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 domingo, 31 de agosto de 2003

Noroeste
Recorrida por el valle de Lerma hasta la Salta colonial

Claudio Berón / La Capital

El aire se siente distinto en los pulmones a 4.000 metros de altura y sobre una bicicleta. El viento es dueño de los cuerpos y las piernas son las únicas herramientas para pelear el camino. En Abra del Muñano, a casi 4.100 metros de altura sobre el nivel del mar y después de un día en San Antonio de los Cobres, la última estación del Tren de las Nubes, el sol quema más.

El cicloturismo es una actividad no demasiado desarrollada en Rosario, sin embargo, fervientes fanáticos del deporte y la naturaleza, el grupo Acampar, liderado por Jorge Vaglienti, hace diez años que organiza viajes distintos, en los cuales no hace falta ser un eximio deportista y en donde se combina naturaleza y el descubrimiento del paisaje de los hombres que habitan lugares escondidos.

Esta vez el rumbo elegido fue los Valles Calchaquíes, los precipicios del Valle de Lerma y los ascensos al Tren de las Nubes, sin descuidar unos días en la bella y colonial Salta.

Cicloturismo no es sólo bicicletas, también es conocer otra gente y las largas noches de peñas y guitarras trasnochadas. La modalidad consiste en cargar un grupo de diez ciclistas en una trafic y un trailer con igual cantidad de bicis. El viaje es largo, pero con la filosofía de que el descanso y la aventura comienza en el primer kilómetro del camino, la travesía se convierte en un encuentro de amigos íntimos, que se conocieron apenas la tarde anterior.


Marcha por los Andes
Son tan fuertes las experiencias que se vivirán y las horas a compartir que nada puede salir mal. El viaje comienza y se prolonga en la marcha por los Andes.

Después de recorrer en camioneta el impenetrable monte tucumano y contemplar la milenaria belleza del parque de Los Menhires se llega por un camino sinuoso a Tafí del Valle, en una hondonada. Esparcido por las faldas de los cerros se desparrama el pueblo. Hosterías coloniales y calles largas son la entrada a los paisajes hermanados de la Puna.

Más tarde los viajeros se detendrán en las ruinas de los indios Quilmes y al entrar a la provincia de Salta las primeras bellezas las regalará Cafayate, con los cerros luminosos y el tradicional vino blanco.

De allí hasta la ciudad de Salta los caminos se disputan lugares maravillosos; parajes como la Garganta del Diablo, los Infiernillos y Cerrillos son cuna de las zambas más tradicionales del noroeste argentino.


Balcones en madera
Al llegar a Salta las casas coloniales, los balcones en madera y las calles angostas son extraños a los viajeros de la pampa gringa.

El primer desafío para los ciclistas es el cerro San Bernardo, de 500 metros de altura. Luego vendrá un recorrido por la ciudad, las bodegas, las iglesias y el cabildo.

Pero el viaje recién comienza. En la madrugada la trafic está lista para el ascenso por la ruta del Tren de las Nubes. Las bicicletas están a punto en el trailer y el grupo de cinco hombres y cinco mujeres que desafiarán las alturas está preparado para adueñarse de las nubes.


Descenso en bicicleta
El ascenso a San Antonio de los Cobres es lento y la altura se siente en la nuca, sin embargo, nadie acusa apunamiento ni mal de montaña. Los ojos no alcanzan para esos cerros. A 170 kilómetros de Salta por la ruta 51 está enterrado San Antonio, entre las lomadas. El camino lo cruzan los viaductos por donde pasa el tren. En el trayecto, esta vez en trafic, queda atrás Santa Rosa de Tastil, las cuevas y Abra de Muñano. Después, en el descenso en bici, estas poblaciones y las iglesias perdidas entre las bajadas del camino serán un descanso obligado.

Al llegar al viaducto La Polvorilla, sobre los 3.770 metros de altura, unos collas dan la bienvenida y ofrecen, para variar, artesanías de la zona, pero pocos viajeros llegan a esas alturas.

El camino a San Antonio es de ripio, y la cuesta se hace pesada. Pero aún falta el cometido del viaje, el emocionante descenso desde los 4.100 metros.

"Vamos a bajar la cuesta y recorrer lugares muy raros, vayan con las bicis frenadas y con mucha atención", dispararon ante las miradas incrédulas Claudio y Mariela, los guías.

La picada es profunda, el viento canta en los oídos y los ojos se chocan con las nubes. La rueda gira loca y los ciclistas son dueños del viento. Las curvas se suceden, los caminos se ensanchan y se achican, la adrenalina sube. Las águilas que atraviesan los cerros no salen de su asombro, los aventureros tampoco.

El desafío son 120 kilómetros, hasta Campo Quijano, la temperatura no supera los 5 grados y el viento y el sol castigan los rostros.

Atrás queda el sol jugando con los cerros cortados por minerales y las capillas perdidas entre el camino y las piedras gigantescas. La travesía se hace pesada, después de recorrer unos 70 kilómetros aún falta la peor parte: grandes hondonadas en un camino de ripio y cuestas imposibles. Poco a poco algunos abandonan el esfuerzo y se refugian en la trafic. Desde allí, sin el sudor sobre la cara, el paisaje vuelve a tomar su dimensión natural.

Las historias se suceden. Horacio y Verónica pedalean en falso, el viento no los deja avanzar. El ripio se les mete por entre los rayos, rebotan en el camino. Campo Quijano está cerca, se agarran de las manos, se ayudan. Llegan a la meta. En estos viajes no sólo se llega primero "hay que saber llegar".


La ciudad más linda
En Salta, la ciudad depara un misterio en cada zaguán colonial. Las calles angostas y el aire con aroma a cerros todo lo invade. Durante el día pueden visitarse los distintos mercados de artesanías, la moderna peatonal o el cerro San Bernardo, a 1.900 metros de altura. Desde allí puede verse la ciudad en su esplendor, enclavada entre los cerros.

En la calle Balcarce se sucede el movimiento nocturno. Peñas y discos se intercalan en una ciudad permanentemente visitada por turistas internacionales y expedicionarios que recorren América en bicicleta, o simplemente viajeros de fin de semana.

Si bien las peñas están hechas para los turistas, quien busca los lugares suele encontrarlos. Un poco alejada del centro se halla la Casona del Molino. Una casa colonial, espaciosa y llena de fantasmas con varias habitaciones, en cada una anidan guitarras, vino, charangos y la tradicional hoja de coca.

Para quienes quieran descubrir Salta, es ineludible pasar por las peñas, ademas del coqueto barrio Güemes y el cabildo, en donde se guardan los tesoros históricos de la ciudad.

Los interesados en participar de estas salidas de turismo aventura pueden comunicarse con el teléfono 4351750, con la página de Internet: www.acampartrek.com.ar o a través del e-mail: [email protected].

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San Antonio de los Cobres y sus artesanías.

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