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 domingo, 28 de marzo de 2004

Los cambios de hábitos en la alimentación

Las comidas desequilibradas en nutrientes, rápidas y saturadas en grasas, pueden provocar en un breve plazo, graves problemas arteriales en los niños. Pero también comer en horarios desordenados, o saltear las comidas, tiene importantes consecuencias.

Los padres tienen muy poco tiempo para compartir las comidas con sus hijos, especialmente el desayuno y el almuerzo. El hábito de la leche y las tostadas se perdieron junto a las tertulias que se organizaban alrededor de la mesa. La familia se levanta con el tiempo justo y los integrantes salen apurados: los papás hacia el trabajo y los chicos al colegio. Y un gran porcentaje de ellos, lo hace, en el mejor de los casos con media taza de leche en la panza y alguna que otra galletita.

Hay veces que los chicos directamente no desayunan o presentan grandes malestares cuando toman un vaso de leche, tales como descomposturas o mareos. El problema radica en que es una comida poco elaborada, que se ingiere con apuro y generalmente no se comparte entre la familia. El estrés de los padres, el nerviosismo por salir lo más rápido posible para no llegar tarde, fomenta a que se tome el té, café o leche, de pie y a las corridas, mientras al mismo tiempo se realizan otras tareas. Estos rasgos que acompañan al desayuno provocan malestar al niño, que se rehúsa, en la gran mayoría de los casos, a comer, explica la doctora Carmen Mazza, pediatra nutricionista y jefa del Servicio de Nutrición del Hospital Garrahan de Buenos Aires.

Para que no ocurra algún trastorno alimenticio es fundamental que durante el día, las personas coman entre cuatro y cinco comidas. Y, como dato saludable, hay que saber que entre una y otra el organismo se prepara para incorporar nuevos nutrientes que aporten energías. "Si bien el desayuno es importante y debe elaborarse en forma equilibrada porque antecede a la actividad principal del día, ya sea en los adultos el trabajo y en los niños la actividad intelectual, todas las comidas aportan los nutrientes necesarios para el funcionamiento ordenado del organismo".

Dieta ideal

El desayuno debe contener: hidratos de carbono lentos que permanezcan el mayor tiempo posible en el organismo del niño, de modo que aporten la energía suficiente como para que le permita estar lúcido en el aula (galletitas, cereales, pan). Pero también son fundamentales las proteínas (leche) y si es posible agregar mermelada, jugo de frutas o frutas crudas.

El desayuno programa al organismo para la selección de alimentos del resto del día. Si sólo se comió por la mañana hidratos de carbonos, en las comidas siguientes el organismo necesitará y pedirá incorporar proteínas. Las comidas rápidas que no están procesadas en la casa como las hamburguesas o las salchichas, tienen alto contenido de grasa de mala calidad, saturadas, que son las causantes de futuras enfermedades de un niño.

El problema de las comidas rápidas que tomaron el nombre de occidentales, no es sólo su excesiva cantidad de grasa sino también su carencia de nutrientes vitales, tales como las fuentes de proteínas, vitaminas y minerales que se encuentran en las frutas y hortalizas frescas.

"Es preferible un almuerzo humilde pero elaborado en casa y que integre gran variedades de alimentos: proteína animal (carnes rojas, pescado, pollo o huevo) hidratos de carbonos lentos que otorguen energía como la papa, polenta, puré o fideos, por ejemplo; minerales y vitaminas en ensaladas y jugo de frutas, o en otras verduras (generalmente económicas) que pueden ser preparadas en forma de guiso: un almuerzo económico y exquisito para el organismo del pequeño", expresa Mazza.

Frutas y verduras

La primera consecuencia en una dieta alta en grasa saturada es la tendencia a la obesidad. En todo el mundo está en aumento. En general, en todos los pueblos ricos y pobres se fue reemplazando las comidas menos procesadas como pueden ser las frutas, verduras, fibras y legumbres, por las comidas muy procesadas y que contienen alto nivel de grasa. Un poco indignada, la especialista comenta que "lamentablemente se impuso el tipo de comida occidental: rápida y barata, que ha ido en detrimento del hábito familiar. Además, las comidas industrializadas son acompañadas por un fuerte marketing que provoca atracción en los niños. Con esto no quiero decir que esté mal que los pequeños coman hamburguesas o salchichas, sólo creo que debería ser una alternativa más dentro del menú semanal".

Otras de las tantas consecuencias de estas comidas (que toma dentro de la sociedad el nombre de comida chatarra) son las complicaciones que se asocian a la obesidad.Aumentan los lípidos en sangre y por ende hay una suba en el colesterol y en la presión arterial. Y si el niño tiene antecedentes hereditarios puede desarrollar diabetes. Entonces -continúa- "la madre de un niño obeso tiene que saber que la obesidad es una condición patológica que puede llevar a enfermedades crónicas. El pequeño debe ser evaluado en algún momento de su crecimiento para descartar cualquier tipo de riesgo o complicación futura".

Comidas necesarias

Ninguna comida debe recibir el rótulo de la más importante, asegura la doctora Mazza. Ni siquiera el desayuno, que es la comida que antecede a la actividad capital del día. Hay cuatro comidas diarias que deben ser ingeridas. Y el mal hábito de saltear el almuerzo provoca desórdenes importantes, uno de ellos es el error de cargar la cena con abundantes alimentos.

La cena debe ser una comida igual a las demás. Sin embargo, hay que tener presente el horario de descanso. No es conveniente que el niño coma muy tarde, porque no dormirá las horas adecuadas para su restablecimiento físico y psicológico. Ni tampoco que se acueste inmediatamente después de la cena ya que puede provocar trastornos en el sueño. "Es fundamental que entre la comida nocturna y el descanso exista una hora de actividad que ayude a metabolizar los alimentos", afirma Mazza.

Si el niño tiene que cubrir de ocho a nueve horas de descanso y también una hora de reposo entre comida y sueño, no debería acostarse más allá de las nueve de la noche ni comer más allá de las ocho. "El problema es que las familias argentinas cenan muy tarde. Luego los chicos se quedan mirando televisión y se acuestan a la medianoche. Entonces, los colegios no sólo tienen problemas con niños mal alimentados sino también mal dormidos", concluyó la especialista.

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