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 domingo, 11 de enero de 2004

Lo que esconden las palabras

Mauricio Maronna / La Capital

En el mundo de la diplomacia, la política se hace con gestos y las sobreactuaciones con palabras.

George W.Bush se sintió reconfortado con el frente dialéctico que abrió Roger Noriega, subsecretario de Estado para Asunto Hemisféricos, "decepcionado por el giro a la izquierda" de Argentina y las relaciones del presidente Néstor Kirchner con Cuba.

La ajustada respuesta del canciller Rafael Bielsa hubiera bastado para cerrar el episodio, pero el santacruceño no se podía perder la oportunidad de juguetear con las palabras e ir un paso más allá, aun a riesgo de traspasar el estrecho desfiladero de la prudencia política. No se anduvo con chiquitas: prometió un triunfo por "nocaut" frente al mismísimo campeón del mundo.

Para entender el trasfondo de la cuestión es imprescindible detenerse en la entrelínea y no dejarse llevar por las lucubraciones sesgadas que llegaron desde las capillas ideológicas más enfrentadas. No se trató de otra fértil demostración de guapeza presidencial (como retrató un medio oficialista) ni un desvarío propio de la irracionalidad (según exageraron los apologistas de la política exterior de la década pasada).

Kirchner y Bush necesitan mantener la masa crítica necesaria como para seguir los senderos que, aunque no se toquen, tampoco se bifurcan.

El patagónico utilizó la terminología boxística en el estratégico bastión electoral del conurbano profundo (en el que va carcomiendo más de lo que muchos creen el aceitado aparato bonaerense) para realimentar su eje discursivo, que lo diferencian de los "diabólicos 90" y las "relaciones carnales".

Bush, a su vez, sabe que para consolidar su base electoral en Florida necesita retener el voto de los exiliados cubanos, para quienes en la pelea con Fidel Castro no hay ni siquiera lugar para "neutrales".

¿Cuántos recordaron que las últimas elecciones presidenciales norteamericanas estuvieron rodeadas por un halo de fraude que llegó hasta la mismísima Corte y que, de no ser por el voto de los electores del Estado más refractario a las políticas castristas, la situación podría ser hoy distinta en la Casa Blanca?

Noriega cumplió con su misión de abonar el camino de la reelección en medio de un clima que abrigará interrogantes hasta noviembre, fecha de los comicios estadounidenses.

Ningún presidente norteamericano gasta quince minutos de su tiempo en recibir a un par que se inscribe en las líneas enemigas. Bush se encontrará el martes con Kirchner en Monterrey para intercambiar una decena de palabras, pero jamás para cruzar guantes.

Teniendo en cuenta la política que lleva adelante el gobierno argentino con el Fondo Monetario Internacional (FMI), los tenedores de bonos defaulteados y algunas empresas privatizadas es posible que Kirchner hasta se regodee diciéndole a Bush que cumplió con lo que le había pedido cuando se encontraron el año pasado en el Salón Oval: "Hice lo que usted me aconsejó: pelear cada centavo con el FMI como si fuera el último".

Entre los saludos protocolares, la sesión de fotos, las traducciones y las despedidas, los quince minutos se consumen como un cubito de hielo en el desierto. Después es el turno de los voceros, que les transmiten a los enviados especiales lo que los funcionarios les dijeron que digan. Un juego de palabras para que todos sigan teniendo su propio show.

Lo que verdaderamente importa para la Argentina es la aprobación de la revisión del acuerdo con el FMI, que evitará el desembolso de casi 4.000 millones de pesos en marzo. Sin la venia de Horst Khöler, las chances eran cumplir con el pago metiéndole mano a las reservas del Banco Central o maximizar el caricaturesco rostro de un país que convive con el default.

"Destinarle ese dinero al Fondo hubiese contradicho el discurso cotidiano que Kirchner pronuncia fronteras adentro. Por eso es casi heroico lo de (Roberto) Lavagna, quien tiene impresionados hasta a los funcionarios del Tesoro. Siempre logra que le pongan un paraguas dos segundos antes de que llueva", graficó ante este diario un conocedor de los laberintos del mundo de las finanzas.

Sin embargo, es difícil que esta vez Kirchner le arranque nuevamente a Bush aquella caracterización de "conquistador del Fondo". La influyente consejera de Seguridad, Condoleezza Rice, habló de "los pasos difíciles" que le esperan a la Argentina en materia económica, en un mensaje diplomático que, traducido a la política real, quiere decir que se deberá empezar seriamente a buscar salidas para con los acreedores, alejarse de Hugo Chávez en Venezuela, ponerle un cerco a los coqueteos con Evo Morales en Bolivia y replantar la posición frente a Cuba.

Debe reconocérsele al gobierno de Kirchner la valentía de blanquear públicamente (y horas antes de la cita con Bush en México) que no modificará su voto en la ONU.

Esta cuestión (planteada sin anteojeras ideológicas) merece un párrafo aparte: el férreo apego del jefe del Estado a la defensa de los derechos humanos choca de frente con el cercenamiento del régimen cubano a determinadas libertades individuales.

Mientras la cumbre de Monterrey consume la agenda mediática, el santacruceño inicia el 2004 con las velas izadas. Los índices de la macroeconomía, el reverdecer del consumo en sectores de la clase media que habían sido aplastados por la ineficacia radical-frepasista, el efecto soja en amplias zonas de la Pampa Húmeda y la mejora de ingresos en la franja beneficiada por la sustitución de importaciones dan lugar a la esperanza. Ya no se trata de un veranito. "Mientras haya soja habrá vida", podría ser la consigna de este tiempo.

Pero la recuperación que germina desde el interior del país provoca ondas expansivas que aún no llegan a las grandes ciudades, donde el desempleo, la pobreza, la indigencia y los bajos salarios formatean otra realidad.

En Santa Fe, despejado el cronograma electoral, el gobernador Jorge Obeid intenta poner en escena un estilo de gobierno diferenciado del de su antecesor, Carlos Reutemann, quien lee con lupa cada declaración del mandatario que se publica en las páginas on line de los diarios rosarinos.

El jefe de la Casa Gris lleva adelante una estrategia de doble faz: admite que recibió una provincia ordenada, pero espolea al Lole cada vez que puede con sus referencias a la herencia de caja, un episodio que va camino a convertirse en el enigma de la temporada estival.

Obeid, como jefe partidario que será, deberá llevar a la práctica todo lo que pregonó durante su campaña electoral y que volvió a desempolvar en las últimas horas: pulir a un partido que parece oxidado, abrir las puertas de sus unidades básicas y comenzar a desandar el camino que tiene como escala crucial las elecciones legislativas del 2005.

¿Podrá demostrar Obeid que el peronismo local no es Reutemann y nada más que Reutemann? ¿Logrará derrotar sin ley de lemas a una oposición que comenzó a acordar reglas de juego mínimas para reeditar el Encuentro Progresista? "El 2005 será nuestro, ahí vamos a poner todo en la parrilla. ¿O no le ganamos en su momento al PJ hasta con René Balestra?", se regodeó un conspicuo dirigente socialista ante La Capital, tras objetar el sistema de elecciones abiertas y simultáneas que propone el Ejecutivo para dejar atrás la ley de lemas, una cuestión que fue hecha pública el domingo pasado por el intendente Miguel Lifschitz en el curso de una entrevista con La Capital.

Las llaves para abrir los arcones que guardan las respuestas que desesperan a Obeid serán su capacidad de gestión, su amplitud a la hora de gobernar y su habilidad para articular consensos.

Si el obeidismo y el reutemismo siguen siendo enemigos íntimos, expertos en chicanas y pase de facturas intestinas, se repetirá la historia del 97 y del 99, cuando a la oposición no le hizo falta ni siquiera apelar al clásico "divide y reinarás".

El peronismo, entonces, se fagocitó a sí mismo y le facilitó la tarea.

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