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 domingo, 03 de octubre de 2004

Beatifican a religiosa italiana que ejerció su apostolado en La Plata

El Papa Juan Pablo II beatifica hoy a Sor María Ludovica de Angelis, la religiosa de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, que ejerció una destacada tarea humanitaria en el Hospital de Niños de la Plata, que lleva su nombre. La ceremonia se realizará a las 10, hora italiana (5 de Argentina), en la Plaza de San Pedro, hasta donde llegará una importante delegación de argentinos.

El secretario de Culto, Guillermo Oliveri, consideró ayer que, si bien la religiosa era de nacionalidad italiana, "lo más importante es que realizó toda su tarea evangelizadora en La Plata, donde logró un hospital modelo para los niños".

"Es un paradigma de los argentinos", destacó el funcionario nacional en declaraciones radiales desde Roma.

Oliveri anticipó que a la ceremonia de beatificación asistirá la niña que se recuperó milagrosamente por intercesión de Sor María Ludovica. También el médico que comprobó ese milagro.

Además, estará el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, quien como ordinario del lugar donde vivió la religiosa será el postulador ante el Pontífice de la gracia de la beatificación.

"Antonina -tal su nombre de bautismo- no hubiera llegado a ser lo que fue, esa personalidad relevante, esa gran impulsora de la salud pública de los niños, si no hubiera sido santa. Lo que le dio grandeza fue su pequeñez. Desde su pequeñez humana respondió con fidelidad a la gracia de Dios", expresó el prelado.

Si bien el proceso de beatificación de Sor María Ludovica comenzó en 1987, recién en diciembre pasado la Congregación para las Causas de los Santos reconoció un milagro por su intercesión.

Se trata de la curación "científicamente inexplicable" de una niña platense que nació 1988 con espina bífida, las vías urinarias, vejiga y un riñón deteriorados, y las piernas inmovilizadas.

Ante este cuadro, los padres llevaron a la niña hasta el panteón del cementerio local, donde se encuentran los restos mortales de la religiosa y, tras colocarla junto al féretro, comenzaron a rezarle. Inesperadamente, la enferma se apoyó en el ataúd y se puso de pie.

A los 20 meses caminó normalmente, su vejiga y riñón sanaron, y no fue necesaria la intervención quirúrgica que había sido programada. (DyN)

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