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 domingo, 02 de septiembre de 2007  
Una mágica realidad

Vi una ciudad muerta, rodeada por una gigantesca muralla de montañas que erguían sus resecas moles en lo más profundo de los desiertos del Arabia Pétrea. La ciudad fue otrora un fértil oasis donde confluían para repostar agua caravanas de mercaderes procedentes de Arabia, la India y la China.

Vi que para entrar a la ciudad era obligado recorrer a pie un alto y angosto desfiladero de más de un kilómetro de longitud, que convertía el lugar en inexpugnable.

Vi al final del desfiladero un hermoso templo esculpido en un acantilado. El templo estaba coronado por una urna de piedra en la que, según la leyenda, un faraón de Egipto había escondido un valioso tesoro. Vi un sinfín de tumbas, talladas —que no construidas— en los montes que circundaban la urbe, y decoradas con maravillosas formas y colores por la erosión de los siglos. Vi las ruinas de la fabulosa Petra, tesoro oculto en el desierto de Jordania.

El viajero que llega a Jordania sabrá que se encuentra en la inmensa, desértica, asombrosa Península Arábiga. Este reino, pertenece a la región del Medio Oriente y ya puede contarse entre los grandes destinos turísticos de la actualidad. Posee el exotismo justo, la diversidad de paisajes y los lugares cargados de historia que se espera de un destino “no tradicional”.

Su capital, Ammán, posee un tránsito caótico y un urbanismo mal planificado. Esas son razones más que válidas para que los circuitos por este país, algunas veces, eviten pasar por ella. A Jordania podemos llegar desde alguno de los países cercanos: Israel y Egipto. Con este último se puede combinar un programa de viaje inigualable.



Los Wadi



Wadi es una palabra árabe para denominar cauces secos de antiguos ríos. Hay varios sitios en Jordania que reciben su nombre acompañados de la palabra Wadi (se pronuncia uadi): Wadi Arabah, Wadi Siyagh, Wadi Hadhbat al-Zeitun, etcétera, pero sin duda alguna, el que más “familiar” puede resultarnos es Wadi Rum, por tratarse del sitio más visitado turísticamente, y porque varias escenas de la inolvidable película Lawrence de Arabia fueron filmadas en las inmediaciones. Allí vamos a encontrar algunos de los más espectaculares paisajes de desierto.

El desierto de Wadi Rum, es famoso por su marco único: anchos valles arenosos, que van del rojo al amarillo, bordeado de formidables montañas que también presentan una extraordinaria gama de colores, desde el negro al amarillo claro, con dominio del rojo. Pasar una noche en una tienda con reminiscencias beduinas, aunque agreste, será una experiencia inolvidable para el viajero. Sin lugar a dudas, junto a las pirámides de Egipto, es el yacimiento arqueológico mas bello de todo Oriente Medio. Fue declarado Monumento de la Humanidad por la Unesco en 1985, y más recientemente, elegido como una de las nuevas 7 Maravillas del Mundo.

La historia moderna de esta ciudad empieza en 1812 cuando un suizo llamado Johann Lewis Burckardt, disfrazado de beduino, descubrió esta maravilla ocultada a los ojos de la civilización.

Era al mismo tiempo una ciudad casi inexpugnable, sólo accesible a condición de efectuar una obligada travesía por el largo y estrecho desfiladero del Siq. Mitad construida y mitad esculpida en un circo rocoso rodeado de ásperas y secas montañas atravesadas por una red de fallas, cañones y gargantas, esta urbe se convirtió en la prestigiosa capital del reino de los nabateos, una tribu de pastores nómadas venidos del sur de Arabia, que tuvo su apogeo entre los siglos II aC y II dC.



Imperio efímero



Hoy, del efímero imperio nabateo sólo quedan vagos recuerdos y las sublimes ruinas de su capital, que, aunque brutalmente erosionadas por veinte siglos de intemperie, aún siguen despertando nuestro asombro por su extraordinaria belleza y colorido, y por las fantásticas formaciones naturales que les sirven de marco. Hay mas de 800 monumentos tallados en la roca, que datan de los períodos edomita, nabateo y romano.

El Siq es la via de acceso a la ciudad de Petra. Es un desfiladero de 1,2 kilómetros de largo y 100 metros de profundidad. Cuanto más se adentra uno en la oscura garganta, mas se estrechan las altas paredes rocosas, hasta que, al final se divisa el tesoro, justo en el momento en que menos se lo espera.

La casi totalidad de los edificios de Petra, esculpidos en los acantilados que enmarcan el circo natural, son tumbas rupestres, monumentos funerarios destinados a honrar la memoria de ciudadanos nabateos difuntos (sólo uno, el de Sextus Florentinus, está dedicado a un gobernador romano). Sin embargo, aunque a primera vista lo parezca,

Petra no es una mera necrópolis, sino una polis urbanizada y construida arquitectónicamente, con sus vías columnadas, calles, casas y monumentos. Esta urbe ocupaba la zona central del circo de montañas, en cuyos acantilados se excavaban las tumbas.

La ciudad de los vivos estaba rodeada de la ciudad de los muertos, cuyos monumentos son la mayoría de los que hoy vemos. La invitación al viaje, que ya expresara el poeta francés Charles Baudelaire en el siglo pasado, cobra sentido cuando hablamos de Jordania.

Pocos lugares del mundo ofrecen tanto. Pocos lugares cautivan tanto. Pocos países nos sorprenden tan gratamente: porque al llegar a Jordania entramos en otro mundo que, extrañamente, nos resulta muy conocido.

Quizá porque ya estaba en el territorio de nuestros sueños, y en los sueños de todos los viajeros que han existido antes que nosotros.


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El desierto de Wadi Rum fue declarado Monumento de la Humanidad.


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