Año CXXXIV
 Nº 48.970
Rosario,
sábado  16 de
diciembre de 2000
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Los proteccionistas de siempre

El trabajo de los aceiteros sobre las distorsiones en el mercado internacional, se ocupa también de las políticas agrícolas del Viejo Continente. Se remonta para eso al nacimiento de la Política Agrícola Común (PAC) en 1962, que nace con el objetivo de lograr la autosuficiencia alimentaria, tras la traumática experiencia de dos guerras mundiales.
Los instrumentos que esa política brinda a los gobiernos europeos constituyen un complejo cóctel de precios mínimos, barreras arancelarias y paraarancelarias, ayudas directas, subsidios a la exportación (financiado por el Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola, que aumentan cuando los precios están deprimidos) y escalonamientos arancelarios, entre otros.
Los números hablan por sí solos. La Unión Europea desembolsó más de 143 mil millones de dólares en ayudas al campo durante el 98, política que se profundizó en en el 99 hasta alcanzar casi el 50% del ingreso bruto del sector agrícola europeo, según datos de la propia la Comunidad Europea y la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
Como buena parte de esta ayuda tiene una relación directa con la diferencia entre el precio internacional y el precio sostén interno, es poco probable que su nivel disminuya durante el presente año, período en el cual los precios continúan deprimidos, destaca el informe.
A modo de balance, el dossier señala que la política agrícola europea tuvo fuertes impactos sobre el mercado mundial, ya que no sólo permitió alcanzar la autosuficiencia alimentaria (el objetivo original) sino incrementar en forma importante las ventas externas. Trabas mediante, las importaciones de productos agrícolas y agroindustriales crecieron por debajo del incremento registrado en las importaciones totales.
En 1970, cerca del 20% de las importaciones totales de la Unión Europea eran alimentos. Hoy sólo representan el 8,6%. A la inversa, mientras en los 70 las ventas al mundo de alimentos europeos eran equivalentes al 8% del total mundial, en la actualidad significan el 13% de la oferta exportable de estos productos a escala global.
A lo largo de los últimos 30 años, la UE redujo de forma significativa su importancia como demandante de alimentos a nivel mundial, pasando del 24% en 1970 al 15% en la actualidad.
De forma paralela, la participación de las importaciones europeas de aceites en el total mundial cayó sistemáticamente, pasando del 30% en 1970 al 18% en la actualidad. La balanza comercial, deficitaria en dos mil millones de dólares treinta años atrás, está ahora equilibrada.
Tanto las ayudas directas otorgadas a la industria procesadora como la aplicación de una estructura arancelaria escalonada -que favorece la compra de las materias primas y penaliza la de productos de mayor valor agregado-, limitó el crecimiento exportador de aceites de los países naturalmente productores, explica el informe.

Harinas sí
A pesar de toda esta estructura, la Unión Europea multiplicó por cuatro las importaciones de harinas proteicas para alimento de animales en los últimos treinta años. Esto se debe a a la necesidad de alimentar un stock creciente de ganado bovino y otros animales, y a los incentivos otorgados a los ganaderos europeos para comprar alimentos sustitutos en vez de los forrajes tradicionales. A los primeros los pueden adquirir al precio internacional, en tanto que por los segundos deben pagar precios más elevado por las restricciones de importación que pesan sobre ellos.
En una mirada de largo plazo es posible observar cómo la Unión Europea ha ido perdiendo -en términos absolutos y relativos- importancia como destino de nuestras exportaciones de aceites y, al mismo tiempo, ganando participación como cliente de nuestros granos oleaginosos, explica el trabajo.
Mientras en 1970 el 11% de las exportaciones argentinas al Viejo Continente eran aceites y menos del 1% eran granos oleaginosos, en la actualidad los porcentajes pasaron a ser 2,6% y 6,2%, respectivamente.


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