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 domingo, 22 de febrero de 2004

Mar de fondo. La historia secreta de la puja entre el presidente y el Lole
Kirchner, Reutemann y un camino marcado por la desconfianza mutua
La polémica por los 500 millones ratificó las profundas diferencias entre ambos referentes justicialistas

Javier Felcaro / La Capital

Néstor Kirchner y Carlos Reutemann intentaron en las últimas 48 horas cerrar públicamente la polémica por las diferencias en los fondos nacionales destinados a Santa Fe con motivo de las inundaciones. Sin embargo, la pretendida descompresión con palabras no sirvió para modificar un terreno marcado por la desconfianza mutua entre el presidente y el ex gobernador.

Como esgrimistas, Kirchner y Reutemann vienen intercambiando estocadas, no siempre verificables en la epidermis ni perceptibles por los argentinos. Ya a comienzos de 2003, con el patagónico ungido candidato por el entonces presidente Eduardo Duhalde, la prescindencia de Lole fue puesta en duda por los hombres K. Meses después, la instantánea junto a Carlos Menem en Rosario potenció los resquemores.

Tras la cosecha de votos de Reutemann en los últimos comicios provinciales, que lo depositaron en el Senado nacional, el kirchnerismo visualizó al Lole como el único con capacidad de concentrar una gran masa crítica a una administración que, sorprendentemente, supo cortar el cordón umbilical duhaldista.

Desde la otra vereda, el reutemismo receló la incidencia del santacruceño en la interna del justicialismo provincial, la seducción ejercida por una construcción con aliados extra PJ y, lisa y llanamente, la extracción de caudal político.

Cuando la campaña presidencial calentaba motores, Kirchner polarizó la puja con el riojano y descontó la derrota de los "fantasmas del pasado". Por entonces encendió la luz amarilla, al replicar a Enriquito -el hermano del Lole-, quien lo había considerado montonero. El patagónico no dudó en calificarlo de "idiota" y mandó un mensaje: "Alguien que piense así solamente puede estar con Menem".


Cicatrices de campaña
La neutralidad pregonada por Reutemann también fue cuestionada por la primera dama, Cristina Fernández, por entonces dedicada a las visitas proselitistas en nombre de su esposo. Reutemann la acusó de venir "a golpear a otros dirigentes, en lugar de decir qué es lo que se va a hacer", no sin dejar de apelar a la ironía ("me llenó la cara de dedos"). E instó a ejercitar la memoria: "Son cosas de la política, que no hay que olvidar".

También generaron escozor las reiteradas giras provinciales del operador presidencial Juan Carlos Mazzón, quien se reunió con intendentes y posibles postulantes. El PJ santafesino se dividió entre los que apoyaron a Kirchner, como el entonces diputado nacional Jorge Obeid, y los que se alinearon con Menem, entre ellos varios intendentes.

El último tramo de la campaña, con un Kirchner que no terminaba de levantar vuelo, lo encontró en la capital provincial, luego de haber enfatizado que "no necesito del Lole para hacer un acto grande". Como saldo, ningún reutemista de fuste estuvo en el estadio de la Universidad Tecnológica (UTN). Y ocurrió un curioso incidente: un grupo de asistentes abandonó el lugar, quejándose de que no les habían dado la comida prometida.

Paradójicamente, Reutemann permaneció ese día en la Gobernación, recibiendo al candidato presidencial Ricardo Mussa, una rara avis de la política autóctona que ostenta el récord de mayor gasto en campañas electorales que siempre lo dejaron a kilómetros de distancia del éxito.

En mayo pasado, después del frustrado ballottage por la deserción de Menem, el Lole debió salir a desmentir (al igual que el viernes) versiones lanzadas por el entorno del riojano, que lo posicionaban como líder de un bloque opositor. Y se comprometió a colaborar con Kirchner. El santacruceño habló de "mi amigo" Reutemann. Era la hora de la distensión.

El 2003 se consumía, y en el calendario electoral se aproximaba el turno de Santa Fe. Mientras la transversalidad consolidaba su dogma en Balcarce 50, Reutemann tomaba nota de los contactos del socialista Hermes Binner con el flamante gobierno.

Las horas que precedieron al cierre de listas fueron vertiginosas para el justicialismo. Y ásperas. En misión secreta, Mazzón (devenido operador kirchnerista tras los servicios prestados a Duhalde) presionó para colocar dos nombres. Sólo pudo anotar uno: Gustavo Marconatto. La disputa siguió in crescendo.

En la Rosada evaluaron, mordaces, que la lista de candidatos a diputado nacional pulida por el reutemismo dejaba en evidencia la afinidad con Menem: "¿Quién la armó, Alberto Kohan?". Kirchner se inclinó ambiguamente por Obeid, enfrentando al delfín del Lole, Alberto Hammerly. Se desconfió, también, de un velado aval al ex intendente de Rosario, fogoneado por los transversales guiados por el hoy jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Las urnas terminaron dando su veredicto.

No obstante, las suspicacias despertadas por Binner volvieron a corporizarse la semana pasada, cuando Mazzón, una vez más en Santa Fe, negó que el ex candidato a gobernador vaya a cumplir funciones en la Nación. Fiel a su estilo, el propio Kirchner, en Rafaela, le lanzó más rosas al socialista.

La controversia por los fondos terminó sacudiéndole a Reutemann la modorra estival. "Ya hablamos lo que teníamos que hablar", le aseguró el jefe de Gabinete a La Capital, mientras Kirchner aterrizaba en la Perla del Oeste. Aunque no son pocos lo que sostienen que sólo se escuchó el campanazo que anunció apenas el final de otro round.

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Reutemann y Kirchner vienen intercambiando estocadas.

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