Año CXXXVII Nº 48410
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Salud 02/06
Autos 02/06
Turismo 30/05
Mujer 30/05
Economía 30/05
Señales 30/05


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 06 de junio de 2004

Nada para esconder, nada para proclamar

Eduardo César Mutazzi (*)

Así se expresaría, lacónicamente, Foucault si le preguntaran sobre la (su) homosexualidad. En principio, porque la pretensión del filósofo crítico a través de su última obra, "Historia de la Sexualidad", no era hacer la historia de las exclusiones de cuerpos, de las prohibiciones morales, de la represión sino por el contrario poner en tela de juicio la propia concepción moderna de sexualidad.

  Al mismo tiempo que poner en evidencia que no existe ningún texto o disciplina que pueda expresar una verdad sino que las sucesivas concepciones que la humanidad tuvo sobre la sexualidad no evidencian una adecuación de la cosa en sí y el discurso.

  Este último proyecto del pensador francés dice que no es suficiente con saber cuáles han sido las formas sucesivas impuestas por la reglamentación al comportamiento sexual, sino cómo ese comportamiento sexual ha devenido no solamente en una práctica sino igualmente en teorías.

  Su pregunta finalmente no es ontológica, no preguntar qué es la sexualidad sino cómo ha sido posible para el hombre moderno y occidental explicar que busque su verdad en el deseo o gusto sexual.

  En sus anteriores obras, como "La arqueología del saber", Foucault critica la idea de una verdad en las cosas, la existencia de una adecuación a la realidad, que la locura no se limita a la enfermedad mental de la psiquiatría, ni que el poder siempre es represor sino productor de formas disciplinares para la sociedad.

  En "Historia de la Sexualidad", sobre todo los dos últimos libros, presenta tres "dispositivos" a lo largo de la historia: los placeres de los antiguos; la relaciones de la carne de los cristianos y el sexo de los modernos. Y su insistente pregunta de por qué en la modernidad el gusto sexual define a la personalidad del individuo.

  Foucault coloca que el gusto sexual "no debería definir a un individuo más que el hecho de que la primera o segunda letra del nombre pertenezcan a la primera o segunda parte del alfabeto".

  El intelectual, crítico frente a los movimientos de las minorías tenía una clara posición: "Para mí, la sexualidad es un affaire de modo de vida, eso remite a la técnica de sí (estética de existencia). Jamás esconder un aspecto de su sexualidad, ni acentuar la cuestión del secreto me parece una línea de conducta necesaria que no implica por lo tanto que debamos proclamar todo".

(*) Doctor en Salud Mental

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

Notas Relacionadas
Apuntes para una genealogía de las diferencias sexuales


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados