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 domingo, 16 de mayo de 2004

Cien razas distintas compiten en la muestra nacional del Rosario Can Club
Eligen entre 470 perros de pedigree a los más vistosos y útiles
El certamen empieza a las 9 en el Liceo de Funes

Recorren la pista con la misma prestancia que una modelo camina la pasarela: el pelo brillante, el cuerpo contorneado, pero no sonríen, ni usan tacos, a lo sumo ladran. Se trata de los 470 perros y perras de pedigree de cien razas distintas, que entre ayer y hoy se congregaron con su criadores y handlers (quienes se encargan de exhibirlos y no necesariamente son sus dueños) en las exposiciones y competencias nacionales que organizó el Rosario Can Club en el Liceo Aeronáutico de Funes (avenida Fuerza Aérea 1901).

Hoy se muestran nueve categorías, entre las que competirán desde los terrier y salchichas hasta los perros de trineo, de caza y de compañía de la talla de los chihuahuas y pequinés. Y habrá competencia de adiestramiento en rastro, obediencia y guardia. A partir de las 18 se celebran las finales y se exhibe la muestra de fotos "Perros de raza". La entrada es libre.

Para los profanos a la actividad cinológica (abocada al estudio de los perros), comparar la competencia de cachorros con un desfile de modas es inevitable. Es que allí se trata de mostrar lo más lindo del perro y, por supuesto, saber disimular sus defectos. Entre los más groseros están los dientes o pelaje en mal estado o una contextura muy voluminosa para una hembra, porque según los especialistas no está bien que se vean "machonas".

Mostrar y esconder. Esa es la tarea del handler, según explicó ayer a la La Capital una integrante del Rosario Can Club.

Compitieron ayer los perros del grupo II (los de guardia como el boxer, rottweiler, dogo argentino, schnauzer y bull dog, entre otros). Se los vio entrando en grupos y en tres pistas distintas (una para cada raza, sexo y edad).

Cada uno iba con su respectiva correa, de la mano de su handler. Y lo que sigue son las generales de la ley. El perro se para unos segundos ante el juez, quien lo inspecciona minuciosamente de acuerdo a un estándar (ideal de raza). Primero se le mira la cara (la expresión, la forma de los ojos y la boca) y en forma particular los dientes, luego la inserción del cuello, el lomo, el aplomo (cómo se para sobre sus patas y manos) y la cola.

Después viene la pasarela propiamente dicha. Los perros deben caminar un trecho ida y vuelta y luego correr en redondo, siempre bajo la mirada atenta del juez, quien les dicta un puntaje a los planilleros.

Toda esa escena dura unos pocos minutos, en los que es importante que el perro se mantenga quieto (que ladre a rabiar o se pelee con otro sería un papelón). Luego le llega a la modelo el premio de rigor: una galleta para perros o un trozo de hígado hervido y disecado. Más tarde será el turno (hoy precisamente) de los galardones en la forma de cintas.

Pero lo que no deja de ser vistoso es el antes y después de la competencia. Los handlers montan verdaderos campamentos en los que no sólo llevan al perro, sino el alimento balanceado, el canil o caja de transporte, lugar donde los perros de exhibición aprenden a viajar, dormir y hacer prolijamente sus necesidades.

Es que la pulcritud y el glamour son en este ámbito un valor preciado: los perros y perras deben estar prácticamente lustrosos y para eso el handler lleva consigo todo el material de peluquería: cepillos, tiza en aerosol para teñir el pelo, aceite capilar para dar brillo, champúes y secadores. Y algo imprescindible: aerosol antideslizante para colocarles en las patas segundos antes de la exhibición.

En estas competencias no se venden animales, pero desde el Rosario Can Club informan cómo y dónde comprar sin perjuicio de estafa y que lo importante es conocer bien la raza, su árbol genealógico, descartar cualquier enfermedad y saber que "no todo perro es para todo dueño".

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En competencia. Los handlers lucieron tan impecables como los rottweiler.

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