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 lunes, 24 de septiembre de 2007  
Los franceses están preparados para la profunda reforma social de Sarkozy
El 70% apoya sus proyectos de flexibilización laboral.Los sindicatos han perdido fuerza

Hans-Hermann Nikolei

París.— En 1995, Jacques Chirac se atrevió a atacar los “privilegios sociales” de los empleados públicos. Sin embargo, los sindicatos obligaron al mandatario a capitular con masivas huelgas durante semanas. Ahora, su sucesor, Nicolas Sarkozy, aspira a aprovechar su victoria en las urnas para llevar a cabo la reforma que quedó en suspenso. Como era de esperar, la izquierda francesa reaccionó de inmediato contra lo que calificó de “la peor ofensiva antisocial de los últimos 50 años”, y el sindicato CGT se prepara de nuevo para la movilización en las calles. Pero esta vez el panorama ha cambiado.

   Los sindicatos han perdido muchos miembros y actualmente representan sólo al 7,2% de los trabajadores. La base está cansada de las huelgas y muchos empleados miran con entusiasmo la negociación según el modelo alemán del “pacto social”. A la vez, los partidos de izquierda están llenos de divisiones internas y los socialistas incluso reconocen que hacen falta reformas. Pero lo principal es que una amplia mayoría de franceses, un 70%, apoya los planes de Sarkozy.

   

Cambio de mentalidad. El sentimiento de estar quedándose atrás en la globalización ha hecho cambiar de parecer a los franceses. “La eficiencia económica es resultado de la reforma social”, señaló el diario Le Figaro. “Sobre esta base Alemania ha vuelto a ganar desde hace años en dinamismo”, aseguró.

   El tiempo apremia y Sarkozy pisa el acelerador. El déficit en la seguridad social alcanzará este año 13.000 millones de euros (unos 18.100 millones de dólares), casi un 60% más de lo previsto. Los socios de la Unión Europea presionan porque sube el presupuesto en vez de reducirse. Y para colmo la coyuntura no ayuda.

   Ahora Sarkozy quiere recuperar tiempo perdido y hace suyas medidas tomadas por el ex canciller alemán —paradójicamente socialdemócrata— Gerhard Schröder en su “Agenda 2010”: los franceses tendrán que trabajar más tiempo antes de jubilarse y el derecho laboral se flexibilizará.

   Los desempleados serán constreñidos financieramente para que busquen trabajo más rápido y los pacientes tendrán que pagar más por los servicios de salud. A la vez, Sarkozy se atreve a sacrificar algunas “vacas sagradas”, como la semana laboral de 35 horas y los privilegios jubilatorios de 124 grupos profesionales. Hasta ahora éste siempre era el mayor escollo: privilegios que cuestan al Estado anualmente 5.000 millones de euros (6.900 millones de dólares) y que ningún gobierno ha podido eliminar en décadas.



Los privilegiados. Se trata de apenas unos 500.000 contribuyentes, sobre todo empleados de los ferrocarriles, el correo, las empresas eléctricas y de gas, aunque también los trabajadores de la Opera de París o los sacerdotes de Alsacia. Algunos privilegios los consiguió la izquierda en medio de los disturbios del final de la Segunda Guerra, pero la más antigua, para los marinos, se remonta a 1670, aprobada por el Rey Sol, Luis XIV.

   En concreto, estos privilegios implican que las bailarinas de la Opera se jubilan con 40 años, los conductores de locomotoras a los 50, los policías a los 55 y el resto de los mortales a los 60. Un chofer de colectivo de una empresa pública se retira cinco años antes que uno que trabaje en una firma privada, y pese a que aporta menos dinero, su jubilación es más alta. De facto, el trabajador privado financia la pensión de su colega, sin el privilegio de estar protegido ante un posible despido.

   Los franceses ya no están dispuestos a aceptarlo. De acuerdo con recientes encuestas, un 75% está a favor de reformar las jubilaciones de privilegio. Y los sindicatos han comprendido el mensaje. La CGT llama a una protesta para el 13 de octubre, pero a la vez acepta la oferta de diálogo de Sarkozy. El resto de los gremios se queja de la prisa del presidente, pero también le tienden la mano.



Hábil negociador. Sarkozy actúa de forma menos impetuosa de lo que parece. Primero invitó a todos los líderes sindicales a reuniones en persona, para preparar el terreno. Luego se ganó a los interlocutores sociales para que aceptaran negociar.

   Pero sobre todo hizo labor de “desminado” y eliminó de su proyecto dos promesas: la creación de un contrato único para todos los trabajadores y la subida del IVA para reducir los costos sociales, tal como se hizo en Alemania. Este “IVA social” es muy impopular y había generado clima de huelga. Sarkozy no quiere arriesgarse a tanto, en vista de que el recuerdo del fracaso de Chirac en 1995 aún está fresco.
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