Las escuelas rurales sufren el aislamiento y el olvido

Los directivos tienen que ingeniárselas para solucionar problemas de todo tipo

Vanesa Valenti / La Capital

Algunas historias son tristes pero dignas de ser contadas. Es el caso de tres hermanitos de 7, 9 y 11 años que intentaron cruzar en canoa un arroyo para poder llegar a la escuela. Las inclemencias del tiempo dieron vuelta el bote y sólo la fortuna permitió que el hecho no terminase en tragedia.

El episodio no fue casual. Es la realidad a la que deben enfrentarse a diario los 30 alumnos de la escuela Rural Nº 1.256 Lanceros del Sauce, el último establecimiento educativo del departamento General Obligado, en el norte de Santa Fe. Para intentar cambiar esa situación la escuela recibió el padrinazgo de un grupo de miembros de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) de la provincia. El gesto, inesperado para quienes recibieron la ayuda, es parte de un compromiso surgido por la plena voluntad de quienes vivenciaron una realidad que no les pasó desapercibida.

“Nos causó sorpresa el hecho de que alguien tenga interés en apadrinar la escuela y tengan tantas ganas de ayudar. Nunca nos había pasado. Fue como un regalo”, expresó Máximo Maidana, director del establecimiento. Para él, la ayuda que recibieron fue de vital importancia para poder seguir con el trabajo diario que no sólo involucra educación sino también contención y asistencia ante las recurrentes necesidades del alumnado. El padrinazgo se transformó así en un compromiso duradero. “Implica un acuerdo que va más allá de las personas y sus cargos. Es una responsabilidad que va a seguir en el futuro”, agregó.

Por su parte, Omar Odriosola, jefe de las TOE, resaltó que está es la primera vez que se interesó en una acción de este tipo y que para él es sólo una cuestión de organización. “El resto llega solo, tanto la ayuda como los voluntarios. Ver a los chicos felices gracias a eso te reconforta”, dijo.

La escuela tiene como centro urbano más cercano la localidad de Villa Guillermina, a 27 kilómetros. El aislamiento que eso implica conlleva también otros riesgos como la falta de asistencia sanitaria en casos de urgencias.

En general los chicos recorren entre 5 y 23 kilómetros para poder llegar a la escuela. El tramo suelen hacerlo a caballo, en bicicleta o a pie. Atraviesan extensas zonas de montes, bajos submeridionales y cruzan arroyos. Cuando las inclemencias del tiempo agravan las dificultades los chicos no pueden llegar a la escuela o de modo contrario, deben permanecer ahí sin poder retornar a sus casas.

“Hicimos un pedido especial al Ministerio de Educación para que considere la posibilidad de que la escuela también se convierta en un albergue para que los alumnos puedan quedarse ahí por más tiempo. Pero el pedido todavía no prosperó”, comentó Maidana, quien además agregó que una empresa de la zona acordó de palabra un compromiso para equipar las habitaciones en caso de ser construidas por el ministerio.

Además, la escuela tiene una doble función social ya que les brinda copa de leche y almuerzo. Para muchos esa es la única comida que reciben en el día.

Más allá de eso, el director y el único maestro que trabaja en la escuela reconocen que la educación que estos chicos reciben, si bien se interrumpe permanentemente ante las dificultades expuestas, es la única herramienta de cambio que tienen para un futuro mejor. “Sabemos que se acostumbran a vivir con carencias, pero queremos incentivarlos inculcándoles la idea de que no deben conformarse con eso, sino que deben tratar de cambiar esa realidad”, resaltó Maidana.

Para poder colaborar con ellos, los interesados deben comunicarse al 155669172. Los chicos necesitan alimentos, medicamentos para conformar un botiquín, ropa, zapatillas y útiles escolares. También les hacen faltan materiales para refaccionar el edificio. La próxima entrega de donaciones está prevista para diciembre, previo a las fiestas.