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 domingo, 28 de marzo de 2004

Interiores: El día menos pensado

Jorge Besso

Dentro de la larga serie de los días está claro que el día menos pensado no es cualquier día. Viendo de cerca las existencias humanas, y repasando acontecimientos y vicisitudes no son muchos los días que ameriten llevar semejante título. Es que con el día menos pensado se entiende, por una parte, el alcance de un logro muy esperado, y a la vez temido de no ser alcanzado. Es lo que se suele aplicar y practicar para uno de los días más esperados y en cierto sentido más temido, como es la graduación. También se lo puede aplicar al día de la iniciación sexual, uno de los días más pensados, y que muy bien puede transcurrir en el día menos pensado.

Cierto es que eso de la iniciación sexual es como mínimo un eufemismo, sostenido por la insistencia de seguir subordinando la sexualidad a lo genital. Cuando en realidad el psicoanálisis viene diciendo desde el siglo pasado que si hay algo no subordinable es, precisamente la sexualidad humana, poco educable y poco domesticable y fundamentalmente no previsible, a diferencia de la sexualidad de nuestros hermanos los animales, más bien muy poco creativos al respecto y bastante más normales. Es decir que la sexualidad en realidad se inicia mucho antes que el día de la supuesta iniciación en la que los genitales están invitados a la fiesta, si es que resulta una fiesta. Si ese día, es el día menos pensado, con toda probabilidad será mucho mejor.

Pero también el día menos pensado, en ocasiones toma un sentido diferente, ya que suele referirse a una inversión de los acontecimientos, a veces a una abrupta y completa inversión del curso de las cosas. Esto puede ocurrir en el trabajo, en los negocios, en la política, en el amor y por lo que vemos en estos días, también en el horror. En nuestro país, la Esma, es el horror. Como sabemos hubo muchos otros. Pero la Esma es el horror. En la historia de nuestro país tiene el terrible honor de ser el horror. Como los desaparecidos y la palabra desaparecidos estarán para siempre vinculados y asociados a la Argentina.

María Isabel y Juan son hijos de desaparecidos nacidos en la Esma. Habitualmente se los llama detenidos-desaparecidos, en una expresión que es de suponer, o es de entender, que se refiere a detenidos que han desaparecido, es decir detenidos a los que se hizo desaparecer. Ahora bien, detenidos desaparecidos es una expresión altamente contradictoria, ya que, cómo es posible que alguien esté al mismo tiempo detenido y desaparecido. Y sin embargo dicha expresión es cierta, se trata de detenidos en su desaparición, o de desaparecidos en su detención. En cualquier caso queda una certeza: jamás muertos aunque no estén vivos.

El día menos pensado, dos hijos de ellos hablaron en el lugar del horror de sus madres, luego de lo cual el presidente de la Nación pidió perdón en nombre de un Estado que en aquellos años se volvió en contra de sus ciudadanos. No cuenta en el gesto el nombre del presidente, todos lo sabemos. De la evaluación del hecho y de todas las polémicas se ocupará la historia o las historias. Hoy por hoy lo que cuenta es el acto imborrable para no borrar nada de la historia, y mucho menos el horror y el dolor.

Es muy notable que exista el día menos pensado y en cambio no exista el día más pensado. O siquiera el día mínimamente pensado. Como se puede ver en todo esto está en juego el pensamiento, en el sentido de qué lugar ocupa en esta vida nuestra cabeza, no tanto en lo que respecta a su actividad cerebral, de la cual no tenemos conciencia, sino de lo que dicha actividad cerebral posibilita, sobre todo con relación al sentido más fuerte de esta palabra tan fuerte: en definitiva el lugar que ocupa la reflexión. Pensamiento y reflexión son dos actividades clásicamente mentales, que muchas veces quieren decir lo mismo. Pero también pensamiento se refiere a una suerte de continente interior que alberga nuestros pensamientos, esto es nuestras ideas sobre las cosas. Es decir, cosas ya pensadas y elaboradas por nosotros, archivadas en el rígido de cada cual y -relativamente- a nuestra disposición. Y también cosas pensadas y elaboradas por otros, que también están en el rígido de cada cual, y que con toda probabilidad conformen la mayoría de los llamados pensamientos.

La reflexión, por su parte, suele ser el trabajo sobre estas dos clases de pensamientos, pero con una salvedad. Reflexionar quiere decir reflejar, en otros términos especular. En suma una actividad en espejo. Muchas veces somos el espejo de lo que piensa una época y circulamos por nuestro turno de vivir con la manera de pensar de esa época. Esos pensamientos son nuestros pensamientos, los de nuestra generación, como se suele decir. Pensamientos propios y no tan propios. Frente a eso viene en nuestro auxilio la reflexión. En tanto y en cuanto reflexión significa también, y quizás muy especialmente, la acción de considerar nueva o detenidamente una cosa.

Es este un ejercicio imprescindible, tanto individualmente como socialmente, esto es la puesta en consideración de lo que se piensa y de cómo se nos piensa y se nos hace pensar. Como señala C. Castoriadis, la democracia consiste no sólo en una sociedad que da sus propias leyes, sino también en la capacidad ilimitada de cuestionarlas. Habría que agregar que para que esto sea posible, en la democracia, gobierno y poder no son iguales, es decir no coinciden totalmente, como sucede en las dictaduras. Que siempre son duras, o todavía peor. El reparto del poder no sólo es esencial en y para la democracia, lo es todavía mucho más para que al menos algo de la riqueza se empiece a repartir en este mundo, y en este país, con más de la mitad de la población sumergida entre la pobreza y la indigencia. Una tarea de todos los días, el más pensado, el mínimamente pensado y el menos pensado.

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