Año CXXXIV
 Nº 49.298
Rosario,
lunes  12 de
noviembre de 2001
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El clásico rosarino. Violencia sin límites
Un policía lucha por su vida tras ser herido de bala en el Coloso

Festejaban los de Newell's por alargar el invicto. Se conformaban los de Central por lo que había entregado su equipo. Varios jugadores auriazules se acercaron a entregarles la camiseta como trofeo. Todo parecía normal, hasta que la imagen de un policía desplomado en el piso ponía al descubierto que no era tan así. Una bala asesina no sólo ponía en serio riesgo su vida sino que descubría la basura debajo de la alfombra. El clásico dejaba a un lado el folclore y el fútbol, y ponía la maldita barbarie en primer lugar. Otra vez.
La cronología cuenta que la relación entre los hinchas de Central y los efectivos policiales apostados en la popular del palomar ya no era buena desde antes del partido, y el primer incidente se produjo cuando los agentes le pidieron a los 25 canallas que estaban en lo alto del alambrado que descendieran para que el juez Baldassi no demorara el inicio, aspecto este que no volvió a contemplar el operativo.
El clima se enrareció con los minutos y las discusiones -alambrado de por medio- fueron in crescendo, a tal punto que un policía intentó golpear a un grupo de hinchas haciendo pasar su bastón entre uno de los rectángulos de alambre, desatando una andanada de insultos.
Una ceremonia similar se produjo antes del complemento, y a esa altura el desafío verbal se había extendido a casi toda la tribuna visitante, la que entendía como provocación determinadas actitudes de algunos pocos efectivos.
Cuando el clásico llegó a su fin, los jugadores canallas se acercaron a sus hinchas para lanzarles sus camisetas. De repente, cuando ya volvían al vestuario, un policía se desplomó en el área norte, al tiempo que varios efectivos comenzaron a realizar gestos desesperados reclamando una camilla, señas que evidenciaron la gravedad del hecho.
En ese preciso instante la confusión invadió la escena y la policía agravó la situación descargando una alocada represión con municiones de goma sobre la multitud que, en forma desesperada, intentaba retirarse en vano, ya que las puertas de salida se encontraban cerradas por esta incomprensible determinación policial que establece que la parcialidad visitante se retira después de 15 minutos de finalizado el cotejo.
Las imágenes se sucedían como en una película del cine catástrofe. Un policía arrebataba una bandera auriazul del alambrado y otros llevaban al compañero malherido entre sus brazos. Mientras los uniformados despejaban el camino a los golpes ante los reporteros gráficos y los camarógrafos, un agente totalmente fuera de sí golpeaba con su bastón el alambrado, las detonaciones se repetían sin parar y más de nueve mil hinchas chocaban entre sí buscando escapar de semejante dislate.
El sentido común de alguna autoridad policial apareció en el lugar y ordenó que los efectivos pararan la atrocidad y se alejaran de la tribuna, al tiempo que alguien con buen tino determinó que las puertas de la popular visitante se abrieran para permitir el desalojo.
Después comenzaron los dimes y diretes sobre el proyectil que había herido al agente, quien fue identificado como César Adrián Juárez, de 32 años, integrante del Comando Radioeléctrico, que al cierre de esta edición estaba en estado "reservado" (ver aparte). Incomprensiblemente, el comisario Víctor Sarnaglia expresó que se trató de "una bomba de estruendo", pero quedó descartado a la brevedad cuando un agente ubicado en el palco de prensa le adelantó al periodista Julián Bricco que Juárez había recibido dos impactos de bala calibre 22 (en realidad fue uno), y que los disparos habían partido de la popular canalla, sin que hasta el momento se haya podido identificar al agresor.
De manera absurda el encargado del operativo salió a decir que el dispositivo fue "bueno" y más tarde puntualizó que "no fracasó, sólo ocurrió un hecho aislado". Ni una cosa ni la otra. Si no, ¿cómo se explica que alguien ingresó un arma cargada al estadio, después de tener que pasar supuestamente por tres cacheos? Además, se podía percibir a los uniformados un tanto nerviosos cuando los hinchas auriazules se trepaban irresponsablemente al alambrado. Inclusive, dos de ellos se molestaron con Luque, primero, y con Grabinski, después, quienes les pidieron que se retiraran de los límites de la cancha para poder continuar el partido.
Tampoco se entendió la exagerada represión que desataron contra los hinchas que colmaron la popular. Y mucho menos cuando los intentaron dispersar con balas de goma ya en avenida Pellegrini.
Más tarde también se supo que además del impacto que hirió al oficial hubo otras dos detonaciones que por milagro no alcanzaron a nadie al impactar -pero en este caso sin perforar- el escudo de otro uniformado.
La furia duró un rato. La de un asesino que tiró a mansalva sin importarle nada. Y la de los policías descontrolados que imaginaron que disparando contra la multitud iban a poder descargar su bronca y vengar a su compañero. Un despropósito del principio al fin.



La bala partió de la hinchada de Central.
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