Año CXXXVI Nº 49950
Política
La Ciudad
Opinión
La Región
El Mundo
Información Gral
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Economía
Escenario
Turismo
Mujer
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 27/08
Autos 27/08


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 31 de agosto de 2003

Interiores: Los gustos del ser

Por Jorge Besso

Sobre gustos no hay nada escrito, sentencia un refrán que no pierde actualidad, ni verdad y que, con toda probabilidad, mantendrá ambas virtudes en el tiempo. Ya que es más que probable que alguien todavía inconcebido, por ejemplo dentro de 140 años, cuando la totalidad de la población actual del planeta haya sido renovada y todos los actuales pobladores hayan salido de circulación, la diga una vez más en alguna mesa, o aula, o en cualquier lugar o ágora, en una reunión de gente todavía no nacida en un edificio aún no construido, y construido en el lugar de uno demolido, donde tal vez la famosa frase sea dicha por enésima vez.

Generalmente la frase en cuestión tiene un valor más bien defensivo, pero con la virtud de poder cerrar una discusión, cuando alguien ya se cansó de argumentar sin convencer de por qué le gusta o no le gusta alguna cosa. Con todo, vale la pena ponerse a pensar qué quiere decir "no hay nada escrito" cuando hay toda una tradición oral y escrita sobre los gustos de lo salado y de lo dulce, más todas las diferencias culturales al respecto.

Los franceses, por caso, son gente que se la pasan explicando al resto del planeta cómo, cuándo y con qué se come lo que se come cuando se come. También se encargan de aclarar que ellos tienen un queso distinto para cada día, aunque desconozco si hay alguien que se toma el trabajo de conseguirlo y manducarlo teniendo especial cuidado de no repetir el queso que se lastró en el día 79. Es decir que por mucho que se escriba sobre gustos y disgustos, seguirá siendo verdad que no hay nada escrito, pues lo que la frase quiere decir es que no hay una ley que uniforme a todos los humanos alrededor de un gusto determinado, pues hay gente que puede prescindir del dulce de leche, del vino, o acaso del sexo; claro está que en caso de prescindir de las tres cosas hay que empezar a preocuparse.

Que no haya una ley de la naturaleza, ni mucho menos, de la cultura que informe el gusto de los humanos en el comer o en el beber, muestra a las claras que la subjetividad humana se configura alrededor de un sujeto del que lo mínimo que podemos decir es que no es canónico en sus gustos, apetencias y menos aún en sus deseos.

Quizás valga la pena hacer alguna referencia al calificativo de canónico, en tanto es un concepto bastante preciso y con un uso bastante preciso, a pesar de dicha extensión. Del canon nuestro diccionario mayor y oficial dice que es una "regla o precepto". El concepto tiene un sentido religioso, pues es una parte del libro de la misa que usan los obispos, y también un sentido musical referido a ciertas formas corales. Ahora bien, es interesante ver que en la acepción 8ª dice: "Regla de las proporciones de la figura humana, conforme la tipo ideal aceptado por los escultores griegos y egipcios" y en la 9ª le agrega: "Modelo de características perfectas".

Está claro que la perfección soñada y establecida por los escultores griegos y egipcios era para la escultura pues las proporciones de la figura humana presentan una gran variabilidad que va de lo voluminoso a lo escuálido, con variación de colores, olores y pieles, y también de texturas. No sólo respecto de las distintas razas, sino también se distinguen diferencias y variaciones dentro de la misma entre hombres y mujeres, o entre los hombres, o entre las mujeres y las demás distinciones que se pueden encontrar, distinciones que muchas veces la ceguera racial impide ver cuando determinados asiáticos nos parecen, desde nuestro narcisismo, todos iguales.

Desconozco si existe un narcisismo oriental desde el cual los occidentales somos todos iguales, pero no sería nada extraño. Para peor, las proporciones y las calidades de la figura humana padecen de cierta inestabilidad de acuerdo al tiempo y las circunstancias, de forma tal que se pueden padecer tanto kilos de más, como de menos, lo mismo que palideces o incómodas ruborizaciones.

Está claro que tampoco somos un modelo de características perfectas, definición esta que cae en cierta redundancia que redobla las exigencias de perfección, pues un modelo de por sí ya entraña un mínimo de perfección pues si no, no sería tal. Así las cosas, se puede afirmar con la tranquilidad del caso que "ser es ser imperfecto". Lo cual lleva a asumir y reconocer que la imperfección está en el origen de las cosas y la perfección en el final de las mismas, esto en el mejor de los casos. Y este parece ser el camino de la vida, que va desde la imperfección del nacimiento a la perfección de la muerte, que es el único momento a partir del cual lograremos una estabilidad más o menos perfecta.

Es decir no somos sujetos canónicos, ni tenemos objetos canónicos, para comer, dormir o amar, lo que nos lleva a tener distintos gustos y a establecer múltiples reglas, del buen comer, del buen vestir, del buen amar o circular. Reglas que se cumplen tanto como se transgreden, y que muchas veces se contradicen entre sí, pero está escrito que en la variación está el gusto, lo que no impide que también nos guste encontrar las cosas en el mismo lugar, y también al otro.

Sobre gustos no hay nada escrito también quiere decir que nada está escrito para siempre, lo que significa que seguiremos escribiendo, para adelante y para atrás, y esto es posible porque si bien tenemos y padecemos muchas cosas que nos determinan, no estamos totalmente determinados, lo que siempre da esperanzas de aceptar al otro, lo otro, y hasta de ser otro.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados