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 domingo, 21 de marzo de 2004

[Lecturas] El libro que obtuvo el premio Felipe Aldana
"Celebración de lo invisible", poesía sobrenatural

Irina Garbatzky

La percepción de un mundo sutil, pleno de presencias intangibles; la cercanía y la distancia con la naturaleza a lo largo de la noche y el día y la conciencia de que el universo se nutre con una energía que no nos es permitido percibir -acaso únicamente mediante el registro de la detención o el movimiento de las cosas- son algunas de las señales que nos orientan en los poemas de "Celebración de lo invisible".

Siguiendo la línea de una poética que puede rastrearse dentro de un amplio espectro -línea que comprende desde Rainer Maria Rilke hasta Juan L. Ortiz-, Scarabelli se interroga por la posibilidad de recuperar un vínculo con el mundo natural no mediado por la razón humana, sino por la contemplación incauta en un espacio pleno de presencias silenciosas.

La mirada cuidadosa e intuitiva de Scarabelli constata la pervivencia de las criaturas eternas, consubstanciadas con el nacimiento del universo, aquellas que tuvieron el "don de ser danzantes en otra gravedad" y que, sin interrogar por su destino, "simplemente aceptaron".

Sólo a partir de la mirada extrañada ante el paisaje existe la posibilidad de percepción. Sólo "el alma suspensa/ como en lo más propio/ de su reino" puede dar cuenta de los movimientos de la araña, la liebre, los árboles, las mariposas, para de este modo descubrir que en su condición minúscula existe la mayor tenacidad sobre la tierra: "La araña blanca/ que no es nada/ de tan liviana/ y sin embargo teje// un mundo de concreta/ sutileza".

Celebrar lo invisible implica la reiteración de las preguntas más antiguas, como si dentro de ellas se condensara la belleza entera que las originó: ¿cuál es la esencia (física, espiritual) de todas las cosas? ¿Qué es lo que nutre el curso de las aves y los ríos?

El camino que circule por este misterio fundante recorrerá el acontecer de las criaturas más mínimas, pasando por el de los hombres y animales, hasta llegar al "mundo de los seres intermedios", aquel "reino que en la vigilia se deshoja". "Pasa el río// su música secreta/ afina en el silencio de la noche/ rítmicos sauces/ con un roce lánguido (...) Yo me sirvo/ -contesta él-/ de una comida/ y una bebida invisibles// que no pueden ser vistas por los hombres".

Los poemas retoman el cauce de entrever el mundo desde la conciencia infinita del génesis: si algo comporta el hecho de la creación es la condición de deslizar en cada paso una palabra indescifrable. Justamente el conjuro contra el temor que se fija "en la boca/ incapaz de nombrar lo que padece" será la palabra poética, la encargada de volar en los labios del mal'ak, el ángel, quien etimológicamente es "el mensajero por excelencia".

Nosotros -quizás los verdaderos seres intermedios entre Dios y la creación- intentamos atravesar "esa frontera borrada/ entre el pelaje y la mano/ que, por pudor/ de los placeres ínfimos/ no quieren revelarnos / las palabras"; y poblamos un mundo irremediablemente construido por meras representaciones: "¿Así que esto es la noche?/ ¿Esto aquí? / siempre la creíamos tan lejos,/ no más un tiempo / entre la tarde y la mañana".

Scarabelli emprende esta búsqueda sin inocencia. La indagación actual acerca de la conjugación del poema y la naturaleza (inclusive de nuestro específico litoral), implica un doble desvío: por un lado la reivindicación del estado de ingenuidad que proponía Schiller -el "poeta ingenuo": aquel que posibilitaba el canto indisoluble con su paisaje- y por el otro, la duda inquieta acerca de si será factible hoy el descubrimiento de lo invisible, de una poesía que trascienda los potus de plástico y el agua de las piscinas.

Saliéndose de los contrapuntos tradicionales, el libro arremete a contracorriente entre estos dos extremos, a fuerza de mantener dentro de sí el interrogante: "¿Quién tomará ahora,/ entre tanta oscura plenitud,/ la causa modesta,/ nimia,/ de lo visible?", pregunta la autora. Los poemas de "Celebración de lo invisible" piden que el misterio permanezca en un mundo sostenido entre lo visible y lo insondable.

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