Año CXXXVI Nº 49950
Política
La Ciudad
Opinión
La Región
El Mundo
Información Gral
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Economía
Escenario
Turismo
Mujer
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 27/08
Autos 27/08


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 31 de agosto de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-La colectividad judía de Rosario cumple el sábado próximo sus cien años. Así que quiero de alguna manera rendir un modesto homenaje haciendo referencia a un mensaje que me envió una entidad judía a propósito de que el viernes pasado fue el primer día del mes de Elul, es decir el último mes del año hebreo (5763). Siempre me envían reflexiones de carácter espiritual y parte de estas palabras las quiero compartir con usted, Inocencio, con todos los amigos y, desde luego con los integrantes de la colectividad judía rosarina.

-Adelante.

-"La Torá compara al hombre con el árbol del campo. La comparación aparece cuando D..s prohíbe al pueblo judío cortar un árbol que produzca frutos, durante el sitio de una ciudad en tiempos de guerra. La Torá da la siguiente razón para esta prohibición: "Porque el hombre es cual árbol del campo" (Deut. 20:19). Dice el mensaje que el hombre, como el árbol, deben estar "conectados" a través de las "raíces". "Las raíces, aunque ocultas a la vista, cumplen un importante rol en su vida y existencia. A través de las raíces, el árbol obtiene su nutrición y los minerales esenciales que son vitales para su crecimiento y desarrollo. Asimismo las raíces son las que sostienen al árbol. Cuanto más fuertes, más protección tendrá para no ser derribado por los vientos. Así también es la vida de un judío. Las raíces representan nuestra Emuná (fe en D..s).Tal como el árbol, cuanto más fuertemente esté uno enraizado en su creencia en D..s, mejor podrá resistir cualquier viento o fuerza negativa que trate de arrancar al judío de su Creador. Y por último, así como el objetivo del árbol es proveer frutos para beneficio de los demás, así también es con la Torá, que representa el núcleo del árbol. Además de estudiar Torá y cumplir mitzvot (preceptos divinos) nosotros mismos, debemos ser del mismo modo "fructíferos" en el sentido de ayudar a los otros para que también se beneficien de la belleza y grandeza de la Torá y las mitzvot".

-¿Traduzca lo que significa ser fructífero, Candi?

-Como dice el texto es cumplir con lo establecido en la Torá y que es común a muchas religiones. ¿Y qué es cumplir con lo establecido en la Torá? No es otra cosa que estar en sintonía con el Creador y participar en esa misma creación con pensamientos y acciones virtuosas que tiendan al bienestar general. Hay frases del libro sagrado judío que me han quedado muy marcadas, por ejemplo: "No tomaréis las ramas no crecidas de vuestros viñedos, ni recogeréis los frutos caídos de vuestros viñedos, al pobre y al prosélito se lo dejaréis". "No engañaréis a vuestro prójimo y no robaréis. La paga del asalariado no permanecerá en tu poder toda la noche hasta la mañana". "No pondréis estorbo delante del ciego". "No pervertiréis la justicia en medidas de longitud, peso o volumen". Y por supuesto ese maravilloso precepto que sintetiza el ideal de un ser fructífero: "No tomaréis venganza y no guardaréis rencor contra los miembros de vuestro pueblo, amaréis a vuestro prójimo como a vosotros mismos". Imagínese Inocencio si los poderosos del mundo interpretaran y pusieran en práctica eso de los frutos caídos para el pobre.

-No se trata de no ser ricos, sino de no ser avaros, de distribuir un poco más equitativamente el producto. Está claro.

-Hay también un precepto de la Torá que dice así: "Cuando un prosélito habite con vosotros será como un nativo entre vosotros y lo amaréis como a vosotros mismos, pues fuiste extranjero en la tierra de Egipto". Esta frase maravillosa, sobre la que se podría escribir todo un tratado, deberíamos tenerla presente en cada instante de nuestra vida.

-En pocas palabras dígame una de tantas interpretaciones de ese pasaje.

-Todos en un momento somos extranjeros y esclavos como lo fue el pueblo de Israel en Egipto. Todos en algún tramo de esta existencia estamos desesperados como el pueblo de Israel en Auschwitz. Es decir, todos sabemos lo que es estar lejos de lo anhelado, sabemos lo que es llorar, lo que es sufrir, lo que es sentir que todo está a punto de desmoronarse. Entonces en los momentos de libertad y dicha no nos olvidemos de aquellos que están en la diáspora de la soledad, en la esclavitud de la pena. Siempre me pregunto: ¿No estaríamos mejor si aplicáramos estos principios? Por de pronto tenemos la oportunidad de hacerlo en nuestro propio radio de acción. A la colectividad. ¡Felices cien años! y...Shalom. Paz, que tanto necesitamos.

[email protected]

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados