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 domingo, 02 de septiembre de 2007  
Un universo de piedra
Un lugar único en la Tierra, aunque su paisaje exótico y milenario parezca de otro planeta

Un paisaje único en la Tierra, que no parece de este mundo, producto del tiempo y los caprichos de la naturaleza. Miles de años de historia de culturas y religiones enfrentadas y entrelazadas. Verdaderos complejos de viviendas trogloditas cavadas en murallas de piedra. Ciudades subterráneas que podían albergar a miles de personas y cuya ingeniería todavía es objeto de investigación. La Capadocia tiene todo para ser una de las maravillas del mundo, y es sin dudarlo un lugar imperdible dentro del Oriente.

Declarada patrimonio de la humanidad en 1985, la Capadocia es una región histórica dentro de la Anatolia central, en Turquía, que abarca partes de las provincias de Kayseri, Aksaray, Nigde y Nevsehir.

Su geología es única en el mundo, y es el producto de la erosión de roca volcánica que formó una gran meseta. Se suele describir su paisaje como lunar, aunque no tenga tanto que ver con la geografía del satélite, sino con una característica de la roca: la tufa y la toba, piedras blandas y fácilmente tallables, no sólo por la mano del hombre que construyó sus viviendas en ellas, sino por la erosión que, a lo largo de millones de años, le fue cambiando la fisonomía y dándole formas caprichosas como las de las “chimeneas de las hadas” . Por eso es común ver paredones con cavernas talladas, en las cuales, dicen, todavía vive gente (aunque esto no se ve en los circuitos turísticos).

Allí no sólo sorprende la geografía, sino también la historia y las culturas que la habitaron, las que dejaron su impronta en el paisaje. Por allí pasaron los hititas, los frigios, los didios, los persas, los macedonios y las ariarates, los galos y los romanos. Por allí pasaron los cristianos y musulmanes, persas y árabes. Su geología comenzó hace 60 millones de años, y su historia humana ya arrastra tres milenios, como para no tener que contar entre esas figuras de piedra.



Tierra de aventuras



La aventura empieza en Estambul, la capital de los tres imperios que durante siglos dominaron oriente (Romano de Oriente, Bizantino y Otomano). Un avión lleva al visitante hasta Ankara, actual capital de Turquía, una ciudad con innumerables atractivos en la que no puede dejar de visitarse un destino: el mausoleo de Mustafá Kemal Ataturk, el líder de la revolución de los jóvenes turcos que unificó al país e inició su occidentalización, considerado hoy el máximo prócer de los turcos.

Aunque mucho más ambicioso en sus dimensiones, el mausoleo guarda algunas similitudes con el Monumento a la Bandera (sobre todo con el Propileo) producto seguramente de unas tendencias arquitectónicas propias de la época.

Después se inicia el camino hacia la Capadocia, internándose en esa geografía cada vez más extraña y sorprendente. Dos ciudades clásicas de la Capadocia son Urgüp y Göreme. La primera se levanta en medio de las formaciones rocosas. Allí están la fortaleza de Kadi Kalesi, la Mezquita de Karamanogullari, el mausoleo de Altikapi y la Biblioteca de Tahsinaga.

En Urgüp comienza el recorrido por Capadocia, no sin antes hacerse de alguna alfombra o de algún objeto regional, cuya oferta abunda en toda la zona. Justamente el parque nacional de Göreme es lo que en la época romana se conoció como la Capadocia, y constituye una región donde se conjugan con cierta armonía el paisaje y la mano del hombre. Allí, desde el siglo IV se tallaron las viviendas trogloditas, y durante la época bizantina se excavaron capillas y monasterios con frescos que todavía perduran.



Museo al aire libre



En la zona se extiende el llamado Museo al Aire Libre de Göreme, un complejo monástico de iglesias y capillas en la roca recubiertas de frescos. Fue uno de los principales centros religiosos durante el siglo XI, dedicado totalmente a la vida monástica, y que fue —se calcula— un gran centro de peregrinación de toda la Anatolia.

Entre las iglesias más célebres de Göreme se destacan Elmal Kilise, Barbara Kilisesi, Tokali Lilise o la Iglesia de la Hebilla, con frescos que remiten al Nuevo Testamento. Pero Göreme es mucho más que las iglesias rupestres. La combinación de naturaleza y edificaciones, hacen de esta ciudad una de las más pintorescas de Turquía.

La ciudad se levanta en el medio de un valle de conos, típica formación rupestre de la Capadocia, y es un lugar de visita y compras.

Urgüp y Göreme son algunos de los puntos que no pueden dejar de tocarse en esta región. Pero el viaje no termina allí. También son imperdibles las ciudades subterráneas, el valle de Zelve, Gomeda, Peribacalar, el valle de las chimeneas de las hadas y un sinnúmero de iglesias, como las de El Nazar y Aynal.

En todo el trayecto, la sensación es la de ir por un lugar surrealista, casi onírico, un paisaje de fantasía donde las civilizaciones, lejos de destruir la geografía, la cuidaron y la complementaron. Después, la vuelta a Ankara y el retorno a Estambul en tren, en un recorrido de 450 kilómetros.



Ciudades maravillosas



La ciudades subterráneas pueden considerarse entre las obras más maravillosas hechas jamás por el hombre, no sólo por su complejidad, sino por su antigüedad y permanencia. Estas construcciones subterráneas de la Capadocia están entre los puntos de visita más atractivos, y para cualquier visitante resultan los más inolvidables, máxime si se tiene en cuenta que en ellas pudieron haber vivido hasta 100 mil personas.

Las ciudades subterráneas tenían su razón y su posibilidad de ser: por su situación geográfica —paso entre Oriente y Occidente— la región fue objeto entre los siglos VII y XII de muchas invasiones, que obligaban a los pueblos del lugar a ocultarse. Para esto, una piedra blanda como la toba, fácilmente escarvable, les dio una gran ventaja, y les posibilitó construir unos refugios inmensos donde miles de habitantes podían guarecerse sin salir a la superficie meses enteros. Cuentan con unos respiraderos que hacen que hasta en los niveles más subterráneos corra el aire, y tenían caballerizas, pozos de agua y hasta templos propios. Se cerraban con puertas de piedra excavadas en la misma roca.

Si bien se han descubierto más de una decena de estos complejos habitacionales, dos de ellos son los que están abiertos —y parcialmente— al público: Kaymakl y Derinkuyu.

Abierta al público en 1946, Kaymakli está a unos 20 kilómetros de Nevsehir. Construida entre los siglos VI y X (no se sabe bien qué pueblo la hizo), tiene unos 45 metros de profundidad divididos en ocho niveles. Cuenta con iglesia, capilla, salas de reuniones y compartimientos para familias.

Derinkuyu se encuentra a 29 kilómetros de Nvsehir, y se calcula que fue habitada en el siglo VII, lo que la convierte en la más antigüa. Tiene entre 18 y 20 plantas (aunque al igual que Kaymakli, unas pocas de ellas están habilitadas al turismo) y unos 40 metros de profundidad y una capacidad para refugiar, a 10 mil personas. Entre otras "dependencias", tiene establos, templo, depósitos y almacenes, huecos preparados especialmente para la iluminación y, por supuesto, viviendas.

Ingresar en ellas es más que descender por túneles físicos, es deslizarse hacia atrás más de un milenio, e imaginar multitudes viviendo y subsistiendo en ese mundo subterráneo, desplazándose en sus recorridos laberínticos, yendo a la iglesia, resguardándose de la superficie donde el invasor podía estar hurgando para darles muerte o tomarlas prisioneras. Como en una película que rememora antiguas presencias, la imaginación llama a escuchar voces y a pensar a la gente entre esas paredes milenarias.

Es imposible hablar de la Capadocia sin remontarse a una historia que arrastra al menos 3 mil años y es testigo de ocupaciones por parte de distintas civilizaciones. Ya en el II milenio antes de Cristo, Anatolia atrajo a los asirios, conocidos como comerciantes y famosos por los bazares Kƒrum (el más importante es el de la ciudadela de Kanesh, hoy Kültepe). Los asirios llevaban productos textiles, perfumes, estaño y compraban oro, plata y cobre en Anatolia.

Después, una sucesión de guerras dispersó a este pueblo, hasta que en la Capadocia floreció la civilización Hitita, acaso la formalmente reconocida como la primera que ocupó la zona. Los hititas, se dice, fundaron varios poblados y conformaron un imperio que durante seis o siete siglos se extendió hasta Babilonia. El mayor desarrollo de esta civilización se registra entre los siglos XV y XVI antes de Cristo, que marcan el período de mayor desarrollo de la civilización.



Los invasores



A finales de milenio, las guerras con Egipto desgastaron al imperio, que finalmente cayó ante los invasores de Europa oriental. Tras la caída del imperio hitita, Capadocia atravesó el período más oscuro de su existencia, entre los siglos X y VII antes de Cristo. Luego cayó en manos persas en el siglo VI antes de Cristo, hasta dos siglos después, en que fue conquistada por Alejandro Magno.

Alejandro emprendió la conquista de Asia Menor, y arrebató Capadocia de las manos persas. Dejó a su teniente Cabictas para controlar la región, la cual estuvo bajo el dominio macedonio hasta la muerte de Alejandro en 323 antes de Cristo. Un año después, Capadocia recuperó su independencia y soberanía bajo el liderazgo de Ariarates I.

A partir de allí, Capadocia inició su historia de relaciones con Roma (primero con Ariarates IV, después con Ariarates V), hasta que en el 93 antes de Cristo la región eligió un líder local: Ariobarzanes I, que pudo asumir después de tres décadas. Luego, la dinastía Ariobarzanes terminaría, y la región mantendría su independencia tributaria hasta el año 17, cuando el emperador Tiberio la redujo a provincia romana.

La construcción posterior de vías militares y el desarrollo de estas regiones hicieron que en el siglo III las relaciones comerciales entre Capadocia y las regiones de Izmir y Feso fueran tan fuertes que se emitieron monedas con los nombres de estas ciudades.



Período bizantino



Después vendría el período bizantino. A partir del siglo IV, Capadocia comenzó —influenciada por monasterios de Palestina y Egipto— una transformación que después derivó en la penetración cristiana (ya solidificado el Imperio Bizantino). En los siglos VI y VII aparecieron las primeras iglesias pintadas, excavadas en la roca, igual que los edificios. Estas cuevas artificiales eran después decoradas y acondicionadas. Existen más de 600 iglesias de estas características en la región.

Durante el período bizantino, y gracias a la labor de cristianización de Basilio, se comenzaron a construir iglesias y monasterios. Con la llegada de los persas y los árabes se comenzó a construir la “Octava Maravilla del Mundo”. Es el comienzo de la guerra de las imágenes, dirigido contra la expansión del cristianismo.

Es que la Capadocia fue una región fértil para los cristianos, sobre todo en sus primeras épocas, sobre todo po su cercanía a las Siete Iglesias de Asia Menor, y en particular de Antioquía. Muchos de los primeros cristianos habitaron esta zona durante los siglos II y III, y para el siglo IV ya había tres santos nacidos en Capadocia: San Basilio el grande, San Gregorio de Nazianzus y San Gregorio.

Con la retirada de los árabes, comienza la restitución de las imágenes que llenó los templos de la región con pinturas murales. El siglo XI es la Edad de Oro de Capadocia, la época de la construcción de los más bellos y grandiosos templos. Son las primeras batallas contra los selyúcidas que levantarían enormes edificios durante el siglo XIII, tanto civiles como militares. La Iglesia de San Jorge, por ejemplo, guarda en una inscripción el recuerdo de hermandad entre los pueblos, cuando el sultán Selyúcida Mesut permitió al emperador bizantino Andrónico la construcción de iglesias.

Los Selyúcidas, considerados antepasados directos de los turcos occidentales, comenzaron a llegar a Capadocia después de derrotar en el siglo XI al ejército bizantino, y empezaron la conquista paulatina del territorio.

Los selyúcidas iniciaron una gran expansión urbanística en la región, construyeron mezquitas en Kayseri, Aksaray, Nigde y otras ciudades. Ellos construyeron muchos caravasares (de donde viene la palabra caravana) una suerte de refugio para que las caravanas que transitaban la “Ruta de la seda” pudieran pasar la noche de forma segura en su trayecto. Algunos de estos refugios tenían servicios adicionales al de hostelería, como enfermería, caballerizas y mezquitas.

Pasados los siglos, los selyúcidas sentaron las bases del imperio otomano, luego de ser desplazados hacia el centro de Anatolia por los cruzados. Los turcos otomanos procedían de uno de los sultanatos, núcleo originario del imperio otomano (que se prolongó hasta principios del siglo XX), escindidos del estado selyúcida.

Capadocia siempre ha sido una zona de atractivo turístico importante, sobre todo a partir del siglo XX. En las décadas del 70 y el 80 el caudal turístico fue explosivo, y obligó a organizar todo un sistema para recibirlo. Sólo en 2005 visitaron la región casi dos millones de turistas, entre extranjeros y locales.

Fuente: Wikipedia / Ministerio de Cultura de Turquía


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Formas extrañas se levantan en un árido paisaje.

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