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 sábado, 04 de septiembre de 2004

Blumberg y la sociedad

Con el respeto que me merece el señor Lalo Puccio quiero responder a su carta "Blumberg y Castells, película repetida" que publicara La Capital el 29 de agosto del corriente año. Las atrocidades que rodearon el martirio y la muerte de Axel Blumberg son la evidencia más descarnada y execrable de la conducta humana. Fue, sin reparos, una muerte injusta impuesta por esa lacra de la sociedad atrapada en desviaciones morales y alucinantes y reñida con los más elementales y sagrados códigos de la vida. La actitud de su padre, ante la aberración consumada por bestias solapadas, ha sido la que hubiese podido asumir cualquier padre a quien la muerte de un hijo, en cualquier circunstancia que fuere, le arrebata el alma y los deseos de vivir. Pero Juan Carlos Blumberg se rehizo ante una realidad ineluctable y salió a reclamar a las autoridades por más seguridad para que tales hechos no se repitiesen y a sacar de su letargo la conciencia de la sociedad. ¿Qué padre no hubiese deseado ocupar el lugar de su hijo expuesto a una situación límite? ¿Qué padre no ve en sus hijos la continuidad de sus sueños? Es impensable y tiene perfiles de crueldad, argumentar que Juan Carlos Blumberg soborne sus propias lágrimas a expensas de su hijo muerto; porque ello es facultad de seres hipócritas y abominables. El infortunio de quien llora no está en las lágrimas que derrama, sino en las alegrías que pierde. Tampoco es admisible que "hace rato que dejó de luchar por la memoria de su hijo muerto" Estas luchas, señor Puccio, se libran en la intimidad de los silencios. Debemos admitir que, con defectos y con virtudes, estamos ante una eclosión social que -por vías de la democracia-aspira a un mejoramiento de la sociedad a través de sus instituciones y a la adecuación de sus leyes a tiempos y circunstancias. Los sesgos políticos se desprenden por decantación y por la injerencia de las áreas respectivas del gobierno. Tampoco es desechable el criterio de que éstas hagan hincapié en la politización para desviar o atenuar responsabilidades e impotencias. Por lo demás, señor Puccio, no creo que Blumberg aliente aspiraciones políticas ya que, en nuestro país, es una institución diabólica destinada, en realidad, a ser la tumba de la escasa moral que posee el hombre.

Mario Torrisi

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