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 miércoles, 14 de enero de 2004

ANALISIS
Presidente con buena estrella

Mauricio Maronna / La Capital

Sin el miedo escénico que a otros presidentes latinoamericanos les producen los ámbitos donde se juega la real politik, Néstor Kirchner demostró ayer que cree en lo que dice, hasta el punto de delinear bajo la mirada de afilador de cuchillos del mainstream americano el mismo discurso que brota de sus labios en algún paraje perdido de la Argentina.

Más allá de las alternativas de su reunión cara a cara con George Bush, el pasaje del santacruceño por Monterrey confirma su buena estrella, esa que le permite estar en el lugar justo y en el momento indicado. En el volcánico escenario latinoamericano, cada vez más refractario a Estados Unidos, Bush no logra desactivar la tendencia hacia gobiernos de sino izquierdista, nacidos y alimentados por las torpezas de los organismos de créditos vinculados a Washington y por el olvido permanente de la administración republicana de su otrora patio trasero.

Para Bush, el presidente Hugo Chávez en Venezuela y el ascendente líder cocalero Evo Morales en Bolivia constituyen dos demonios que alteran aún más su pulso. Los tironeos con Lula por el Alca, el intríngulis que constituye Ecuador y la zozobra que padece Colombia, atravesada por los movimientos guerrillero y las fuerzas parapoliciales, completan un cuadro de situación a todas luces desfavorable para la ortodoxia de la derecha norteamericana. En ese contexto, Kirchner constituye un mal menor para Estados Unidos y una garantía para bloquear otro posible desmadre de la Argentina.

Hasta el influyente diario The New York Times comentó ayer en su editorial que se acabaron los tiempos de la "docilidad" de América latina hacia las demandas de Washington. En esas aguas encrespadas, el santacruceño mantuvo un discurso impecable sobre las postraciones de la región, las inequidades del Alca y la imposición de políticas de ajuste acicateadas por EEUU que ya mostraron el rostro del fracaso. A la vez, se muestra como un gobernante pragmático y dispuesto a no cerrarle las fronteras a los capitales norteamericanos. Para Kirchner, durante la década menemista, los "grandes negociados" se hicieron con las empresas europeas.

El interrogante tras el paso del jefe del Estado por México tampoco ofrecerá novedades. ¿Cómo hará Argentina para evitar la ofensiva de los acreedores en default sin que la economía interna se desmorone como un castillo de naipes?

La buena relación con Bush tal vez le permita seguir pisando la pelota. Al menos hasta que pase el temblor que inclina la cancha de América latina en desmedro de Estados Unidos.

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