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 domingo, 31 de agosto de 2003

Cocina: Para complacer a todos

Quique Andreini / La Capital

Sin duda, mi querida lectora, la cerveza es la más popular, famosa y universal de la bebidas. Ha suscitado los más elogiosos comentarios. Algunos fanáticos, por no decir otra cosa, la han llamado oro líquido. Rubias y negras cumplen con los gustos más exigentes (cerveza, señora, cerveza) y después de varios siglos de existencia ya forma parte de nuestra vida social.

Algunos estudiosos opinan que su cuna fue Babilonia, de allí a utilizar el termino "estar en babia" para ciertos estados mentales en que solemos caer a veces. Pan y cerveza se ofrecían en los sacrificios en honor de Marduc, una de sus deidades, y se usaba como parte de pago de empleados y funcionarios (no, ni se le ocurra pensar en lo que yo creo que usted está pensando en este preciso momento, le van a decir que no). Los empleados recibían una jarra de cerveza por día, mientras que a los funcionarios se les daba una cantidad mayor y de mejor calidad (se da cuenta que los argentinos ni siquiera inventamos eso).

En Europa, los países con más consumo de cerveza, se sitúan en el norte de ese continente, siendo los más expertos fabricantes los británicos, alemanes, daneses y belgas.

Nuestro país no se ha quedado atrás (por lo menos en eso) y elaboran un excelente producto a un bajo precio que compite con los mejores del mundo. El proceso de elaboración es similar, en sus primeros pasos, a la fabricación del whisky escocés. Ambos parten de la misma base para obtener una bebida alcohólica, la cebada, que es transformada en malta y sometida luego a distintos procesos con la incorporación de flores de lúpulo y levaduras para obtener una correcta fermentación, origen de toda bebida alcohólica.

Pero como estoy convencido que a usted, le importa mucho más cómo beberla que fabricarla, paso a ello.

En los famosos pubs ingleses se sirve siempre a temperatura natural, nunca menos de cinco grados, especialmente las cervezas rubias. En algunas regiones de Inglaterra, en el momento de beberla, le agregan un chorro de whisky. Allá ellos. Ya lo dijo el célebre pensador Guido Süller "sobre gustos, no hay nada escrito".

Los alemanes beben la negra entre los diez y quince grados. En otros países existe la dudosa costumbre de servir todo tipo de cerveza a muy baja temperatura, lo que según los entendidos, la perjudica, pues elimina gas carbónico quitándole sabor.

Pero no todo en la vida es beberla, también se la cocina y con resultados excelentes, como un elemento saborizante. Veamos un ejemplo de ello, en este pollo con cerveza:

Necesitará:

1 pollo

1 litro de cerveza rubia

250 gramos de panceta ahumada

1 cucharada de manteca

1 cucharada de aceite de oliva

laurel

romero

sal y pimienta


Preparación:
Troce el pollo, al que le habrá quitado la piel, y cubra cada trozo con la panceta ahumada (la puede sujetar con un palillo). Condiméntelo con sal y pimienta. En una sartén coloque la manteca y el aceite, combinación, que como le expliqué en otras oportunidades, tiene como fin que la manteca aporte sabor y el aceite el punto de humeado. Añada las presas junto con las hojas de laurel y de romero. Dore las presas por todos sus lados y vierta la cerveza. Continúe la cocción unos veinte minutos. Retire las presas y siga cocinando esta aromática salsa hasta lograr una perfecta reducción del líquido. Acuérdese de retirar los palillos y sirva con un cremoso puré de papas. Para qué más.

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La cerveza puede servir para cocinar exquisiteses.

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