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 domingo, 02 de septiembre de 2007  
Un paraiso tropical
A tres horas de Río de Janeiro, la isla donde funcionó un presidio invita al descanso y la aventura.

Dicen que es uno de los paraísos tropicales más bellos de esta parte del globo. De Ilha Grande se afirma eso y mucho más, pero quien todavía no ha tenido el privilegio de poner sus pies sobre sus bellas playas o sus misteriosos senderos selváticos, tiende a desconfiar del comentario. Es que Ilha Grande es Brasil y quienes más asocian ese pedazo de selva anclada en el mar a un paraíso son, ante todo, los propios brasileños. Se sabe: ellos se consideran a si mismos, en cualquier rubro, o mais grande, o melhor do mundo. El visitante no tardará en comprender que en este caso tienen razón.

   El viajero recela sólo hasta que llega a Mangaratiba o Angra dos Reis, los dos puertos continentales desde los que se accede a la isla. Pero la desconfianza comienza a disiparse ni bien el ferry público o una lancha, según cuál sea la opción elegida, comienza a alejarse de la costa, abriéndose paso entre las olas con la proa puesta hacia ese manchón verde que espera con los brazos abiertos.

   Entonces, lo que a la distancia parece sólo una gran roca selvática empieza a verse como un lugar encantado. Veinte o 30 minutos después el visitante se habrá convencido: si no ha llegado al paraíso, estará poniendo los pies sobre un sitio que se le parece. Y mucho.

   Ilha Grande es un destino cada vez más buscados por los turistas de todo el mundo. Primero lo adoptaron los cariocas, y después los paulistas y el resto de los brasileños. Ahora el lugar ya tiene un sitio en la agenda de los viajeros de cualquier parte de la tierra.

   A Ilha Grande la eligen y la buscan sobre todos los turistas que aman la aventura, la vida silvestre, los paisajes exóticos, las playas y el relax. Porque la isla es esencialmente eso, un lugar lejos del ruido, donde no viven más de 3.000 personas y hay apenas tres vehículos: una ambulancia, un camión recolector de residuos y el patrullero, que jamás ha tenido que protagonizar nada que se parezca a una persecución policial. Está allí sólo para comodidad de los policías.

   La isla, a la que se llega después de tres horas de viaje por carretera y ferry desde Río de Janeiro, y un poco más desde San Pablo, albergó en el pasado a un presidio histórico y un leprosario. Hoy es uno de los destinos más buscados de Brasil por viajeros ávidos por disfrutar del mar, los morros y las playas, la mayoría de ellas salvajes.

   En la isla hay 103 playas, muchas tan vírgenes que carecen de los servicios más básicos. Sobra en cambio un aire marítimo que invita a la aventura, a las caminatas y al buceo. "Viene gente de todo el mundo, y también de la Argentina. Incluso ya tuvimos visitantes de Rosario”, cuenta Pablo Förster desde Puerto Abráo, la capital.

   Förster es porteño, pero hace algunos años fue como turista y se instaló para quedarse. Hoy es director de operaciones de Island Travel, una operadora de turismo receptivo, y del Convention & Visitor Bureau, el organismo que trabaja para posicionar a Ilha Grande como un destino turístico mundial.

   El año pasado, luego de un arduo trabajo, el Convention & Visitor Bureau consiguió uno de sus objetivos: que la isla se convirtiera en escala durante la travesía internacional de los grandes cruceros que parten a recorrer el mundo desde los puertos europeos.

   Como Porto Seguro, Buzios o Río, Puerto Abraáo agregó entonces a su esplendor natural la presencia de grandes navíos cuyos pasajeros permanecieron todo un día en la isla y luego partieron hacia nuevos rumbos, casi con seguridad maravillados por su belleza.

   “Fue una gran experiencia, que repetiremos y ampliaremos este año”, cuenta a La Capital Eduardo Galante, presidente del Convention & Visitor Bureau y pieza clave en la decisión de las compañías europeas de cruceros de ultramar de hacer una escala en Ilha Grande.

   “El mercado turístico está en pleno crecimiento en todo el mundo, y afortunadamente la isla también lo está”, dice Förster. Lo prueban no sólo los navíos repletos de turistas que ya echaron anclas frente a la bellísma bahía de Puerto Abráo, sino las 21 escalas programadas para la próxima temporada alta y el número creciente de viajeros que llegan al destino, sobre todo desde los países centrales pero también desde la Argentina.

   “Recibir a 1.800 pasajeros de un crucero en un solo día fue un desafío para nosotros, que por suerte aprobamos con éxito”, afirma Galante. Y Förster amplía: “Eso demuestra que estamos preparados y que los turistas pueden sentirse tan bien atendidos aquí como en cualquier otro gran destino”. Para el argentino, la mejor prueba de ello es que algunos de los turistas que llegaron a bordo de los grandes navíos europeos ya volvieron o hicieron reservas para volver.

   Pero el Convention & Visitor Bureau no sólo piensa en los réditos. “Ahora nuestro gran desafío es ampliar la calidad y eficiencia de los servicios al turista sin afectar el medio ambiente”. Es que en Puerto Abraáo hay amplio consenso en cuanto a la necesidad de mantener a Ilha Grande tal como es, con una infraestructura mínima para que la estadía sea confortable pero sin cambiar las características que permiten definirla como un paraíso.


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5Una postal de la isla, lugar encantado.


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