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 domingo, 11 de enero de 2004

Expedición. Crónica del 6º Cruce de los Andes por la ruta de San Martín
Viaje en mula al Cristo de las nubes
La Capital participa de esta aventura, que mañana recreará el histórico Combate de Chacabuco

Ariel Etcheverry / La Capital

Uspallata apareció como una alfombra verde en medio de un terrero pedregoso, polvoriento. Atrás habían quedado más de 70 kilómetros recorridos en dos jornadas de esfuerzo y emoción por los paisajes deslumbrantes. Y sin embargo, ahí empezaba lo mejor, lo más fuerte, el ascenso por esos caminos minúsculos donde apenas caben las patas de las mulas, el cerro Penitentes y la llegada a Puente del Inca, con sus aguas termales que ayudan a pensar en seguir camino.

La columna de casi un centenar de jinetes avanzó a paso firme y ya desde el ingreso a Uspallata los vecinos salieron a la calle para recibirla. Es el sexto cruce de los Andes a lomo de mula, en la ruta que el general José de San Martín y su regimiento de Granaderos iniciaron hace 186 años en una campaña que terminó con la emancipación de Argentina, Chile y Perú.

La llegada a Uspallata representaba apenas el 35 por ciento del periplo que recorriera el ejército Libertador y que culminará mañana en la cuesta de Chacabuco, en Chile, donde se libró una de las batallas más importantes de la historia. Hoy, en tanto, será el ascenso al Cristo Redentor desde Puente del Inca.

La expedición, organizada por la Asociación Cultural Sanmartiniana Cuna de la Bandera con el apoyo del Ejército Argentino, se realiza en forma simultánea por los otros cinco pasos que utilizaron las tropas de San Martín en 1817, algo que nunca había ocurrido desde aquella época. En las cinco primeras expediciones de la Asociación Sanmartiniana siempre se cruzó por el Paso de Uspallata (Mendoza). Desde el lunes pasado, grupos de expedicionarios y baqueanos también cruzan por Comecaballos (La Rioja), Guana (San Juan), Los Patos, El Portillo y el Planchón (Mendoza).

La Capital acompaña a la columna que se mueve por Uspallata, la más numerosa en cuanto a participantes y que utilizó el general Gregorio de Las Heras.


Donde se organizó el ejército
El inicio oficial de la caravana fue el lunes pasado en el Centro Histórico El Plumerillo, al norte de la capital mendocina. En ese lugar San Martín organizó a su ejército de unos 5.500 hombres. El predio sirvió como escenario para el acto donde se puso en marcha la actual expedición, el que estuvo encabezado por el embajador argentino en Chile, Carlos Aviagle.

Allí se realizaron visitas guiadas a las réplicas de las barracas donde se alojaban los granaderos, y se pudo ver la vestimenta y las armas que se utilizaban en aquella época. Las instalaciones fueron reconstruidas, ya que San Martín había ordenado desmantelar el cuartel una vez que partió hacia Chile.

Y allí comenzaron los febriles preparativos para el traslado a la Estancia La Canota, donde los participantes tomaron el primer contacto con las mulas.

La Canota está a 40 kilómetros de El Plumerillo y a unos 1.900 metros sobre el nivel del mar. Cuando los expedicionario llegaron, el lugar ya estaba "copado" por soldados del Regimiento de Infantería de Montaña (RIM) Nº16, a cargo de la logística.

Los jinetes arribaban exhaustos y buscaban la mejor sombra para ubicar sus pertrechos y prepararse para pasar la primera noche a la intemperie. Eduardo Cerruti, un veterano de Malvinas, tenía a su cargo la columna que cruza por Uspallata. La jornada siguiente serían 9 horas a lomo de mula en busca del paraje Aguas de Cuevas, donde se esperaría otra noche a la intemperie, con temperaturas bajo cero y sin posibilidad de acceder a agua caliente. Había que aprender a manejar la mula, y fue el jefe de baqueanos, el principal Héctor Pizarro, quien se ocupó de la demostración práctica. "Primero está el animal, después nosotros. Hay que respetarlos porque dependemos de ellos", advirtió.

Las sugerencias no estaban demás. En los cruces anteriores hubo un promedio de 12 patadas o "tiradas", los accidentes más comunes. La mayoría de estos cuadrúpedos tenían nombres. A este cronista le tocó compartir la travesía de los Andes con "Rosita".

Al día siguiente, los casi cien expedicionarios fueron divididos en patrullas, con un jefe a cargo. Pizarro entregó los aminales a quienes serían sus "dueños" durante la travesía. En el medio de tantos preparativos estaba el sargento Gustavo Márquez, del Escuadrón Ayacucho de Granaderos a Caballos. Es el encargado de enarbolar la bandera argentina vestido con el uniforme típico durante todo el periplo. "Esto es un sueño para mí. Cruzar los Andes es algo que siempre quise hacer", dijo, mientras se colocaba la chaquetilla. "Poné que soy de Corrientes, porque estoy orgulloso de venir de la tierra de San Martín y del sargento Cabral", afirmó este granadero que integra la Guardia Presidencial en Casa de Gobierno.


Camino a Aguas de Cuevas
La columna salió en dirección a Aguas de Cuevas, previo paso por Portezuelo y por la Pampa de la Canota, llamada el "techo" de la precordillera, a unos 3.400 metros de altitud. Pero en Agua de Cuevas la sequía que azota desde hace casi un año les jugó una mala pasada a los viajeros. Ya no había agua para darles a los animales. Por eso se siguió varios kilómetros más hasta una mina en ruinas llamada "Las mendocinas". Los efectivos del RIM 16, con toda la parafernalia desplegada, ya estaban esperando con un bebedero armado para que las mulas pudieran beber.

A diferencia de lo vivido en Canota, en las minas la temperatura bajó abruptamente. De todos modos, con una buena bolsa de dormir y abrigo la noche pasó sin novedades.

El miércoles la caravana recorrió el camino hasta Uspallata en medio de un paisaje espectacular, con quebradas y paredes inmensas con unos colores increíbles, como la Colina de los 7 Colores. Al ver semejante belleza algunos se preguntaban si San Martín y sus hombres habrían podido dejar de lado por unos minutos la tensión de una marcha militar para contemplar estos lugares. Ya instalados en Uspallata, los expedicionarios tuvieron un día y medio de descanso con cama confortable y agua caliente en el RIM 16. Había que recuperar fuerzas porque la segunda parte de la travesía sería muy dura. Un descanso de charlas, intercambio de vivencias, aprendizaje y conocimiento. Clase de historia, comidas compartidas y encuentros junto al fogón matizaron estas jornadas.


Hacia el Cristo
Y la segunda parte comenzó anteayer, viernes, con el camino a Polvaredas. Allí, pasando el valle de Uspallata, se alcanza el río Picheuta, un lugar histórico porque fue donde se libró el primer combate de la Cordillera. El siguiente paso sería Polvaredas, un pueblito donde la columna del Ejército Libertador pasó la noche. Allí, donde la estación de tren se levanta testigo de un servicio que desapareció hace más de 20 años, también durmieron los expedicionarios.

Luego, el camino más difícil, el más riesgoso, el que realmente ubica al jinete en el corazón de la cordillera. De Polvareda a Puente del Inca el camino se angosta y se convierte en un sendero bordeado por el precipicio y donde a gatas pasan las mulas en fila india.

Después de pasar por el cerro Penitentes, la expedición llegó a Puente del Inca, cuyas aguas termales desafían cualquier clima e invitan a remojarse. Tras una noche en la Compañía de Cazadores de Montaña 8, el grupo partirá hoy hacia el Cristo Redentor, pasando primero por Las Cuevas, la última parada urbanizada . Hoy se llegará a la gran cruz, después de un camino complicado por el hielo y con un viento que promete helar la cara. Pero llegar a esa Cruz de los Andes levantada entre nubes y picos nevados bien habrá valido el sacrificio.

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Un centenar de jinetes avanza a paso firme por la geografía imponente de la cordillera.

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