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 domingo, 06 de junio de 2004

Perspectivas
La atracción por los opuestos: Otra mirada sobre Leopoldo Lugones
La socióloga María Pía López analiza a un intelectual que fue ateo y creyente, racional y esotérico, libertario y fascista

Jorge Boccanera

El ensayo "Lugones: entre la aventura y la cruzada", de la socióloga María Pía López, estudia los corrimientos antagónicos de un intelectual que fue socialista y nacionalista, ateo y creyente, hombre racional e indagador de las ciencias ocultas, monógamo proclamado y protagonista de un amor clandestino.

La vida de Leopoldo Lugones, armada sobre una sucesión de énfasis contrarios que lo llevaban a abjurar de aquello a lo que había adherido fervorosamente un tiempo atrás, ha sido el eje de muchos libros de investigación, que han capturado la atención por encima incluso del análisis de su obra literaria.

A este registro bibliográfico López suma ahora este ensayo, que acaba de editar Colihue en su colección "Puñaladas", donde analiza el lugar del intelectual articulado a la organización del Estado, el paso marcial de un Lugones que se siente por delante de un país que, dice, no lo merece, y una disciplinada visión ajustada a las jerarquías del censor y el moralista.

Autora de los ensayos "Mutantes. Trazos sobre los cuerpos" y "Sábato o la moral de los argentinos" (en colaboración con Guillermo Korn), la investigadora sostiene que en la figura de Lugones se agota un tipo de intelectual.

"Bueno, se agota un tipo de vínculo entre el intelectual y la política, bajo el supuesto de que el intelectual tiene una voz autónoma -la imagen de la torre de marfil que difunde el modernismo- y desde su soledad ejerce el poder de orientar los asuntos públicos", explica la autora, integrante del grupo editor de la revista El Ojo Mocho.

"Lugones, que aspiraba a eso -precisa López-, lo cierra trágicamente con el suicidio: esa vida definida a partir de la afirmación de la soledad y de la jerarquía, con un gran desprecio a las capacidades colectivas".

Para López "hay algo de bloqueo de la acción en Lugones: esa vocación por lo grandilocuente y por el orden. Uno encuentra cierta predisposición a la aventura en tramos de su obra, en apuestas teóricas o en decisiones biográficas, pero que termina obstaculizada, impedida, por sus elecciones más fundamentales".

Es clara la simetría que busca Lugones respecto a Sarmiento: "En la «Historia de Sarmiento», se ataja. Dice algo así como «no crean que estoy hablando de mí». Pero está hablando de él mismo, en especial respecto del tema del no reconocimiento de las masas y de la gloria posterior -la aspiración del poeta".

"Sarmiento es su héroe cuando imagina la fundación de la nación alrededor de la pluma -apunta la investigadora-. Ya no lo será en los 30, en que la utopía lugoniana no es la de un país escuela sino la de un país-cuartel".

"Lugones..." es el rastreo de un hombre contradictorio, de un converso. "Y como todo converso, demasiado enfático. Cada vez que cambia de posición, lo dice a los gritos, porque se convierte en un cruzado de su nueva elección. Hay muchas continuidades bajo esas variaciones, pero es claro que para 1920 va despojándose cada vez más de toda tentación libertaria, hasta su última conversión, la que lo hace un católico con nostalgias medievales".

Resulta por demás interesante la utopía medieval que moviliza a Lugones -según la autora-: "una Argentina de caballeros y cruzadas, un país de campesinos, guerreros y poetas: el Lugones de los últimos años de su vida reivindica la Edad Media".

En ese sentido, "se imagina cruzado y rinde culto a la dama. Obligado a la castidad la argumenta culturalmente: es el Dante frente a Beatrice. En términos políticos es la Argentina del idilio rural, que ya estaba dicho en «El payador»: un país cuyas fuerzas organizadoras son la oligarquía, Roca y Lugones", explicita López.

El Lugones "todólogo" es, dice la ensayista, el aspecto más delirante del protagonista de su libro: "La idea del plan que lo contenga todo. Basta leer «Didáctica» (1910) donde no se salvan ni el color de las paredes ni el tipo de ladrillo de las escuelas; mucho más en «La grande Argentina» (1930) donde la planificación se extiende al país: los juegos, las vacunas, las industrias".

"Hay algo de omnipotente en esa voluntad -considera López-, porque cuando Lugones escribe cómo tienen que ser las escuelas no toma en cuenta que ya existen escuelas, como si la realidad pudiera ponerse en suspenso y crear todo nuevo. Sigue pensando la Argentina como desierto, sobre el cual imprimir su plan".

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