Javier Parenti
El empate vino de arriba. Central lo merecía, pero no de esa forma. Había hecho méritos. Sin el juego apropiado pero sí con esfuerzo. Con la convicción de ir al frente, de buscar el triunfo. Pero eligió el camino más largo, el más difícil de transitar con éxito. La ruta por la que un acierto podía hacerlo feliz, pero por la misma que podía sufrir hasta llegar a buen puerto. Por eso le costó tanto y necesitó de una ayudita para rescatar el punto ante un Belgrano que, con orden y sacando provecho de su momento, ya saboreaba un triunfo que finalmente le arrebataron del bolso.
La desesperación reinaba en el Gigante. Nadie podía entender cómo Central no podía con el limitado Belgrano. La derrota parecía imposible de evitar. Es que los recursos de juego canalla no alentaban a la esperanza. Con tres delanteros no podía, con un hombre más tampoco, ni siquiera con un cuarto jugador de punta. Si hasta Tombolini había ido al área rival en los exagerados tres minutos finales que había adicionado Fabián Madorrán.
Sin embargo, el desahogo llegó al final de aquella ruta tan larga por la que transitaba el juego auriazul. Y en aquel enésimo centro, Daniel Quinteros envió la pelota a la red. Con infracción previa, pero sin sanción. Como para que ese hincha que siempre putea al árbitro le agradeciera el regalo con el "gracias Madorrán" y el típico "vaya una a favor por tantas en contra".
¿Hacía falta? Ayer sí. ¿Por qué? Por cómo vive Central estos tiempos de cambios. El técnico (Juan José López) se bajó más allá de la mitad del camino sinuoso y el nuevo conductor (Daniel Teglia) sólo tuvo un día para diagramar la estrategia.
Pero había que jugar. Salir a buscar los tres puntos. Darle por fin una alegría a los hinchas. El equipo debía ser protagonista, tenía que atacar.
Y la apuesta fue con tres delanteros, con un enganche y tres en el fondo. La decisión estaba tomada pero el volumen de juego no alcanzó para que lo lograra. El pibe Encina intentó de arranque convertirse en el abastecedor para que el poder ofensivo de los tres puntas pesara en el área, pero se fue apagando y el equipo quedó partido. A la llegada de un pelotazo que pudiera desatar el festejo.
Enfrente se paró Belgrano con sus características bien conocidas de orden y concentración. Conocedor de sus limitaciones. Bien parado defensivamente y apostando por la sorpresa. Aunque el encargado de conducirlo en forma ofensiva, Matías Arce, se equivocó una y otra vez, cuando los auriazules descuidaban los espacios por ir al ataque.
Entonces no extrañó que el 0 a 0 fuera la chapa final de la primera parte de ese juego pobre, sin chispas que hicieran prender la pasión de los hinchas.
El segundo tiempo arrancó igual, pero Belgrano encontró su jugada de gol y la disfrutó. Ramacciotti metió a Mugnaini para que encare y a Meta para que convierta. Iban 64' y los celestes lograban sorprender.
Pero Central, golpeado, buscó más. Arrinconó a Belgrano con ganas y una ayudita. Madorrán fue celoso para sancionar las faltas piratas y ante la duda señaló siempre para el arco de Génova. Igual, los auriazules no podían. Ni con uno de más por la expulsión de Priotti. Ni con los tiros libres al área. Ni con los palos. Ni con el tiempo adicional. El empate no llegaba. Muchos se iban. Pero apareció el gol del Negro Quinteros. Con falta previa, pero sin sanción. ¿Valió? Sí, y así Central al menos rescató un punto que le vino de arriba.
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La Ciudad
