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 domingo, 28 de noviembre de 2004  
Chelo y Lucho, a lo Cavenaghi
Delgado y Figueroa fueron a la barra

Miguel Pisano / La Capital

"Oléee, olé, olé, olé/ Luchóoo, Luchóoo". El grito de guerra atronó el Gigante de Arroyito a los cuatro vientos cuando la inconfundible figura del ex delantero canalla Luciano Figueroa se recortó en la popular alta de Regatas, cuando fue entrado en andas, a las 19.22.

Remera amarilla, bermuda vaquera gastada y zapatillas grises, Luciano Angel Figueroa se paró en el paravalanchas central, entre Pillín Braccamonte y Paquito Ferreyra, los líderes de la barra brava canalla, al mejor estilo Cavenaghi, de hace una semana, que hizo lo propio con Los Borrachos del Tablón. "Oléee, olé, olé, olé/ Chelóoo, Chelóoo". La voz del pueblo canalla volvió a ponerle música a los oídos del Gigante cuando la estampa del ex atacante auriazul César Delgado apareció detrás de Figueroa, y ocupó el mismo paravalanchas. Camisa celeste con vivos blancos, vaquero azul y zapatillas negras, el Chelito revivió sus cercanas épocas de hincha con sus amigos de los bravos pagos de Las Flores.

Casi 40 mil canallas de cuerpo y alma armaron antes, durante y después del partido el mejor carnaval de los últimos tiempos, desde que una impresionante marea azul y amarilla comenzó a recorrer el camino a la meca del Gigante desde los más lejanos y cercanos barrios, pueblos y ciudades, aquende y allende el Gran Rosario.

Los muchachos de Regatas armaron un notable concierto de cánticos, bombos y trompetas antes del partido, en el codo con la platea baja de Cordiviola, con una pegadiza canción que reza que "el carnaval es el pueblo, y el pueblo es de Central".

El Negro Fontanarrosa mataba la espera sin partido reserva en el bar,, donde intentaba mirar el partido entre Racing y Lanús por tele, aunque a cada rato pasaba un hincha a saludarlo, como el padre del Oveja Talamonti, o le hacían una nota. Ya en el partido, el Gigante rugió varias veces como un león en celo ante los goles malogrados por Tito Villa, primero, y sobre todo cuando Barone le sacó esa pelota imposible a Chirola Ledesma, al que le faltaron cinco guita. Desde las plateas hasta ambas populares se transformaron anoche en una expresiva muestra de la notable cantidad de familias canallas que concurrieron a la cancha con sus hijos, enfundados en camisetitas de todas las épocas, marcas y tamaños, en una especie de galería popular del folclore auriazul. Sólo faltó el sagrado grito del gol de la victoria, pero los casi 40 mil representantes del pueblo canalla jugaron, cantaron, alentaron y armaron el mejor carnaval, como desde hace casi 115 años.
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Lucho entre Paquito y Pillín, y el Chelito, en el mismo paravalanchas.

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