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sábado,
15 de
septiembre de
2007 |
Viajeros del Tiempo
Guillermo Zinni / Fuente: La Capital
Auge del curanderismo en la campaña. Son incontables las denuncias que recibimos de la campaña santafecina respecto a los abusos que cometen los pseudo profesionales en el arte de curar, y el Consejo de Higiene haría obra benéfica organizando una batida eficaaz contra esa plaga que se une a la de las policías rurales y al vicio del juego para hacer deplorable la existencia en muchos centros de población, sobre todo en aquellos que por su incipiente crecimiento no pueden sostener los servicios de un médico diplomado. Conviene señalar, sin embargo, que el curanderismo está tan hondamente arraigado en las costumbres de los campesinos que aún en aquellos puntos en donde está establecido un médico, las gentes consultan y se entregan en manos de un curandero, del cual esperan remedio si no más eficaz, al menos más económico, puesto que la medicación vegetal por sobre la de los alcaloides es tanto una cuestión de atavismo como de precio. La salud de los pobladores de la campaña queda así en muchos casos entregada tanto al poder pródigo de la sabia naturaleza como al maleficio de los ignorantes que explotan un número limitado de conocimientos “maravillosos” aplicables lo mismo a un cólico que a un cáncer, a una pulmonía que a un caso de congestión cerebral. Algunas veces los curanderos tienen el tino de espantarse de su propia obra, pero esto ni es frecuente ni los escarmienta, puesto que su ignorancia encuentra a su vez el apoyo de la ignorancia popular, dentro de la cual se explican aún las enfermedades como algo que es producto de los espíritus malignos y que necesitan a su vez más el conocimiento de los remedios de cocina que el de los laboratorios químicos. Sería sumamente impostergable que el Consejo de Higiene velara con más interés por el estricto ejercicio legal de la medicina en los pueblos de campaña. (1906)
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