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 lunes, 12 de noviembre de 2007  
Con pocas ideas

Elbio Evangeliste / La Capital

Argentino sigue con el pie cambiado. La falta de resultados continúa haciendo de las suyas, aunque ayer dio un paso atrás desde lo futbolístico. Por eso en esta ocasión la derrota (0-1) no puede ser relacionada con la mala fortuna ni nada que se le parezca. Con muy poco, Villa San Carlos puso en vereda al salaíto y le hizo pagar muy caro el no despojarse de la apatía durante los 90 minutos.

   Es cierto que si Julio Müller, a los 3’ del complemento, no hubiera fallado de manera increíble debajo de los tres palos (la tiró por encima del travesaño) el partido hubiera sido otro, sobre todo porque segundos después llegó el zurdazo al ángulo de Miranda. Pero vale la aclaración: fue la única clara que tuvo Argentino. A veces, los merecimientos hay que apuntalarlos.

   Tan sólo los primeros 15 minutos del partido mostraron a un Argentino con las ideas más o menos claras. Igual, lejos estuvo en ese período de mostrarse como un equipo incisivo. A partir de allí, la endeblez se hizo carne en el salaíto, especialmente de mitad de cancha hacia arriba. La baja performance de Sebastián Fernández, la manija del equipo, era la muestra más acabada. Pero la apatía no era sólo culpa del 10. A su alrededor nada funcionaba de manera correcta. Lo único bueno era que Villa San Carlos jugaba igual o peor que el albo.

   Después, lo dicho. Müller la tiró a las nubes y en la próxima jugada Miranda hizo un gol de otro partido. Allí el juego se abrió, pero ya la balanza se inclinó definitivamente a favor de la visita. Sobre todo cuando Iván Palma, quien había ingresado a los 19’, vio la roja a los 24’. Ni la línea de tres (Juan Sánchez pasó al medio) que Raggio puso en práctica tras el zapatazo de Miranda dio resultado.

   Todo fue avanzar a como dé lugar, pero ninguno de esos avances logró transformarse en un verdadero ataque. Con un Villa San Carlos decidido a no perder el orden atrás y salir de contra, la pelota viajó más por arriba que por abajo y los choques contra la defensa villera (Abuín fue el abanderado) fueron sistemáticos, repetidos e intrascendentes. Ni más ni menos que la obvia consecuencia de tan flojo rendimiento. l
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