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 domingo, 28 de marzo de 2004

¿Te acordás, hermano?: El Mago Haroldo
Miguel Luis La Rosa heredó el apodo de un personaje de la noche de los 50, otro malabarista de la redonda

Miguel Pisano / Ovación

Le decían el Mago Haroldo por un personaje de la noche rosarina de los 50, que no se cansaba de hacer jueguitos con la pelota en los recordados Varieté Avenida y Casino. Y ahora, que canta 73 años hidalgos mientras comparte con Ovación un café con innumerables anécdotas, el ex half derecho Miguel Luis La Rosa recuerda que fue uno de los pocos jugadores que pasó directamente de Central a Newell's, en épocas en las que había espacio social para ese extraño tipo de transferencias, sobre todo en esta brava ciudad.

Haroldo nació el 13 de setiembre del 30 en Mendoza y Barra, pero a los seis años se mudó a la casa de los abuelos, en Tupungato al 600, el corazón de Saladillo, que por entonces era un montón de quintas y campos con un puñado de casas diseminadas en el verde, en esas cuadras que son, lejos, las más largas de Rosario.

-¿Dónde empezaste a jugar?

-Había canchas por todos lados, en una manzana de esas dimensiones había dos o tres casas. Mi escuela de fútbol fue el colegio del Ministerio de Obras Públicas, que había implementado con el ministro Pistarini escuelas de aprendices, donde me eduqué y aprendí el oficio de ajustador mecánico. Y el club lo hicimos nosotros. Hacíamos desafíos con otros cursos y otras escuelas como el Industrial (el Politécnico) y el Nacional (el 1). El semillero que salió de ahí fue de primera: el Indio Morales, centrojás de Córdoba; los hermanos José y Angel Echevarría, fulbá y half derecho de Ñuls. El Negro Morales era un referente, un exquisito.

-¿Como Redondo?

-Para mí, mejor.

-¿Cómo llegaste a Central?

-Yo había firmado en la quinta y había practicado de 5, pero fui a jugar un partido contra Central Córdoba y cuando llegué el 5 era otro, algo muy común en ese tiempo, y pusieron a otro. Y como faltó el wing derecho me pusieron de wing, pero cuando terminó el partido agarré al delegado y le dijo que no iba a ir más. Y me fui a jugar torneos de siete.

-¿Cómo eran aquellos torneos?

-Yo siempre digo que ahí nos hicimos fuertes porque había que jugar cinco o seis partidos en un día, si llegabas a la final. Las dimensiones de la cancha son parecidas y los espacios se agrandan.

-¿Y por qué volviste?

-Porque tres o cuatro años después estaba jugando un torneo de siete y me vio el delegado de la cuarta especial, don Funes, y me preguntó si estaba sin club y me llevó. Con Felipito Chavetta, que era el que la rompía en esa cuarta especial, al Negro Funes le decíamos "El jefe de los chorros" porque andaba siempre con traje blanco y sombrero negro.

-¿Cuándo debutaste?

-Debuté en el 49 contra Chacarita en Buenos Aires porque faltó Pepe (Minni), el 5 de la primera, y yo era el 5 de la reserva. Y en el partido siguiente jugué con Banfield porque había llovido y me agarraba en el barro. Pero ojo que los muchachos estaban chivos porque Pepe era el titular. Tenían razón, pero ganamos 2 a 1.

-¿Cómo formaban?

-Bottazzi; Aressi y Vairo; Inveninnato, La Rosa y Fogel; Gauna, Massei, Rosa, Appicciaffuoco y el Cartero Portaluppi. Me acuerdo que Portaluppi chocó con Granero, el arquero de Banfield, y con la rodilla le abrió la ceja y si lo mirabas desde arriba se le veía el ojo. Lo llevaron al hospital, lo suturaron, lo vendaron y volvió a atajar en lugar del Petiso Caparelli, que jugó una barbaridad.

-El Beto Ducca me contó que eras su hermano del fútbol.

-Porque con el Beto Ducca fuimos muy compinches, muy amigos. Su debut fue muy especial porque le hicimos nueve goles a Tigre, donde atajaba Rugilo, el León de Wembley. Recuerdo que había barro y le gritaba "Dale, dale, dale" y él corría y tiraba el barro para atrás como los autos. Y hoy nos acordamos y nos reímos porque siempre hubo una comunicación y un diálogo muy buenos.

-¿Por qué Haroldo?

-Felipito Chiavetta, el 10 de la cuarta especial, me puso Haroldo porque me gustaba dominar la pelota y siempre traté de tener una buena conversación con la redonda. Hacía muchísimos jueguitos con la pelotita de maíz, con la pelota y hasta con una moneda hasta con la frente, pero nunca pude hacer era lo que hacía Haroldo, el tipo que trabajaba en los varietés: agarraba la pelota, la tenía en el pie, la levantaba y con el pie daba la vuelta a la pelota y la agaraba de nuevo. Era impresionante la velocidad de la pierna, yo lo intenté mil veces y no pude.

-¿De Central a Newell's?

-Sí, porque a los 30 años tenía ofertas de Chile y Colombia cuando me quedé con el pase, pero el técnico de Newell's, don Gerónimo Díaz, me dijo que me quedara y me llevó de suplente de los fulbás Peanno y Sacchi, y jugué dos años. Y jugué en el equipo de la gran delantera de Belén, Cantelli, Pontoni, Morosano y Ferreyra, que corría la pelota y tiraba el centro para atrás. l

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