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 domingo, 02 de septiembre de 2007  
[lecturas]
Un incesante adiós a la inocencia

Diego Colomba

Novela
  • Arde aún sobre los años, de Fernando López. Ediciones Recovecos, Córdoba, 2007, 308 páginas, $ 22.

    La reedición de un libro, años después de su primera publicación, trae aparejados con frecuencia ciertos presupuestos. La obra vuelve a editarse porque hay nuevos lectores en condiciones de leerla y porque posee méritos propios para ser rescatada del olvido. A ambos aluden Carlos Gazzera y Francisco Romero, los prologuistas de “Arde aún sobre los años”, cuando reflexionan sobre las causas de la tibieza con que la novela fue recibida en nuestro país, dos décadas atrás, mientras en el exterior obtenía el Premio Casa de las Américas.

    La obra narra la historia de un grupo de jóvenes provincianos que luchan por llevar adelante un proyecto artístico: filmar con pocos recursos materiales y técnicos en un lugar —la pequeña localidad de San Tito— y un tiempo —el de la última dictadura militar— poco propicios para hacerlo. Como se advierte siguiendo su trama ágil y atrapante, una suerte de feliz excusa con la que Cachito, el Moro, Margarita, Tablita, el Patita e Ropero, el Mensajero y el Fuin se embarcan colectivamente en una tarea que no deja de intranquilizar a los representantes locales del régimen: el Coronel y el Turco. Sorpresivamente, el Moro, líder del grupo de cinéfilos, es llamado para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, por lo que debe alejarse del pueblo, al que no volverá tras participar en la guerra de Malvinas, en la que será gravemente herido. Esto cambiará sin duda la suerte de sus amigos, que deberán crecer sin su presencia fuerte, por momentos de dimensiones épicas según la perspectiva de Cachito, el personaje narrador.

    Si bien la novela merece sobradamente un lugar en el corpus de textos ficcionales sobre Malvinas, como demanda de alguna manera esta reedición crítica, ella misma, por su propio peso, se inscribe con mayor fuerza en la serie de textos que en nuestra literatura nacional se reconocen como “relatos de formación”, que podría incluir, hablando en términos modernos, textos de Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Manuel Puig o Haroldo Conti, para citar los más relevantes.

    En todos ellos, la narración deviene una aventura de transformación: la que sufren jóvenes o adolescentes que ingresan conflictivamente al mundo de los adultos. Esa tensión entre el mundo de los deseos y el de las convenciones sociales, rige los episodios narrados con solvencia por López, que logran recrear convincentemente una pasionalidad joven disruptiva en relación con “el orden de las cosas”. En pocos momentos cierto titubeo estilístico resiente la factura de la obra: en la introducción se cae en cierto emocionalismo que el lector no puede aún compartir, ni condice con el tono general de la novela.

       El final coincide con los prolegómenos de la transición democrática. En él, el narrador desliza un parágrafo tan optimista sobre la Historia que comenzaría que no puede dejar de resultar ambiguo tras los hechos relatados. En ese sentido, y como uno de sus mayores méritos, “Arde aún sobre los años” logra aunar el destino singular y vital de unos jóvenes provincianos con el aprendizaje de su inserción histórica y generacional en los duros engranajes del Estado, sugiriendo que la búsqueda de una identidad no cesará en sus equívocos pero al menos dejará una historia que contar, abierta a la reversión, en un incesante y muchas veces amargo adiós a la inocencia.


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    El cordobés Fernando López obtuvo el premio Casa de las Américas por su novela.

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