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 domingo, 18 de enero de 2004

Perspectivas
Análisis de creencias populares: Santos que convocan multitudes
El sociologo Ruben Dri plantea que figuras como San Cayetano, el Gauchito Gil o Gilda funcionan a modo de símbolos de identidad para los sectores sociales postergados

Gustavo Bernstein

Los emblemas de devoción arraigados en el imaginario popular como San Cayetano, La Virgen Morena, el Gauchito Gil o Gilda cumplen una función precisa : operan como portadores de identidad para los sectores sociales más postergados, según postulan el sociólogo Rubén Dri y un grupo de investigadores en el libro "Símbolos y fetiches religiosos", de reciente aparición.

"Tanto desde la visión marxista como desde la positivista se ha interpretado el fenómeno religioso como alienante sin más, ya sea porque es «el opio del pueblo» (Marx), porque responde a un infantilismo psicológico (Freud) o por un sentimiento de culpa (Nietzsche)", evaluó Dri en diálogo con la agencia Télam.

"Nosotros, en cambio -consideró-, lejos de sostener que se trata de un mero fetichismo, entrevemos que luego de la crisis y fragmentación social de los años 90 estos símbolos religiosos han devenido insustituibles en la constitución identitaria de los sectores populares, claves para su construcción como sujetos".

Publicado por Editorial Biblos, el libro cuenta con un primer capítulo general donde se aborda el modo en que han operado históricamente los mitos y arquetipos en el imaginario popular y la gravitación de estos en el pensamiento occidental a partir de la Ilustración y el Romanticismo hasta la Posmodernidad.

"Si la Ilustración dio por terminado el reinado de la oscuridad medieval, signado por la hegemonía del mito y la superstición para instalar la soberanía de la razón -explicó el autor-, el Romanticismo intentó en contrapartida reinsertar la trascendencia del espíritu".

Al respecto, apuntó un ejemplo actual que marcaría la diferencia entre símbolo y fetiche: "si luego de pedir trabajo a San Cayetano, el devoto se queda en casa, esperando que le llueva el trabajo, el santo ha funcionado como fetiche; si, en cambio, el devoto ha cobrado fuerza y confianza suficientes como para salir a pelear por el trabajo, ha funcionado como símbolo".

Según Dri, los símbolos fundados en mitos, leyendas, sagas o estilizaciones de historias verídicas "pertenecen tanto a la estructura ontológica del ser humano como a su ser colectivo", pero señaló que a veces los símbolos oficiales de un pueblo pierden significación ante emblemas de identificación más actuales.

"Puede que en tanto argentinos nuestra identidad tenga símbolos fundamentales como la Revolución de Mayo, San Martín o Belgrano, pero al sujeto popular, al peón de estancia correntino, al habitante de los suburbios de Resistencia, al arriero catamarqueño o al colla de la quebrada de Humahuaca esos símbolos oficiales no le bastan, precisa otros de una vinculación más inmediata", advirtió.

El libro comienza a desandar la serie de ejemplos con un símbolo reconocido por la religión oficial: San Cayetano, el santo del trabajo traído como símbolo por los inmigrantes italianos.

"La manera que tienen los devotos de acercarse a él expresa la realidad atomizadora de la urbe: si bien las colas de feligreses duran varios días, son más bien silenciosas y no muestran el fervor festivo que surge por ejemplo con motivo del aniversario del Gauchito Gil o la Virgen de Itatí", opinó Dri.

El origen del Gauchito Gil se basa en una saga según la cual éste se habría negado a participar en la lucha de unitarios y federales por no querer derramar sangre de hermanos, transformándose en desertor y robando a los ricos para socorrer a los pobres hasta que fue degollado al margen de la ley.

"Tenía todos los condimentos para erigirse en un símbolo poderoso: muerte trágica del hombre justo, solidario, noble y valiente -apuntó el sociólogo-. De hecho, tanto Gil como la Virgen de Itatí son los dos símbolos más poderosos en la identidad del correntino. En el aniversario del gauchito sus devotos festejan a lo grande: con guitarreadas, chamamés, asado y baile." Como Gil, la cantante Gilda es otro de los símbolos no reconocidos por la Iglesia. Convertida en hacedora de milagros tras su muerte en un accidente, su culto prefiere cierta intimidad: los devotos la recuerdan en su onomástico compartiendo una torta de cumpleaños frente a su tumba.

En la virgen del Valle de Catamarca o Virgen Morena se expresa claramente la lucha hermenéutica entre la interpretación oficial de la Iglesia y la que le dan los devotos: "Para éstos, la verdadera es la de la gruta, allí donde fue encontrada la estatua de la Virgen; para la Iglesia, en cambio, la verdadera está en el Santuario consagrado", reveló Dri.

Uno de los símbolos más enigmáticos y más problemáticos es San La Muerte, muy fuerte en toda la zona del nordeste: su origen puede encontrarse tanto en el Cristo crucificado, Señor de la buena muerte, como en el "payé", mago o brujo de los guaraníes.

Dri, autor también de "La utopía de Jesús" y "Autoritarismo y democracia en la Biblia y en la Iglesia", sostuvo que "San La Muertees el símbolo que más rechaza la Iglesia, si bien sea tal vez su misma predicación la causa de su nacimiento".

Y acerca de cómo estas construcciones populares afectan a la religión oficial, opinó: "la Iglesia Católica procura por lo general resignificarlos e incorporarlos, pero a veces no sabe cómo resolver y muchas veces llega tarde a darse cuenta del valor de alguno, como el caso del Gauchito Gil".

El libro publicado se completará con un segundo tomo dedicado a la Virgen de San Nicolás, la Virgen de Luján, la Virgen de Itatí, el Cristo de Mailín, la Difunta Correa, Yemanjá y Ceferino Namuncurá.

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