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 domingo, 12 de septiembre de 2004

Breve reseña de la perversidad de la "patota"

"Entre las personas que tengo plena certeza de la participación directa en mi tortura estarían el oficial Lo Fiego, que se hacía llamar Ciego o Mengele; era quien dirigía los operativos de tortura y hacía las recomendaciones médicas a los detenidos por ser una avanzado estudiante de medicina. Otro oficial que participaba era apodado el Cura. A estas dos personas las vi en un momento en que me sacaron las vendas y me limpiaron unas adhesivas que tenía en los ojos para sacarme una fotografía para un sumario". El testimonio de Eduardo es uno más de los que constataron la presencia de José Rubén Lo Fiego y Mario Alfredo Marcote en el Servicio de Informaciones.

Los dos están ahora detenidos y negaron los cargos que se le imputan, a pesar de las enormes evidencias que existen en su contra. Es más, Lo Fiego estuvo el jueves pasado casi once horas declarando en el despacho del juez Omar Digerónimo y rechazó cada una de las acusaciones. Lo mismo hizo Marcote, aunque en menor tiempo.

Lo Fiego, Marcote, José Carlos Antonio Scortecchini (otro de los detenidos), más los que están prófugos y los que todavía no fueron llamados a declarar, conformaban la tristemente recordada "patota de Feced", como los definieron los organismos de derechos humanos.


Reconocimientos
Este grupo detenía a las víctimas preferentemente de noche. Cuando resultaba necesario, solicitaban "área libre" para asegurarse de que ningún otro personal de las fuerzas armadas o de seguridad interviniera en la zona. Los policías se llamaban entre sí por medio de apodos, por lo que fue necesario para los sobrevivientes participar de rondas de reconocimiento para identificar a quienes los habían torturado. Por esta metodología se pudo conocer a varios de los represores que hoy son acusados.

La perversidad de la patota está registrada en testimonios elocuentes, como el que consta en la foja 783 de la causa: "Entre ellos, cuando se dirigían a torturar, se manifestaban sobreexitados. «Hay trabajo», decían, y ponían las radios y música y dialogaban acerca de repartirse lo que habían robado".

Algunos detenidos relataron haber visto objetos de su propiedad en el escritorio de quienes los interrogaban. Así se desprende del testimonio que figura en la página 94 del voluminoso expediente: "En la mesa de trabajo, Feced tenía una radio de mi propiedad que reconozco fácilmente porque había sido pintada por mi hija con lápices".

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