos hielos.

-¿Estaría en riesgo la provisión de agua?

-Si, es un tema muy grave. Es el mismo régimen climático que Chile, por eso están en retroceso los ríos y los glaciares mientras el resto del país tiene más lluvia. Ese es un tema urgente.

El otro es que hay que adaptarse a actuar ante grandes inundaciones, que es lo que pasó en Chaco y pasa con frecuencia. Ahí hay que mejorar con sistemas de medición, estaciones automáticas, un modelo hidrológico, radares. Habrá que hacer algunas obras, pero más que obras el tema es el manejo de esta situación. Ver cómo se pueden anticipar estas cosas. Un poco de defensa y otro de alerta.

-¿Cuál ha sido la política argentina en los foros internacionales sobre clima?

-La posición argentina estuvo siempre, y esto es buenísimo, a favor de acelerar las medidas para preservar el clima. En los diferentes gobiernos. Y la razón es muy sencilla: a pesar de estas cosas que pasan, Argentina tiene un clima muy favorable. Toda nuestra producción agropecuaria depende del clima y nos interesa conservarlo.

-¿Y en el tema del mercado de carbono?

-Argentina en realidad es un mercado poco apetecible en el contexto mundial. No puede hacer grandes ahorros de energía.

-¿Hay intereses que se crucen en este tema, en nuestro país?

-No veo intereses en pugna, si los hay, son menores. Hay quienes dicen que hay problemas más graves y es cierto. Pero el cambio climático tiene que interesar porque vivimos de las exportaciones agropecuarias. Si rifamos el clima, no le estamos haciendo un favor a nuestros descendientes.

Aparte, los cambios se están manifestando en Chaco, en Santa Fe. Si bien en Santa Fe no se habían hecho las defensas, también es cierto que nunca el río Salado había traído ese caudal. En todos lados decimos lo mismo: que nunca pasó una cosa igual, y hoy pasa.

-¿Y los intereses que se cruzan en el mundo?

-Los (países) petroleros no quieren saber nada, porque si hay medidas para preservar el clima, habrá que reducir el consumo de petróleo. Los paises isleños -del Caribe y la Polinesia, además de Holanda, que es muy activa- están preocupados, porque si sube el mar pierden parte del país. Los europeos son muy favorables a tomar medidas. Y en Estados Unidos predomina una visión bastante economicista todavía. Hablan de invertir en investigaciones para paliar el cambio climático, como bajar los costos de producción de hidrógeno y motores de hidrógeno.

-¿Cómo están esos desarrollos en Argentina?

-Se trabaja en tecnología de hidrógeno y, como energías alternativas, hay granjas eólicas en la Patagonia. Están funcionando, pero requieren subsidios. No son redituables, por lo menos en un sentido económico de corto plazo. Sí a largo plazo, si uno pudiera agregarle el costo del daño que hacen los hidrocarburos al medio ambiente.

Otra gran posibilidad es la generación de biocombustibles, a partir de las plantas, el alcohol del maíz, la caña o el biodisel de la soja y el girasol .

-¿Hay tiempo para seguir retrasando las medidas para frenar los efectos antrópicos del cambio climático?

-Lo que hagamos ahora ya no influye en los próximos 20 a 40 años. Depende de las emisiones que ya hicimos. Lo que va a pasar del 2050 en adelante depende de lo que hagamos ahora. Si no hacemos nada se va a perder el Amazonas, por ejemplo, más allá de que los brasileños no lo corten. Va a llover menos y va a haber más temperatura. Se va a perder casi la mitad de las especies, una extinción masiva de ecosistemas sin antecedentes desde que el hombre estuvo en la tierra. Por eso hay urgencia, y es hacer cosas lo antes posible.
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