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 miércoles, 02 de julio de 2003

¿Cuándo el miedo necesita una atención especial?
La detección precoz de una fobia en el niño evita problemas en el aprendizaje y la vida social. Consejos de una psicóloga

Belén Travesaro / La Capital

Cuando las fobias que aparecen en la infancia no son tratadas a tiempo pueden afectar el aprendizaje y la vida social del niño, y de persistir, generan inhibiciones en la adolescencia. Estos miedos son de carácter irracional. Pueden ser a los animales, la oscuridad o la soledad. Para la psicóloga Gabriela Vaisenberg saber distinguir entre un temor natural y otro patológico ayuda a los padres a reconocer cuándo es preciso pedir ayuda profesional.

"El miedo es benéfico en cuanto tiene una base racional. Por ejemplo, frente a la agresión de un ladrón, el temor lleva a huir. Pero cuando no tiene un sentido específico, es indefinido y se mantiene en el tiempo, se le debe prestar especial atención", aconsejó.

Las fobias más comunes en los niños -de acuerdo a la experiencia de Vaisenberg- son a determinados animales (zoofobia), a la noche, a quedarse solo en alguna circunstancia particular (en la casa, en el jardín), a la altura (vértigo).

La actitud de los niños ante una situación que les genera pánico es tratar de evitarla. Este es el principal mecanismo al que los adultos tienen que estar alerta, dijo la psicóloga. "Si bien se podría pensar que esta es una actitud defensiva, esto no es así, porque al evitar lo que da temor se prolonga el sufrimiento, sin una resolución", explicó.

Al comienzo es difícil para los padres entender qué pasa, y la primera reacción es buscar indicios reales ante los sucesos nombrados, "cuando muchas veces no los hay". En esta circunstancias se recomienda pedir ayuda psicológica.


Calmar con palabras
Lo llamativo de las fobias es que aparecen ante situaciones precisas, como por ejemplo, el nacimiento de un hermano, la muerte de un familiar, el alejamiento prolongado de la madre, las obligaciones educacionales excesivas, el divorcio. La especialista aclaró que estos episodios no son la causa, sino que actúan como desencadenantes. "Para entender la razón del malestar, tanto los padres como el psicólogo -en caso que se lo trate- pueden ayudarlo a poner en palabras lo que le pasa, ya que por su corta edad por sí solo no puede. Y se expresa a través de su conducta que muestra miedo, angustia", explicó la especialista. Por ejemplo, ante una pesadilla, decirle: "bueno, ya pasó. Fue sólo un sueño, no fue real. ¿Qué imaginaste? Esas imágenes no van a volver a aparecer".

Si bien los niños que padecen este tipo de temores pueden tener síntomas parecidos, cada uno es singular y requiere una atención especial.

Es muy común que los padres sin darse cuenta refuercen los miedos infantiles. Muestra de ello es la madre que evita su partida porque a su hijo le genera angustia quedarse solo. Cuando en realidad conviene explicarle que su partida es temporaria, que si necesita algo la puede llamar por teléfono, así lo tranquiliza. De otra forma, acentúa su temor. "No ayuda que los padres consientan al hijo en todo, sino que le pongan los límites necesarios para que pueda enfrentar lo que le pasa y pueda superarlo con el apoyo de sus familiares", cerró finalmente la profesional.

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El miedo a los animales es común en los niños.

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