El fútbol quedó otra vez de lado. Lamentablemente. Por esas cosas inentendibles e irracionales de algunos seres humanos, anoche César Adrián Juárez jugaba otro partido, contra la vida. Su estado al cierre de esta edición era "reservado" y sólo restaba esperar que su organismo respondiera de la mejor manera luego de haber permanecido cuatro horas en el quirófano. "Ahora está en mano de Dios", como reflexionó con toda la amargura encima la mamá del policía, la única que podía decir algo en un terrible momento ya que la esposa miraba al piso tratando de encontrar una explicación a algo sin razón. Después del impacto con un arma supuestamente calibre 22 corto -también se dijo que era un 635, de un tamaño de seis centímetros por cuatro-, el agente perteneciente al Comando Radioeléctrico fue trasladado de inmediato al Centro de Emergencia y Trauma Rosario (CER). "Se recibió al paciente con una condición comprometida por una herida de arma de fuego que le ingresó en el flanco izquierdo. Cuando llegó se le hicieron las maniobras de resucitación y en treinta minutos entra al quirófano. Traté de compensarlo para poder pasarlo a esa sala", explicó el doctor Marcelo Mancini en el primer parte médico que se dio alrededor de las 20. El lugar se colmó de policías y patrulleros. Altas autoridades aguardaban impacientes por buenas noticias. Pero las horas pasaban y la lucha de Juárez por su vida era intensa. Recién pasadas las 22.30 los médicos le informaron a los familiares primero y a las autoridades policiales después sobre el estado de salud del agente, al que no se le pudo extraer la bala debido a que estaba alojada en un hueso y hubiera comprometido más seriamente su estado. "Le tuvieron que sacar tres segmentos del intestino, un vaso, tenía cortada la arteria ilíaca y tenía muchos hematomas. Ahora se reparó prácticamente todo, pero cuando hay roturas en los intestinos se generan muchas infecciones", indicó Víctor Sarnaglia, el jefe del operativo policial a la salida del CER, donde también se recibieron a otros seis uniformados con lesiones leves. Juárez luchaba por sobrevivir. Nadie del CER se animaba a dar un pronóstico optimista y sólo se repetía la palabra "reservado". A esta altura ya nada se podía hacer. Sólo esperar. Esperar que con el paso de las horas el organismo reaccionara favorablemente para que César pueda seguir viviendo.
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