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 domingo, 21 de marzo de 2004

Ningún legislador oficialista está convencido de eliminar el régimen electoral
Las razones por las cuales la ley de lemas continúa sin derogarse
Un viaje al interior del pensamiento del PJ, que domina la Legislatura y el gobierno provincial

Daniel Leñini / La Capital

"La ley de lemas como está no va más, pero con ciertas modificaciones... Perdón, no soy más diputado, soy ministro: apoyo las internas obligatorias, abiertas y simultáneas según el proyecto del gobernador Jorge Obeid". Las palabras del nuevo ministro de Gobierno, Roberto Rosúa, ilustran a la perfección el sentimiento que campea en la mayoría de legisladores y funcionarios justicialistas que dominan las Cámaras legislativas y el gobierno provincial: nadie cree, hoy por hoy, que exista un régimen electoral superior a la ley de lemas.

El peronismo cuenta con mayoría amplia en la Legislatura: 28 de los 52 diputados son propios (la mitad más dos) y 15 de los 19 senadores. Nada podrá salir contra su voluntad. Algunos de esos legisladores creen en la necesidad de modificaciones a la ley (tal vez la mayoría) pero nadie, nadie está convencido de la derogación lisa y llana.

¿Cómo esperar entonces un debate cuando no existe convencimiento? Ese es, precisamente, el motivo por el que el proyecto de derogación del gobernador (y su reemplazo por internas abiertas) no avanza y quizá no se trate nunca. Fue tal la inercia que siguió a la presentación del mensaje 2713 que ya parece un mero formalismo el escrito: ingresó a Diputados en diciembre y transcurridos tres meses no se movió pese al bombardeo mediático contra la ley de lemas.

Los partidos opositores presentaron otros cinco proyectos de derogación que, como corresponde y al igual que el primero, fueron a la comisión de Asuntos Constitucionales.

Y allí aparece otro punto: esa comisión (la más importante en el funcionamiento de la Cámara) es dominada por el peronismo, que colocó seis de los 11 integrantes y nombró al presidente con doble voto. Además, tres de esos seis son riñón propio del senador Carlos Reutemann (Danilo Kilibarda, Liliana Meoto y el presidente, Mario Esquivel) y los otros tres pertenecen al obeidismo: Mario Lacava, Ariel Dalla Fontana y Roberto Deheza.

El asunto está claro: sin el consenso del justicialismo no nacerá nada, ya que domina las comisiones, Diputados y ampliamente el Senado.


Opiniones en danza
El elenco justicialista sostiene que el mérito de la ley de lemas no pasa por haberle permitido retener el poder por más de una década sino que muestra otro costado.

"Más allá de la opinión de la oposición, no existe un sistema más abierto a la participación que la ley de lemas; permitió a mucha gente entrar en política", argumenta Angel Baltuzzi, titular del PJ. "Hay aspectos positivos que no han sido reconocidos, por eso formé la opinión de que la batalla mediática se ha perdido".

Baltuzzi dice que, aun así, "el socialismo no puede explicar cómo quiere volver al sistema cerrado de los partidos donde los candidatos surgen entre cuatro paredes. Si sigue en esa postura va a lograr que no haya acuerdos y la ley de lemas continúe. El justicialismo no va a aceptar volver a las internas cerradas o a que cada partido resuelva cómo quiera la elección de sus candidatos".

La ley de lemas nació sobre el final del gobierno de Víctor Reviglio, en los meses previos a las elecciones que terminó ganando el debutante Carlos Reutemann. El peronismo arrastraba el desgaste de los caciques de los años 80 (José Vernet, Luis Rubeo, Eduardo Cevallo, Dantti Aranda y otros) nucleados en lo que se llamó La Cooperativa. Y el radical Horacio Usandizaga, que se creía ganador de cualquier forma, estaba convencido de que una mitad del partido (la que respondía a Luis Changui Cáceres) lo iba a boicotear o condicionar insistentemente. Quería barrerla con el voto del padrón general, no de los afiliados a la UCR.

Así nació la ley que no es otra cosa que un doble sufragio simultáneo: el elector vota un lema y a la vez una lista interna de ese lema, llamada sublema. Resuelve una interna y una elección general en un solo acto.

Todavía hoy, en la comunidad política se recuerdan los fogoneros de aquel proyecto que terminó en ley: los peronistas Bartomioli, Boggino, Rodes y Leale; el radical Malaponte y el socialista democrático Tizón. Ninguno de ellos, paradójicamente (Malaponte falleció), logró continuar la carrera en política.

Lo que Obeid propone ahora es celebrar, antes, una elección interna en un mismo día, abierta a todos los ciudadanos, y con la obligación de los partidos políticos de someterse. Los candidatos resultantes de esa jornada serán los que se presenten a la elección general para gobernador, intendente y otros cargos.

Nadie en el conjunto de la oposición prestó adhesión o salió a apoyar el proyecto oficial. Sólo la tropa propia del gobernador (una de las dos corrientes que conviven en el justicialismo) habla a favor. Pero hasta ahí.

Entre este sistema y una reforma a la ley de lemas podrá estar, finalmente, el régimen electoral que se aplique en 2007.

¿Cuáles podrían ser las modificaciones a incorporar a la ley de lemas? El senador provincial Armando Traferri arriesga alguna: "Habría que debatirlo ampliamente, pero por ejemplo que se pueda ser candidato sólo por un sublema, no como tantos postulantes a intendentes que iban con cinco listas de concejales. Esa medida nomás bajaría, como mínimo, a una cuarta parte el cambalache de boletas en el cuarto oscuro".


Ahora son menos
Reducidos a tercer partido, resulta de interés la opinión de los radicales que militaron en los dos extremos: estuvieron en la creación y ahora luchan por la eliminación de la ley.

Juan Carlos Altare, titular de la UCR y antiguo seguidor de Usandizaga, dice: "Hay que derogarla, ya. Distorsiona la voluntad popular y atomiza los partidos políticos. Nosotros, es verdad, debemos someternos a un debate interno profundo, de altura, rápido, porque mucha gente percibe que las internas abiertas son inevitables para producir un mejoramiento en la elección de candidatos".

El informe concluye con la opinión del justicialista Julio Gutiérrez, diputado nacional y vicepresidente del Partido Justicialista: "Volver a lo anterior es inaceptable. Solían terminar como candidatos los dueños del aparato y no los más representativos". A título de ejemplo dice que la invención de los "neolemas" por parte de Eduardo Duhalde permitió a Néstor Kirchner ser finalmente presidente, "porque sino la interna del PJ seguro la ganaba (Carlos) Menem".

"¿Y cuánta gente se habría privado de ir a votar el 27 de abril si este era el único candidato peronista? En cambio la participación ciudadana ese día fue estupenda".

Está claro que, a diferencia de Santa Fe, en la elección presidencial los "neolemas" no se sumaban sino que iban a segunda vuelta los dos más votados. De lo contrario, el presidente igual hubiese resultado Menem.

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