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 domingo, 03 de octubre de 2004

Sale a la luz otro relato que apunta a Lo Fiego
Un odontólogo que vive en España ratifica el violento accionar del represor detenido por la causa Feced

Javier Felcaro / La Capital

La reapertura de la causa Feced, que detalla el accionar de la represión ilegal en Rosario durante la última dictadura militar, desencadenó la rápida salida a la luz de testimonios hasta ahora desconocidos, muchos de ellos centrados en un oscuro ícono de los años de plomo: el represor José Rubén Lo Fiego. Uno de estos relatos corresponde a Carlos Comba Cassanello, un odontólogo de 49 años residente en Barcelona que espontáneamente rompió el silencio para contarle su historia a La Capital.

Desde España, Comba recordó el comienzo de su pesadilla, el 3 de junio de 1976. Tenía 21 años y estudiaba en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). "Esa tarde salí de la facultad en mi Citroën 3CV y, como a los 100 metros, se cruzaron dos autos de los que bajaron varios hombres de civil, todos armados", explicó. Una denuncia anónima había señalado que desde su coche se arrojaron panfletos.

Rápidamente fue forzado a subir a uno de los autos que lo acababan de interceptar: "Me ubicaron en la parte de atrás, en el suelo. Una persona se sentó y puso sus pies encima de mí. La radio tenía el volumen bastante alto". Tras dar varias vueltas se detuvieron "en un descampado". Mientras era chupado por un grupo de tareas, su familia padeció el allanamiento de su casa.

"Me bajaron, taparon mi cara con el pulóver que llevaba y me golpearon, interrogándome al mismo tiempo. Luego volvieron a introducirme en el auto. Dimos más vueltas para después terminar en una casa, donde dejaron el coche en el garaje", continuó. El haber escuchado el ruido de aviones volando bajo hace presumir que estuvo cerca del aeropuerto ubicado en Funes, como consta en los testimonios de otros sobrevivientes.

A los pocos minutos comenzó el horror: "Me colocaron una cinta adhesiva cubriendo los ojos y me trasladaron hasta una habitación. Sobre una mesa, estaqueado y desnudo, empezó el interrogatorio, picana eléctrica mediante".

Comba hizo hincapié en que durante las cuatro sesiones de tormentos que sufrió "esa misma noche" se quedó una persona "charlándome". Fue su primer contacto con Lo Fiego (alias El Ciego o Mengele).

"Luego me volvieron a subir al coche y dimos más vueltas. Estábamos otra vez en la ciudad. Yo permanecía en el piso, vendado, pero escuchando a algunas personas y el ruido de un portón", prosiguió. Había llegado a la entonces Jefatura de Policía rosarina.

El nuevo viaje finalizó en una habitación ocupada por "otras dos personas, una mujer y un hombre, también vendadas". Por la mañana ingresó un hombre que lo hizo poner de pie y le quitó la cinta que le obstaculizaba la visión para cambiarla por un trapo.

"Yo aprendí a no mirar a la cara, pero él me dijo que lo hiciera, que no tuviera miedo. Era la misma voz que había escuchado la noche anterior, entre las sesiones de torturas. Por primera vez lo vi a Lo Fiego", afirmó.

Comba pasó cinco días en esa habitación, en el suelo y vendado. Lo Fiego "entraba, nos hablaba, ablandaba y amenazaba con que volverían las torturas". Por eso, "con cada ruido que escuchábamos sabíamos que eran ellos cuando regresaban; esperábamos cada minuto a que llegaran y revivíamos por horas la picana".

Un trapo devenido en rudimentario rosario de diez nudos fue la excusa que detonó una breve conversación con el represor: "Un vez Lo Fiego entró justo cuando yo estaba rezando. Así pude saber que había ido a un colegio de curas, el Sagrado Corazón".

Al sexto día Comba fue llevado a "un calabozo ocupado por unos veinte hombres sin vendas, donde se podía hablar". Uno de ellos le pidió que le relatara su historia porque había estado una persona "contando" lo que le pasó.

"Apenas le empiezo a dar detalles, esa persona me dice: «Ya sé, es Lo Fiego. Era compañero mío del colegio, el gordo del que se mofaban, un muy buen alumno». Así me enteré de su apellido", reveló. Poco después, mientras su entorno se movilizaba y hacía gestiones, quedó libre.

"Mi familia sabía el nombre de Lo Fiego por mí, pero ahora conoce su cara. Yo la volví a ver (publicada por este diario) después de 28 años. La Justicia lo investiga y tiene un defensor... Tiene más suerte que yo: mis declaraciones eran con electricidad, vejaciones, vendas, amenazas y golpes", aseguró Comba, quien aclaró que a su testimonio lo ratificaría "donde fuera".

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