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 miércoles, 14 de noviembre de 2007  
La destacada
Horror e indiferencia

Hay algo peor que el horror y es la indiferencia ante el mismo. Y a qué definimos como horror. Las catástrofes naturales, incendios, inundaciones, huracanes. Los accidentes de tránsito, hoy moneda corriente, caídas de aviones, choques de trenes. En todas ellas, las muertes, la destrucción, el sufrimiento humano tiene su expresión más dramática. Pero lo trágico de la cotidianidad, de aquello que nos rodea, y que finalmente de alguna u otra manera nos atravesará, es lo que con más exactitud define al horror. Que niños de pocos años mueran quemados por las porquerías que aspiran o se meten adentro, que cientos de jovencitas mueran por infecciones de abortos furtivos e ignorados por las autoridades, que en nuestros barrios marginales la desnutrición y las infecciones hagan estragos y que el alcohol y la droga sean moneda corriente. Lo que es realmente difícil de conseguir es alguien que se comprometa, que tenga la convicción del ejercicio de la obligación moral del trabajo por el otro. Y no hago referencia con exclusividad a la función pública, no hace falta estar en ella para tener sensibilidad y ganas de cambiar algo. Y para agregar algo más dramático y hasta casi maquiavélico a todo esto, la reciente información de la muerte en un lapso de menos de tres meses de 19 de nuestros hermanos (así dice la Constitución) argentinos de la comunidad wichi de Salta, termina por completar el tétrico cuadro. Las imágenes que pude ver eran similares o peores a las imágenes de los cuerpos, del peor campo de concentración europeo de la segunda guerra mundial, pero con el terrible agravante de que no estamos en guerra, en Argentina no existen campos de concentración, todos tenemos similares derechos. Y de hecho, como es más que obvio, oficialmente se condena la discriminación. Estos habitantes de nuestro suelo comen porque a algunos les regalan la comida y se mueren porque a muchísimos poco le interesa su existencia, y a unos pocos en realidad les conviene mucho más que no estén en esas tierras. Esos pocos, que seguramente le pueden dar un enorme rédito económico a todo ese potencial y riqueza natural. Ojalá me equivoque, pero creo realmente que no estoy errado. Si no las cosas serían absolutamente diferentes. Todo esto que pasa, a lo cual se suma nuestra indiferencia, es el horror más horroroso. No hay derecho a que esté pasando lo que sucede. Pero mis interrogantes son realmente estos: a la luz de los hechos, ¿hay derecho en nuestro país realmente? ¿Cuál es el derecho que asiste a los anteriormente nombrados, a nuestros adolescentes, a los que no acceden a la educación, a la salud? ¿Quién nos defiende de las fieras que por dinero y poder arrasan con todo, aun con nuestras vidas? ¿Quién defiende a las minorías, a los que realmente son los dueños por derecho de esas tierras que impunemente desvastamos? Hay un genocidio por omisión o por acción, y no solamente de wichis. Hay responsabilidades indelegables.

Miguel Muñoz, DNI 11.751.110


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