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 domingo, 03 de octubre de 2004

Para beber: Valor y precio

Por Gabriela Gasparini

En toda actividad hay voces que merecen ser escuchadas más que otras. Son esas donde las palabras tienen el invalorable soporte de la experiencia y el buen camino recorrido. Es el caso de Adriano Senetiner, titular de la bodega Viniterra, un proyecto que nació hace seis años, que está en constante desarrollo y en el que se destaca una cuidadosa elaboración basada en el convencimiento de que la cantidad suele atentar contra la calidad, y la incesante búsqueda de nuevas propuestas que satisfagan a los más variados consumidores, conceptos que han contribuido a consolidar aún más el respeto del que este pionero ya gozaba en el mundo vinícola.

De visita en Rosario compartiendo sus vinos en amable charla desgranó su parecer sobre temas que alguna vez tocamos en esta columna. Hombre de sonrisa fácil y amable, no dudó en dar su opinión sobre esos valores que nos sorprenden al acercarnos a una botella con inocente intención de compra y que suelen dejarnos aleladas. Persuadido de que no es lo mismo valor que precio manifestó: "En términos de visión actual del mercado de vinos finos, encuentro que en general hay una gran dispersión de precios que a veces no coinciden con la calidad de los contenidos. Se pueden conseguir vinos de excelente calidad que no superen los veinticinco, treinta pesos, y que satisfagan por igual a comerciantes y bodegueros. Eso hace al mercado del vino fino, y todos los demás pueden llegar a ser o vinos muy, muy sofisticados, muy buenos, de altísima calidad o en otros casos todo lo contrario, cuando no hay una calidad equivalente con los precios. A veces hay vinos que están sobrevaluados. Hablo de dispersión por no decir confusión, pero naturalmente hay excepciones, son más los vinos de alto precio que constituyen un valor de calidad y precio adecuado que los que no son así. El mercado por la misma evolución de selección y por la capacidad de decidir del consumidor va a decantar lo que vale de lo que no".

A lo largo de la reunión también ponderó la incorporación de un interesante número de cepas que se están sumando a las tradicionales: "La oferta de los bodegueros cada vez se amplía más en términos de variedades nuevas que salen al mercado, que son muy buenas propuestas que abren el escenario, el espectro de selección del consumidor de vinos, y que no son tan frecuentes de encontrar. Por ejemplo, estos que recién están ingresando al mercado como el Pinot Grigio, el Montepulciano o el Carmenere que vamos a sacar nosotros dentro de poco. Hay una cantidad de variedades, de propuestas nuevas que le dan al comprador la posibilidad de satisfacerse".

La sorpresa de que la uva insignia chilena fuera incorporada a sus propuestas vinícolas nos llevó a indagar sobre las características que tendrán estos vinos, y si existe una diferencia que pueda marcarse como sustancial en relación a los caldos chilenos. Y la verdad, es que la respuesta nos sumió en estado de ansiosa espera: "Según nuestra experiencia, dado que tenemos esa variedad desde hace unos cinco o seis años y recién éste lo hemos vinificado en cantidad importante, los resultados son definitivamente alentadores porque el Carmenere argentino en este momento se puede asegurar que es mejor o tan bueno como el mejor de los chilenos. Dado que en Chile es la uva emblemática se puede decir que en Argentina se produce un Carmenere de altísima calidad". En síntesis, un encuentro enriquecedor que valió la pena.

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