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 domingo, 28 de marzo de 2004

Jorge Riestra: "El escritor se une con fuerza al habla porque es el idioma más vivo"
Será uno de los panelistas del encuentro

Silvina Dezorzi / La Capital

"El escritor es un captador de idioma: ha leído mucho, pero se une con mucha fuerza al habla, porque es el idioma más vivo", afirma Jorge Riestra. El narrador, que lleva publicados nueve libros, apela a la metáfora para dejar más sentado qué voces pueblan sus ficciones. "Yo vivo en la casa del idioma, una casa octogonal e infinita: en una cara hay una puerta, por la que entran los libros; las otras siete tienen ventanas, siempre abiertas, por donde entra el habla". Rosario, la ciudad que Riestra ama y sigue recorriendo, infatigable, a sus 77 años, será sede del III Congreso de la Lengua Española. Un Congreso al que este escritor ya fue invitado para participar del panel sobre "La apertura hacia la universalidad: el diálogo con otras literaturas". A su juicio, "vivimos en un mundo banal, donde se impuso la banalidad. Entonces, que haya una reunión de escritores, intelectuales, académicos para pensar sobre el idioma me parece más que importante", dice.

-Los escritores van a tener gran protagonismo en este congreso. ¿Qué papel le atribuye a la literatura en el desarrollo de la lengua y en especial del español?

-El escritor es un captador de idioma, de lenguaje, de habla. Ha leído mucho, pero se une con mucha fuerza al habla, porque ese es el idioma más vivo.

-Se anticipó, la otra pata de la pregunta era justamente qué papel le asigna al habla de cualquier mortal en el desarrollo de la lengua...

-Unamuno, un escritor bien de radio española, declaró una vez que las lenguas literarias son infecundas. No sé si es del todo cierto, porque yo me formé en los libros. Fíjese, yo ya escribía siendo pibe, pero venía de una escuela secundaria que no nos enseñó nuestro idioma, sino el español de España, salvo un poema de Lugones y un pedacito de Amalia. Nos soltó, incluso para enseñar, sin leer el siglo XX, sin Payró, Arlt, Borges. Entonces, yo arranqué de los libros y en ese sentido soy autodidacta. No sé por qué misterio empecé a rondar la Biblioteca Argentina y allí descubrí literaturas: Dovstoieski, Tolstoi, Turgéniev, y empecé a leer a los rusos. Después seguí con los ingleses, y después con los franceses. Bueno, el ideario espiritual de Romain Rolland fue la matriz de Jorge Riestra.

-¿Y cómo dialoga esa literatura con el habla?

-Mire, yo soy el idioma, como todo escritor lo es. Y tengo esta metáfora: yo vivo en la casa del idioma. ¿Cómo vislumbro esa casa? Tiene forma octogonal y es infinita. En una cara del octógono hay una puerta, por la que entran los libros. Las otras siete caras tienen ventanas, siempre abiertas: por las que entra el habla.

-Llegan las voces...

-Claro, nunca se cierran. ¿Quién inventó el idioma sino el pueblo? Ahora se incorporan términos tecnológicos, de la ciencia, las finanzas, la mayoría neologismos, y hay un gran avance del inglés.

-¿Y qué suman los regionalismos, el lunfardo por ejemplo, al idioma?

-Bueno, la Academia se está abriendo. Pero el lunfardo entra realmente al diccionario ya convertido en lengua popular argentina, cuando la clase media lo incorpora. O sea, el lunfardo embrionario en gran parte ha perecido, se cristalizó. Fijese: "pibe" es un lunfardismo de origen popular genovés, del argot. Viene de "pivetto", y por un corte natural y el hecho de que nosotros no pronunciamos la ve corta queda el lunfardismo pibe. Cuando en 1921 Chaplin filma en Estados Unidos la película "The kids", llega a España con el título "El chaval" y a Argentina con el de "El pibe". Mire qué lindo. Y la clase media argentina, tan reacia al lunfardo porque lo ve malhablado, espurio, de maleantes, prostibulario, lo empieza a incorporar. Aun cuando la escuela pública no le dio ninguna cabida, ni siquiera en los barrios. Como escritor, cuando trabajo el habla en relatos donde está la gente en las veredas, incorporo lunfardismos que lo siguen siendo y no los pongo en bastardilla.

-¿Eso fija los términos a la lengua?

-Sí, y hasta se podría reflotar una palabra. Pero hoy los que aportan mucho son los jóvenes. Aun cuando están sin trabajo y se los ve derivando en la ciudad de la noche, tienen una aptitud dinámica, abierta, que les permite y los obliga a buscar términos para situaciones nuevas. Ahora bien, muchas veces quedan confinados, sin pasar nunca al mundo de los adultos, y no se suman al lenguaje general. En cambio, con el lunfardo pasó como con el tango: él también era rechazado; pero en los años 20 una clase media nueva, inmigrantes que han hecho posición en base al comercio y no quieren que sus hijas sean amas de casa, sino profesoras de piano, de violín, de corte y confección, compra el piano , lo instala en la sala como un mueble fino, que da distinción, y las hijas empiezan a tocar. Esa chicas, que tocan "Para Elisa" de Beethoven, también se empiezan a animar con los tangos. Con ese consentimiento aparecen las partituras de "tango, canción para piano". Lo mismo ocurrió con el lunfardo.

-Y así como se habla de un español antiguo, ¿cómo se imagina nuestra lengua a futuro?

-Por supuesto, seguirá sufriendo transformaciones porque está viva. Uno se cristaliza cuando se muere, como pasa con las lenguas muertas. El idioma vivo sigue usando el ayer e incorpora, descarta y se apropia, como nosotros. ¿Qué hacemos nosotros? Con el paso del tiempo vamos descartando cosas e incorporando otras. Quizás menos, porque a medida que pasa el tiempo los escritores trabajamos más para adentro: se limita y a la vez se ahonda, y ese ahondamiento contiene algunas palabras que son siempre las mismas porque son parte del espíritu.

-¿Qué es lo que más le fascina y a la vez lo asusta del lenguaje?

-Su infinitud.

-¿Lo que más lo asusta o lo fascina?

-Ambas cosas, la infinitud del idioma me fascina y a veces me aterra. Soy un hombre que vive trabajando el idioma en todos sus niveles y me doy cuenta de que es infinito.

-¿Siente como algo importante que el Congreso Internacional de la Lengua Española se haga en Rosario?

-Mire, vivimos en un mundo banal, donde se impuso la banalidad: no se quiere hacer pensar a la gente, sino darle cosas fáciles para que se entretenga. Entonces, que haya una reunión de escritores, intelectuales, académicos, para pensar sobre el idioma, me parece más que importante.

-Sobre todo porque la lengua es de todos, ¿no?

-Y porque es lo que somos.

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A sus 77 años, el narrador rosarino Jorge Riestra aún lo "fascina y aterra" el lenguaje.

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