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 domingo, 29 de agosto de 2004

Blumberg y Castells, película repetida

Enmascarados en una dialéctica discursiva, que en el fondo oculta actitudes totalitarias e intolerantes, Juan Carlos Blumberg y Raúl Castells, desde aparentes arcos ideológicos opuestos, despliegan sobre la sociedad argentina sus acciones políticas más retrógradas y antidemocráticas. Porque qué otra cosa, sino política -aunque la palabra "política" les duela, sobre todo al señor Blumberg- están haciendo estos paladines de la verdad, la justicia y el bienestar común; pero eso sí, todas estas virtudes juntas, siempre y cuando las cosas se hagan como ellos quieren. Porque de lo contrario, Castells se hace meter preso y Blumberg llora fácilmente el asesinato de su hijo. Con Raúl Castells, la cuestión es simple. Este hombre que (junto a Néstor Pitrola, del Polo Obrero) maneja más de 57 millones de pesos anuales en Planes Jefes y Jefas, defiende sus intereses políticos y económicos metiendo presión social como método. No tiene la más mínima intención de discutir absolutamente nada con nadie. Castells no juega el tradicional juego de la política democrática, porque no le interesa ni le conviene: amenaza con ir a elecciones, y cuando éstas se aproximan hace lo imposible por terminar preso para culpar al gobierno, todo enmascarado detrás de la inobjetable razón de justicia social por la cual él asegura luchar. Castells jamás pondrá en juego en las impredecibles urnas su metodología y su prédica política; por eso seguirá cortando rutas, tomando casinos, hospitales o quemando la mismísima casa de gobierno, si fuera necesario. Blumberg, por su parte, disfrazado de adalid de la democracia, deplora sin embargo la palabra "política", e insiste en que todo lo hace por su hijo muerto y se autodefine como un simple vocero de la gente. Sin embargo, sus peticiones, envalentonadas por un cuerpo legislativo que jaqueado por el descrédito social le aprobó sin miramientos sus primeros reclamos, ya no se conforman con la cuestión de seguridad: ahora van por más. No quiere las listas sábana; quiere el voto electrónico; una ley de financiamiento de partidos políticos, quiere reglamentar la ley de información pública. Esto, ¿es o no es hacer política? Pero claro, cuando desde algún sector que no acuerda con él lo critican o le boicotean sus marchas, lagrimeando, no duda en gritar que es la sucia política la que lo quiere hacer fracasar. Si hacen lo que yo quiero son buenos, de lo contrario son lo peor de lo peor. Este es el razonamiento reaccionario e intolerante de Blumberg, que hace rato dejó de luchar por la memoria de su hijo muerto. Como vemos, Blumberg y Castells juegan el viejo y conocido juego de la democracia, siempre y cuando ganen. Cuando pierden o empatan, les aflora el verdadero espíritu de su ideología. Esta película los argentinos ya la vimos con otros actores. ¿Habrá muchos que quieran verla de nuevo?

Lalo Puccio



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